Vanguardista en el desarrollo de la energía eólica y la alimentación sana, es la principal referencia ambiental y en lucha contra la corrupción del mundo.
¿Cuál es el secreto de Dinamarca?, es la pregunta que surge, espontánea, al pisar Copenhague, la capital de un país en el que la inflación oscila el 1,2% anual, el desempleo es de apenas el 4%, el salario mínimo alcanza los 2000 euros por mes y la esperanza de vida es de 81 años. “El secreto es que somos un país pequeño”, describe a periodistas argentinos enviados la Reina Margarita II, máxima referente de una monarquía constitucional que se expande sobre 43.000 kilómetros cuadrados, la cuarta parte de Uruguay y casi 70 veces más chico que Argentina, y en la que conviven 5,8 millones de habitantes.
Todo se explica con cifras en Dinamarca, la tierra del célebre escritor Hans Christian Andersen, autor de La Sirenita, entre otros clásicos. Por caso, a cada metro destacan la condición de “ciudad ciclista” de Copenhague, por cuyo desarrollo el gobierno danés, junto a organismos privados, invierte desde 2004 alrededor de 2000 millones de coronas por año, el equivalente a unos 270 millones de euros. “Más rápido, más fácil, más atlético y eco-friendly”, es la reflexión de los consultados acerca del método, que lleva décadas de trabajo, tiene muy buena receptividad en la ciudadanía y, principalmente, ha logrado reducir la contaminación ambiental que genera trasladarse en otros medios de transporte, como el auto o el colectivo.
Pionero en la carrera ambiental
El desafío ambiental es, quizás, el punto central en el que se involucra toda la sociedad danesa. En esa línea, el crecimiento en la utilización de energías renovables es bien palpable. De los 28 países que conforman la Unión Europea, Dinamarca es el que mayor demanda de electricidad cubre a través de energía eólica, el 44,4%, casi el doble de Portugal, que lo sigue en el listado con el 24,2%, según datos que ofrece la compañía local State of Green. El objetivo a futuro es claro para los daneses: en 2030, el 75% de la energía debe provenir del viento y en 2050, ese número debe alcanzar el 100%.
En pos de potenciar ese modelo sustentable, se destacan las plantas que trabajan en la quema de residuos que luego se convierten en energía renovable que permite calefaccionar y dar electricidad a decenas de miles de hogares. A tal punto es relevante la quema de basura en Dinamarca que, como sus vecinos Suecia y Noruega, ha tenido que importarla para poder generar mayor energía. Todo en sintonía con esa idea que trasciende generaciones y que apunta a lograr que en 2025 Copenhague se convierta en la primera capital del mundo en lograr la neutralidad en CO2, es decir, transformarse en “laboratorio verde”, reforzando el uso de bicicletas y transporte a pie, además de conseguir que la mayoría de los vehículos se nutran de biocombustibles.
“Creemos que se pueden lograr esas metas, de a poco, pero poniéndonos objetivos a lo largo del tiempo”, aseguró el ministro de Ambiente y Alimentos, Jakob Ellemann-Jensen, que dialogó con El Cronista y otros medios enviados a Copenhague. Ellemann-Jensen, de 45 años, relata que el presupuesto para el área es de 2000 millones de euros anuales. Para dimensionar, esa cifra orilla los $ 100.000 millones, fondos superiores a los que reciben la mayoría de los ministerios argentinos.
El funcionario lleva adelante una cartera que existe desde 1971, cuando en ninguna parte del mundo había una cabal conciencia respecto a la relevancia de proteger el medio ambiente y mejorar la forma de alimentarse. En Argentina, por caso, Ambiente ha dejado de ser un ministerio el año pasado, y en materia alimenticia no existe un lugar claro desde donde se realicen políticas de desarrollo.
Un modelo sustentable
Los vínculos entre ambos países, no obstante, se han fortalecido en los últimos años. Desde 2016, el embajador argentino en Copenhague es Conrado Solari Yrigoyen, diplomático de carrera que ha llegado a cubrir una embajada que se encontraba vacante desde 2012. Los lazos, además, se potenciaron a raíz de la buena relación que construyeron como estudiantes en Harvard el actual jefe de gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta con el príncipe heredero a la corona, Federico, hijo de Margarita II y Henry, su esposo, francés de nacimiento, y fallecido el año pasado. Gabriela Michetti también viajó a Dinamarca en 2018, en lo que fue la antesala de la visita que realizará la Reina, con parte del gabinete danés, en dos semanas.
Aun sin ser uno de los principales aliados comerciales argentinos en Europa, Dinamarca es un mercado en crecimiento para nuestro país, que mantiene un intercambio comercial activo, principalmente a partir de empresas radicadas con proyectos millonarios que apuestan al desarrollo de las energías renovables en el país. Solari Yrigoyen, por ejemplo, destaca que Dinamarca es el destino central de las exportaciones argentinas en la región escandinava.
Ellemann-Jensen, en tanto, ratifica que es donde más se va a trabajar en el diálogo bilateral. Energía es una de las áreas donde vamos a cooperar, ya que necesitamos, como sociedad, encontrar otros recursos energéticos hacia el futuro, reflexiona. Aunque cree que, también, Argentina puede seguir el modelo danés y convertirse en líder de la producción y el consumo de alimentos orgánicos, lo que en el país europeo denominan una estrategia de Food Nation.
