Tras meses de revueltas contra el Gobierno por la devastadora crisis económica que azota a la nación, Ranil Wickremesinghe ha dejado el cargo.
El primer ministro de Sri Lanka, Ranil Wickremesinghe, ha anunciado su dimisión como primer ministro del país este sábado, día del estallido de una revolución popular, tras meses de protestas contra el Gobierno por la devastadora crisis económica que azota a la nación. En un escueto mensaje publicado en su cuenta de Twitter, el primer ministro ha anunciado su salida del cargo “para garantizar la continuación del Gobierno, incluida la seguridad de todos los ciudadanos”.
Wickremesinghe ha aceptado así las recomendaciones de la reunión extraordinaria mantenida esta tarde con los líderes de los partidos afines al Gobierno “para dar paso a un Gobierno de concentración”. “Para facilitar esto dimitiré como Primer Ministro”, ha aseverado.
Miles de personas han tomado este sábado la residencia del presidente de Sri Lanka, Gotabaya Rajapaksa, en la explosión de una revolución popular que culmina meses de protestas contra las autoridades por la devastadora crisis económica que azota la nación, la más grave desde la declaración de su independencia de Reino Unido en 1948.
Las calles de la capital del país, Colombo, están ahora mismo abarrotadas de cientos de miles de personas que se han sumado a la multitudinaria concentración que ha comenzado a primera hora de esta mañana, encabezada por los monjes budistas del país y secundada por asociaciones civiles, artistas, profesores, escritores y otros profesionales, en medio de escaramuzas con la Policía, ahora mismo tranquila tras repeler los primeros intentos de incursión con disparos al aire y gases lacrimógenos.
Las protestas de Sri Lanka comenzaron a principios de marzo en medio de una crisis económica como el país no ha conocido en su historia, marcada por subidas inasumibles en los precios del combustible, falta de acceso a los bienes de primera necesidad, cortes en el suministro eléctrico, niveles récord de inflación — que podría llegar a una subida del 70 por ciento interanual en los próximos meses — y una deuda externa acumulada de casi 50.000 millones de euros. Las autoridades ceilandesas han recibido las críticas de organismos internacionales por la excesiva dureza empleada para reprimir unas manifestaciones que han dejado al menos una decena de civiles muertos, más de 200 heridos y más de 600 detenidos. La población ha acabado culpando al clan Rajapaksa de tomar decisiones que han llevado a una grave escasez de todo, desde combustible hasta medicamentos, una inflación cercana al 55 por ciento — con previsión del 70 por ciento en los próximos meses –, apagones diarios de hasta 13 horas, un impago histórico de la deuda y la imposibilidad de acceder a gasolina o diésel.
Reconducir las protestas
En un intento por contener las protestas, el presidente presionó a su hermano y primer ministro, Mahinda Rajapaksa, para que renunciara al cargo junto al resto de su gobierno. En su lugar emergió Wickremesinghe, otro viejo conocido de la política de Sri Lanka, que ya ocupó ese mismo puesto en hasta cuatro ocasiones y que es visto por la oposición, a pesar de sus anteriores roces con el mandatario, como una opción absolutamente continuista.
De hecho, a principios de mes, Sri Lanka se convirtió en primer país del mundo en restringir la venta de combustible a la ciudadanía desde la crisis del petróleo de los años 70, a través de un decreto en el que los propietarios de vehículos privados tienen prohibido usar las gasolineras hasta el 10 de julio. La nación necesita además unos 6.000 millones de dólares en ayuda del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de países como India y China para salir adelante durante los próximos seis meses, según el ya exprimer ministro. Las autoridades locales se han pasado las últimas semanas acelerando las conversaciones de rescate con el FMI y otros organismos para obtener otras nuevas fuentes de financiación.
El exprimer ministro dedicó los últimos meses a fomentar conversaciones con el FMI para conseguir el préstamo de ayuda, mientras el presidente Rajapaksa ha negociado con China el comienzo de un proceso para reestructurar la devolución de la deuda que su país ha contraído con el gigante asiático debido al impacto de la crisis provocada por el coronavirus. Hay que recordar que, antes de esta crisis, Sri Lanka llevaba años beneficiándose de miles de millones de dólares procedentes de China en forma de préstamos; un programa que ha estallado en forma de la actual crisis de divisas.
Los críticos usan a Sri Lanka como ejemplo de la “trampa de deuda” a la que China está sometiendo a varios países del mundo, sobre todo los africanos, obligados, según ellos, a efectuar exageradas concesiones comerciales o diplomáticas para retrasar las devoluciones. El ministro de Exteriores chino, Wang Yi, salió al paso de estas críticas, que describió como una “narrativa” impulsada por “quienes no quieren ver cómo estos países salen de la pobreza”.