Parece una historia de ciencia ficción, pero es realidad pura: organizaciones, inversores y emprendedores tecnológicos están almacenando en un poderoso formato digital los conocimientos que la Humanidad logró elaborar a través de los siglos, para enviarlos al espacio y preservarlos en caso de una guerra atómica o un desastre planetario.
En el futuro cercano se enviarán millones de páginas de texto de historia y geografía, matemáticas y ciencias, imágenes y grabaciones, música, una compilación de los distintos lenguajes y el archivo completo de Wikipedia. “El objetivo principal es confeccionar un backup de la civilización”, señaló Nova Spivack, uno de los cofundadores de Arch Mission Foundation, en diálogo con ámbito.com.
Los avances tecnologícos es un factor decisivo en la búsqueda de plasmar un sueño impensado décadas atrás. El sistema de almacenamiento utiliza un láser para grabar diminutas piezas de cristales de memoria, que son capaces de registrar hasta 360 terabytes (unos 360 mil gigas) en estructuras microscópicas. “Podremos enviar una cantidad de información interminable, y guardarla durante miles de millones de años. También estamos investigando nuevos formatos”, afirmó Spivack, uno de los primeros visionarios en apostar al desarrollo de las empresas en Internet.
Los artefactos que la organización diseña y construye están preparados para sobrevivir largas estadías en las superficies de planetas, lunas y asteroides.
Para hacer el envío, la alternativa más simple y económica es aprovechar los espacios vacíos en las cargas útiles de los lanzamientos de satélites. Así Arch Mission logró hacer un simbólico delivery de libros digitalizados durante el reciente despegue de un cohete de SpaceX, la empresa de viajes espaciales del incansable y excéntrico emprendedor Elon Musk.
La idea inspiradora fueron las obras de la “Serie de la Fundación” escritas por el autor de ciencia ficción Isaac Asimov. Creada en 2015, desde entonces la organización atrajo a una creciente comunidad de líderes y se financia mediante donaciones, aunque en el futuro sus directores esperan recibir apoyo adicional de gobiernos, instituciones y otras fundaciones.
•Primer objetivo: luna 2020
El plan consta de tres fases. La primera, entre 2016 y 2050, contempla lanzar un pequeño dispositivo de almacenamiento digital con toda la Wikipedia en diferentes idiomas, datos para genomas completos de diversas especies e información sobre distintos países. ¿Adónde? “El objetivo es la luna en 2020”, anticipó el emprendedor. Para ello ya llegó a un acuerdo con una empresa de tecnología espacial.
La segunda etapa, entre 2050 y 2100, tiene como gran desafío crear un dispositivo más sofisticado que pueda iniciar el contacto con otra civilización e interactúe con ella de manera inteligente para enseñarle a hacer uso de la información contenida. Allí, la frontera es Marte.
La tercera fase, más allá de 2100, buscará que las pequeñas “arcas”, una metáfora de aquella nave bíblica que salvó del diluvio a las especies que habitaban el planeta, sean más pequeñas, inteligentes y autónomas, y que puedan autoabastecerse utilizando materiales encontrados en el espacio, una hipótesis que todavía es fantasía desde la perspectiva de la tecnología actual.
Cuán cerca o lejos estemos de que estos pequeños discos de cristal sean en el futuro el único rastro de nuestra especie y nuestra civilización dependerá de muchos factores. Este año, el reloj que marca el fin del mundo, controlado por expertos del Boletín de Científicos Atómicos de EEUU, nos dejó a solo dos minutos de la fatal alarma luego de los cruces pirotécnicos entre el presidente Donald Trump y su par norcoreano, Kim Jong-un.
Pero una hecatombe nuclear es solo una de las opciones en el nutrido puñado de posibilidad de extinguirnos que manejan en Arch Mission: desde el impacto de un meteorito, una pandemia global, una guerra biológica, un efecto invernadero mortal o un estallido solar, hasta el surgimiento de robots malvados con inteligencia artificial que se rebelen contra nosotros. Al fin y al cabo, como recuerda Spivack, “los humanos somos el factor más riesgoso para el futuro de la Humanidad”.
Aunque no es necesario ser pesimistas para vislumbrar el potencial del proyecto. Si el mundo no se termina y aún estamos aquí dentro de millones de años, el proyecto puede evolucionar, por ejemplo, hacia una red de almacenamiento universal de conocimientos que permita a habitantes de todo el mundo acceder en línea y al instante a todos los contenidos.