Netanyahu ofrece una subvención universal mientras se multiplican las protestas sociales y se aprueba el confinamiento durante el fin de semana.
Parados. Sanitarios mal pagados. Autónomos en bancarrota. Ultraortodoxos confinados. Jóvenes airados contra la corrupción política… Tras la acelerada cadena de rebrotes de la pandemia, acompañada por la peor crisis económica en décadas, ha germinado en Israel un verano del descontento, con movilizaciones que amenazan con desestabilizar el quinto mandato de Benjamín Netanyahu como primer ministro. Su nivel de aprobación popular ha caído por debajo del 30% en las encuestas, desde el listón del 75% que alcanzó en mayo por la exitosa contención de la primera ola del coronavirus.
Más de 10.000 manifestantes se congregaron el sábado en Tel Aviv contra su gestión de la crisis sanitaria y social. Varios millares marcharon el martes por el centro de Jerusalén para exigir la dimisión del gobernante más longevo en la historia del Estado judío, que el domingo debe comparecer de nuevo ante el tribunal que le juzga por soborno, fraude y abuso de poder.
El mandatario conservador no ha tardado en reaccionar con una medida espectacular a las pocas horas de la movilización más numerosa y radical recordada frente a su residencia oficial en la Ciudad Santa. En la noche del miércoles, presentó un plan de ayuda económica universal para los ciudadanos, al margen de su situación laboral o nivel de renta. Habrá dinero para todos, prometió Netanyahu junto al ministro de Finanzas, el también dirigente del partido Likud, Ysrael Katz. Desde 750 shequels (190 euros) para los solteros sin hijos a los 3.000 shequels (370 euros) para las familias con tres o más hijos, con el objetivo declarado de “reactivar el consumo y dinamizar la actividad económica”.
El gobernador del Banco del Israel, Amir Yaron, alertaba en la mañana del jueves de que el déficit público se va a situar este año por encima del 13% del Producto Interior Bruto. El director general de Presupuestos, Shaul Meridor, llegó a advertir que el Estado podría “acabar como Venezuela” si se seguía disparando el gasto. Socios centristas de la coalición gubernamental, como el ministro de Asuntos Exteriores, Gabi Ashkenazi, puntualizaban que el dinero de las subvenciones no debe distribuirse indiscriminadamente, sino en favor de los ciudadanos más necesitados. Atento a la creciente oleada de críticas, Netanyahu volvió a desactivar la atención pública sobre el debate económico al convocar con urgencia una reunión extraordinaria del Gabinete. En el orden del día: reimponer restricciones a los israelíes.
El ministro de Sanidad, Yuli Edelstein, había confesado la víspera que un nuevo confinamiento general parecía inevitable si no se producía “un milagro” y los contagios diarios no rebasaban la línea roja de los dos millares. El último parte oficial arrojó 1.901 nuevos casos registrados el miércoles entre los nueve millones de israelíes. La cifra de muertes atribuidas a la pandemia se mantiene, sin embargo, en mínimos a escala internacional, con 380 fallecimientos. Entre los más de 24.000 casos activos de covid-19 solo hay dos centenares de pacientes en estado grave. La gran mayoría son asintomáticos o presentan cuadros médicos leves que no precisan de hospitalización.
Clausura de fin de semana
El Gobierno de Netanyahu ha aprobado en la madrugada del viernes un confinamiento nacional parcial limitado al fin de semana, entre la tarde del viernes y la mañana del domingo, coincidiendo con el sabbat, la festividad religiosa judía en la que cesa casi toda la actividad económica. Los restaurantes siguen los pasos de los bares y volverán a cerrar sus puertas, excepto para despachar comida para llevar o servida a domicilio. Playas (el próximo fin de semana), gimnasios, escuelas de danza y piscinas públicas vuelven a ser clausurados, al igual que los centros comerciales. Los ciudadanos no están obligados a permanecer en sus domicilios, aunque se prohíben las concentraciones de más de 10 personas en lugares cerrados y de 20 en espacios públicos.
El astrofísico Eli Waxman, que fue miembro del comité científico que asesoró al Gobierno israelí entre marzo y mayo al inicio de la pandemia, ha admitido ante la prensa que no se han establecido mecanismos eficaces de rastreo de contagios. “Se ha perdido el tiempo y ahora el virus está fuera de control”, alerta este profesor del prestigioso Instituto Weizmann de investigación. Sostiene que las autoridades no siguieron las recomendaciones de los expertos y centraron todos los esfuerzos en la reapertura de la economía.
Además de afrontar una nueva oleada de rebrotes de la pandemia y el creciente descontento de quienes han perdido el salario por desempleo o los ingresos de sus negocios clausurados, Israel se enfrenta también a una corriente de desobediencia civil que pone de relieve el calado de la crisis. El número de personas que violan las directrices de cuarentena dictadas por el Ministerio de Sanidad se ha multiplicado, al pasar de 60 casos en el mes de mayo a 135 solo en la primera quincena de julio.
Los ciudadanos rastreados por los sistemas de geolocalización del Shin Bet (servicio de espionaje interior) reciben un mensaje de texto si han permanecido en contacto con infectados para que se aíslen en su domicilio durante 14 días e informen a las autoridades sanitarias sobre su estado de salud. Más de 12.000 de estas alertas a móviles han resultado erróneas, según ha admitido el Ministerio de Sanidad al portal digital informativo Times of Israel. Netanyahu autorizó al Shin Bet a utilizar programa de seguimiento contra el terrorismo y el crimen organizado en la detección de posibles casos de covid-19. Los expertos sanitarios han cuestionado, no obstante, la escasez de equipos humanos dedicados en Israel a trazar las líneas que llevan hasta el origen de las infecciones por coronavirus.