En su defensa ante el juez, el sargento Robert Bales, que disparó contra 22 civiles afganos, declaró que sufría de estrés postraumático y que había ingerido Valium y alcohol antes de la masacre.
Según lo publicado por el diario Seattle Times, el soldado estadounidense acusado de asesinar a 16 civiles se declaró culpable y logró evitar la pena de muerte, ya que el juez aceptó su declaración.
El sargento enfrenta 16 cargos por asesinato y otros seis por intento de asesinato, en un hecho ocurrido en marzo del año pasado cuando disparó contra 22 civiles afganos mientras cumplía funciones en una base en Afganistán. En su declaración, Bales detalló cada uno de los 16 asesinatos y admitió que no existía una justificación legal para su acción. Además, afirmó que sufría de estrés postraumático y que había ingerido Valium y alcohol antes de la masacre. Se declaró culpable de incinerar los cuerpos de las víctimas y de haber utilizado ilegalmente alcohol y esteroides.
Según el rotativo, Bales dijo: “vi a una mujer que ahora sé que se llamaba Palwasha. Decidí matar a Palwasha y la maté disparándole con un arma de fuego y quemando su cuerpo. Este acto no tenía justificación legal”.
Cuando el magistrado le preguntó cuál fue el motivo que lo llevó a cometer los asesinatos, el sargento de 39 años admitió que no tiene respuesta para eso. “En cuanto al por qué, me he hecho esa pregunta un millón de veces desde entonces, y no hay ni una sola buena razón en este mundo para hacer las cosas horribles que hice“, replicó Bales. Aunque carga una condena a cadena perpetua por los 16 asesinatos cometidos, podría ser liberado en 10 años si el juez decide que puede optar por la libertad condicional en otra etapa del juicio. La fiscalía a cargo del Consejo de Guerra de la base Lewis-McChord, en el Estado de Washington, pedía la pena de muerte.
Por otra parte, Bales se declaró no culpable del cargo que también tiene en su contra por intento de obstrucción de la investigación. Según se relata, el soldado se habría escapado de su base militar antes del amanecer el 11 de marzo de 2012 y habría entrado en varias viviendas en una aldea cercana, en el distrito de Panjwai, provincia de Kandahar, al sur de Afganistán. Allí habría matado a 16 civiles, muchos de los cuales estaban durmiendo; e hirió a otros seis. Entre los muertos, había nueve niños. Once de las víctimas pertenecían a una misma familia.