Dinamarca se autodefine como un país agrario, en un contexto en el que, desde finales de los 60 a la fecha, logró que sus vacas duplicaran la cantidad de leche que producen, siempre bajo un esquema de economía sustentable, a través del cual potenciaron también las exportaciones de leche, que alcanzan en la actualidad el 73% de la producción.
Además de leche, carne de cerdo y pescado, por ejemplo, Dinamarca nutre al resto de los integrantes de la Unión Europea de enzimas, que permiten desarrollar alimentos orgánicos, sin aditivos químicos, garantizando que se conserve el sabor de la comida.
Un país sin corruptos
Las diferencias de idiosincrasia entre un país y otro son notorias. Un argentino que reside en Dinamarca desde hace varios años, consultado acerca de la carga impositiva del país escandinavo, reconoce: “Es alta, pero si acá bajás los impuestos, sale la gente a protestar a la calle”. La referencia alude a que en Dinamarca, explica, “existe una especie de contrato social” mediante el cual el Estado retribuye al ciudadano que cumple con sus obligaciones fiscales. Y ese pacto se traduce en rutas en perfecto estado y salud y educación pública de primer nivel mundial. “Como en todo país, existen críticas al Gobierno, pero son mínimas en comparación, por ejemplo, a la Argentina”.
Dicho está, la inflación no es un problema en Dinamarca, así como tampoco el desempleo y la pobreza. Pero mucho menor, prácticamente inexistente, es el flagelo de la corrupción que desnuda a la clase política y empresaria argentina y de otros países de la región.
Dinamarca se jacta de ser el país con menores índices de corrupción en el mundo. Y así lo revelan los principales informes que se realizan periódicamente.
“Hemos escapado a ese pantano pegajoso de la corrupción”, aseguró Margarita II en la entrevista que concedió a medios argentinos, entre los que estuvo El Cronista. Su reinado da el ejemplo en cuanto a austeridad se refiere, bien diferente al de otras monarquías mucho más ostentosas. La Reina, de 78 años, goza de un 80% de popularidad entre los daneses, al igual que su hijo Federico y la mayor parte de su descendencia. También es muy popular su perra salchicha Tilia, que la acompaña en cada momento en el Palacio de Fredensborg, una de sus residencias, en las afueras de Copenhague.
Visitante real
Hace 53 años que Margarita II no visita la Argentina. Cuando lo hizo, en 1966, todavía era princesa, apenas tenía 25 y noviaba con Henry, su difunto esposo. A la distancia, no obstante, la Reina guarda recuerdos de su paso por Buenos Aires, donde asistió a una función especial en el Teatro Colón, y de sus visitas a Necochea, Tres Arroyos y Tandil, donde se encuentra asentada la mayor cantidad de inmigrantes daneses, que llegaron especialmente a fines del siglo XIX, escapando de la pobreza que acechaba a buena parte de Europa por esos años.
Solari Irigoyen recuerda que Argentina fue el tercer país al que mayor inmigración danesa llegó, solamente detrás de Australia y los Estados Unidos. Y destaca que Dinamarca, a lo largo de la historia, “siempre se preocupó por mantener los vínculos con los daneses que vinieron a habitar la Argentina”. Resalta, en ese sentido, que para Margarita II es un tema de especial interés.
El 18, 19 y 20 de marzo, la Reina volverá al país, donde mantendrá un encuentro especial con el presidente Mauricio Macri. Su agenda, nuevamente, incluirá a Tandil, y además de ella y su hijo Federico, en la comitiva viajarán los ministros de Relaciones Exteriores y de Agricultura, además del citado Jakob Ellemann-Jensen. También estará el embajador danés en Argentina, Soren Vohtz y representantes de 30 empresas danesas que viajarán al país especialmente.
Además de sus actividades en Tandil, la Reina mantendrá encuentros con los miembros de la Corte Suprema nacional, al tiempo que realizará la tradicional ofrenda floral en Plaza San Martín.
Una ciudad cara para el bolsillo argentino
Copenhague, pequeña y deslumbrante por su prolijidad, no es una ciudad amigable en cuanto a precios se refiere, aunque no sólo para los argentinos, ya que sus precios duplican a los de varias capitales europeas. Un menú bien sencillo en una casa de comidas rápidas (léase hamburguesa, guarnición y una gaseosa) del centro cuesta entre 70 y 100 coronas danesas, es decir, a razón de entre $ 500 y $ 800. Comer una pizza para dos personas, con dos bebidas sin alcohol, en un restaurant italiano, puede costar $ 1300 y darse apenas un gusto de probar una lata de cerveza Carlsberg (la marca más tradicional del país), puede generar un gasto de en torno a los $ 250.
En cuanto a vestimenta se refiere, aun tras la fuerte devaluación que sufrió Argentina el año pasado, llenar las valijas de ropa sigue siendo conveniente, con camisas de marcas reconocidas que oscilan los $ 1300, trajes de primera calidad que se venden por $ 10.000 o abrigados sweaters, para prepararse para el invierno argentino, que se pueden conseguir por $ 2000.
En esa línea, fines de febrero, época de cierre del invierno danés, trae aparejado un clima frío, aunque no tan adverso como suponen muchos argentinos que viajan por primera vez. Por las noches, la temperatura baja hasta los tres grados centígrados, al igual que en las primeras horas de la mañana, pero durante el día el promedio es de entre 10 y 12 grados. Clave, claro, resulta que a la temperatura la acompañe el sol, no tan habitual en la temporada estival de Copenhague.