Tienen salas de ensayo, microcine, siestario, pista de atletismo en altura, y hasta rampas para llegar directo a la puerta del departamento en bicicleta.
Según diferentes estudios económicos, Buenos Aires se convirtió en la segunda ciudad más cara para comprar un departamento, sólo superada por San Pablo. En un contexto en el que los valores en dólares del m2 no encuentran su techo y la ralentización de las ventas de inmuebles se hace cada vez más evidente, los desarrolladores salen al mercado con amenities superpremium que buscan diferenciarse de los tradicionales. Al solarium, la piscina y el SUM –furor en décadas pasadas– los nuevos proyectos suman rampas y circuitos para bicicletas para llegar en bicicleta hasta la puerta del departamento, salas de ensayo completas, microcines, siestarios, huertas urbanas y terrazas verdes, espacios de entrenamiento en altura hasta con una pista de atletismo, salas de relax, áreas de cohousing y coworking, o cines al aire libre. Otros están diseñados para públicos con intereses específicos: los fanáticos de las motos, por ejemplo, con ascensores especiales y talleres de reparación en el mismo predio. Se trata, en definitiva, de conceptos innovadores y atractivos que se piensan “como un ‘traje a medida’, y tienen en cuenta no solo el aspecto individual de cada vivienda sino también el comunitario, que es algo que se demanda cada vez más –especialmente, los más jóvenes– y la tecnología permite acercar”, explica Miguel Pato, consultor en desarrollo territorial e inmobiliario. Esta tendencia se repite en ciudades como París, Amsterdam, Londres y Nueva York. Y en la Ciudad, se concentra en zonas en desarrollo –como Villa Urquiza, Coghlan y Colegiales–, Palermo y hasta en el partido de Tigre. En el nuevo Do-Ho (Donado y Holmberg), Casa Ho está armado para los amantes de la movilidad sustentable: desde el acceso, una rampa continua recorre los cinco pisos del complejo, permitiendo a los vecinos llegar hasta la puerta de entrada del departamento en bicicleta. El predio ganó un premio que da el gobierno porteño y tiene 85 unidades, con un precio promedio de US$ 3.200 el m2. “El comprador se volvió más exigente: antes, los amenities eran, por lo general, un espacio que sobraba en los edificios y se caracterizaban por la rigidez. Ahora se convierten en espacios vivibles y de sociabilidad”, asegura Diego Rybka, desarrollador. En Colegiales, el proyecto Concepción –de 80 mil m2– tiene como concepto que todo lo que se necesita está dentro de un mismo predio: el lugar para vivir, trabajar, divertirse, hacer deporte y hasta para dejar a los chicos bien cuidados. Hay veinte espacios comunes en el complejo, que permiten ejercitarse –hay un circuito con una pista de atletismo, además del clásico gimnasio–, y un spa; restaurantes y bares con áreas comunes, una pileta circular descubierta, salas de ensayo para tocar música y “no molestar a los vecinos”, explican. Además de un espacio de oficinas compartidas; un microcine al aire libre y un siestario, entre otros. “Articulamos los espacios comunes para potenciarlos como ecosistemas. Buscamos fomentar la convivencia en edificios de gran volumen”, dice Cristian Méndez, de Avalon. Para fans. En el partido de Tigre armaron un edificio pensado específicamente para los amantes de las motos: los departamentos –que van de 40 a 100 m2– tienen acceso a un ascensor especial para entrar directamente con el rodado hasta el interior del departamento. Y otras extravagancias: un sector de lavado con motoelevador e hidrolavadora, y un taller mecánico especializado que permite hacer el servicio básico. “Tratamos de que el propietario se identifique con el proyecto, que es personalizado. Apuntamos al que quiera compartir experiencias con personas de su mismo perfil y donde lo social predomina”, señala Hernán Nucifora, desarrollador de Camino Building.
Espacios para el encuentro social
Diversos estudios coinciden en que para el año 2050 cerca del 70% de la población mundial habitará en entornos urbanos. Somos testigos cotidianos de los desafíos que enfrentan las ciudades en relación con sus redes de transportes, infraestructura y especialmente, en el uso y sociabilización de sus espacios públicos. Habitar la ciudad no es una tarea sencilla. Frente a esta realidad se detecta una tendencia a concentrar, tanto en las viviendas como en los lugares de trabajo, las actividades recreativas y de ocio que en décadas anteriores se hubieran desarrollado en otros espacios. Las propuestas y desarrollos de los “amenities 2.0” parecen haber aprendido de los errores del pasado, considerando expectativas de un nuevo grupo de usuarios con intereses que exceden exclusivamente los aspectos materiales del confort e incluyen posturas personales como el compromiso con la sostenibildad y la responsabilidad medioambiental. Resta preguntarnos si estas nuevas propuestas se construyen como una demanda auténtica por espacios con alta calidad de vida o surgen como una forma de compensar la eventual pérdida de espacios públicos de calidad, seguros y de fácil acceso; en suma, lugares de encuentro y dinamismo social.