Estimado José Luis:
La muerte del taxista Guillermo Koiv nos mata a todos un poco, cada uno de nosotros es ese taxista en cualquier actividad que desarrollemos o incluso estando dentro de nuestras casas. Empiezan ya las dudas sobre la cantidad de homicidios en ocasión de robo que se producen y si todos se informan, se ha transformado Mar del Plata en una ciudad peligrosa, demasiada violencia y descarada impunidad que alienta al delincuente a seguir adelante y reírse de la sociedad a la que agrede sistemáticamente solo porque se le antoja. Cae preso, sale y vuelve a delinquir, le exige por sus derechos a los que no le respeta bienes, integridad o la vida y cuando cae preso la sociedad debe alimentarlo, cuidarlo y abrigarlo sin que (en su mayoría) trabaje o se esfuerce, esa misma sociedad tiene niños que mueren de hambre, inocentes a los que el hecho de haber nacido en un hogar muy humilde les niega la mínima oportunidad para vivir o recibir el alimento necesario para desarrollarse normalmente o tener hambre de agua, esta contradicción alimenta odios, genera pensamientos reñidos los valores humanos, el hombre común se obliga por supervivencia a tomar medidas extremas para lograr la protección que la ineptitud del estado le niega, es muy triste saber que hay quién que debió matar a un delincuente y se ha convertido en homicida siendo decente y trabajador, pero es comprensible, debe defenderse o defender a los suyos, aun así es víctima, la carga de lo sucedido lo acompañará hasta su último día.
Es inevitable que el que ha decidido cometer un delito lo haga, pero es evitable que cometa otro al otro día porque lo soltaron, otro a la semana porque lo volvieron a soltar y otro al mes. Nadie con 15 causas puede estar en la calle y no debe estar en la calle, la responsabilidad de que así sea no me corresponde juzgarla pero entiendo que el sistema debe tener las herramientas necesarias para que no suceda porque el último de sus delitos es responsabilidad directa de la falta de Justicia, una cachetada a la convivencia en paz y la cultura del trabajo. Es necesario que el estado coordine y aplique las medidas correctas para que se pueda vivir con las libertades que son un derecho ya que cuando desde el estado no se sanciona como corresponde en beneficio de la convivencia pacífica el resultado está a la vista, los violentos logran apropiarse de lo que se les de la real gana sin medrar en matar si se les antoja, precisamos un garantismo positivo y esto es cuidar celosamente el derecho de los ciudadanos a vivir y convivir en paz, siendo respetados en sus bienes y en lo personal. Es el estado el que debe marcar claramente separando la paja del trigo y es el mismo estado el que debe garantizarle al delincuente un trato justo sin que ello se justifique con la impunidad, acortamiento de la condena o descontroladas reinserciones que terminan siendo otra oportunidad para delinquir.
A la hora de decidir por un gobernante deberemos tener en cuenta qué es lo que pretendemos como sociedad con exigencias no negociables y con sinceridad hacernos cargo de elegir buscando garantías en la integridad de nuestros representantes, necesitamos conducta, honestidad, y decencia, quien no lo haga que se quede en su casa y si queremos avanzar debemos despojarnos de fanatismos o compromisos, si no lo hacemos deberemos pensar seriamente si somos tan inocentes como creemos.
Guillermo Gomez