Desde el inicio del verano empezarán a mudarse los primeros empleados públicos. Un monorriel atravesará el distrito financiero.
Egipto apura las obras de su fastuosa nueva capital en medio del desierto, al este de El Cairo, para que desde el inicio del verano empiecen a mudarse los primeros empleados públicos, antes de la demorada inauguración oficial del proyecto insignia del presidente Abdel Fattah al-Sisi.
En el corazón de la flamante ciudad, los trabajadores dan los toques finales a una avenida de ministerios con reminiscencias de templos faraónicos y al complejo islámico conexo, compuesto por dos domos parlamentarios y un inmenso edificio presidencial.
Un monorriel atravesará el distrito financiero, dominado por una torre central de 385 metros de altura que ya está casi completada. Más allá, la silueta de un parque de 10 kilómetros de extensión, en cuyo fondo destaca una descomunal mezquita.
La ciudad, conocida simplemente como Nueva Capital Administrativa, fue diseñada para funcionar con tecnología inteligente en tierra virgen, lejos de la contaminación y el caos de El Cairo. También se jactará de sus propias sedes universitarias, lugares de ocio y barrio diplomático.
Pero el avance de las obras estuvo marcado por los altibajos, y cuando el financiamiento de los Emiratos Árabes Unidos resultó ser insuficiente, en 2015, los militares y el gobierno egipcio se hicieron cargo de los 25.000 millones de dólares del costo estimado de la primera fase, con inversiones directas fuera del presupuesto.
También se aseguraron algunos créditos y fondos internacionales.
La pandemia del coronavirus también retrasó las obras, y cuando el gobierno se mude no estará completada ni la primera de las tres fases planeadas, que cubrirán 168 kilómetros cuadrados.
“Todos los proyectos de la fase 1 tienen un índice de finalización superior al 60%”, señaló Khaled el-Husseiny, vocero de la nueva capital egipcia.
El funcionario agregó que la demorada mudanza de los empleados públicos arrancará en julio, antes de la inauguración oficial de la ciudad, programada para fin de año.
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Habrá centro de monitoreo electrónico de la infraestructura y la seguridad urbana, los techos estarán cubiertos de paneles solares, absolutamente todos los pagos serán electrónicos -sin circulación de efectivo-, y la ciudad garantiza 15 metros cuadrados de espacio verde por residente fijo.
“En esta nueva ciudad, tratamos de solucionar todos los problemas conocidos del pasado”, dice Husseiny.
Está previsto que la ciudad terminada sea hogar de al menos 6 millones de vecinos, y la segunda y tercera fases son básicamente desarrollos residenciales.
Pasarán décadas hasta que el proyecto esté concluido, aunque el gobierno tendrá plena capacidad operativa desde su nueva sede mientras siguen las obras, dice Amr Khattab, vocero del Ministerio de Vivienda, responsable de la ejecución de los barrios residenciales de la ciudad.
Lo que nadie sabe es cuánto tardará en moverse el centro de gravedad de Egipto desde El Cairo hasta la impresionante capital nueva en medio del desierto, a 45 kilómetros de las bondades del Nilo. Hasta ahora, las miles de unidades residenciales se yerguen vacías a lo largo de la ruta de ingreso a la ciudad.
La terminación del distrito financiero, que todavía no ha sido promocionado, está prevista para 2023.
La construcción del tendido del tren eléctrico y el monorriel ya está en marcha. Los primeros 50.000 empleados públicos que empezarán a trabajar aquí durante el verano tendrán un servicio de micros gratuito.
Según Khattab, ya se vendieron 5000 de las 20.000 unidades habitacionales del primer barrio residencial, que serán entregadas en mayo.
El lunes, el gobierno de Al-Sisi anunció 96 millones de dólares en incentivos para los empleados públicos elegidos para el traslado.
Venta de tierras
Los funcionarios dicen que más adelante la ciudad incluirá viviendas sociales y empezará a financiarse con la venta de terrenos, aunque no está claro cuántos ingresos han generado por esa vía hasta el momento.
De los 25.000 millones de dólares de la primera fase, alrededor de 3000 millones se están gastando en el distrito gubernamental, dice Husseiny.
El funcionario agrega que el gobierno obtuvo algo de financiamiento internacional para el tendido ferroviario, y un préstamo chino de 3000 millones de dólares que ayudó a financiar el distrito comercial, construido por la Corporación de Ingeniería de Construcción del Estado de China, la constructora más grande del mundo.
Al-Sisi se ha embarcado en múltiples megaproyectos de infraestructura y programas de desarrollo nacional, y se ocupa de aclarar que no piensa desatender al resto de las regiones.
“No nos vamos de El Cairo, Alejandría, Port Said, o las demás provincias. Estamos avanzando juntos con lo viejo y lo nuevo”, dijo el presidente la semana pasada, y agregó que la inauguración de la capital marcará “el nacimiento de un nuevo Estado”.
Aunque el argumento del gobierno de que la nueva capital puede reducir la congestión en El Cairo tiene sustento, también preocupa que la nueva ciudad sea inalcanzable e inaccesible para muchos.
“Estarán los que puedan vivir ahí, y los que no”, dice Alaa Ibrahim, un electricista de 39 años del barrio de Imbaba, una zona popular de El Cairo.