John Grant, de 60 años, fue ejecutado en EE.UU. con un coctel letal que le causó un sufrimiento atroz durante 21 minutos.
“Vamos, vamos”, en la cámara de la muerte de la Penitenciaría del Estado de Oklahoma, suenan los últimos gritos y improperios desesperados de John Marion Grant, antes de que el verdugo comience a inyectar el letal cóctel de drogas en sus venas.
Grant, afroamericano de 60 años, es declarado muerto después de 21 minutos de terrible agonía, tras padecer convulsiones incontroladas y arcadas violentas.
La vivencia de los testigos es dramática y reaviva un faro sobre la pena de muerte en Estados Unidos justo el día en que Joe Biden se encontraba con el papa Francisco en el Vaticano, cuyo llamamiento hace unas semanas no detuvo la mano del verdugo en Missouri.
El presidente estadounidense prometió en la campaña electoral abolir la pena de muerte en las cárceles federales, reintroducida después de décadas por Donald Trump. Pero para los condenados a muerte en las prisiones estatales, las autoridades locales deciden.
Y en Oklahoma, las ejecuciones estaban suspendidas desde 2015, tras el final atroz y cruel de los últimos presos ejecutados con una mezcla de drogas que resultaron ineficaces e inhumanas.
Pero a pedido de las autoridades estatales, la Corte Suprema de Estados Unidos, con mayoría conservadora, ha decidido acabar con la moratoria: solo los tres jueces liberales se opusieron.
El efecto devastador del Midazolam, la primera droga inyectada para dejar inconsciente al condenado, se sintió inmediatamente en John Grant, cuyas convulsiones fueron tan violentas que rasgaron las cuerdas que lo sostenían a la camilla.
Vomitó unas 20 veces
Los testigos relatan cómo el hombre vomitó al menos veinte veces, y solo después de 15 interminables minutos perdió el conocimiento.
“Fui testigo de 14 ejecuciones, nunca había visto esto”, señaló un periodista.
En ese momento el verdugo le administró los otros dos medicamentos requeridos por el protocolo, uno para detener el sistema respiratorio y otro para detener el corazón.
Inmediatamente llegó la constatación de la muerte entre las lágrimas de los familiares que acudieron al lugar junto a un grupo de periodistas y los abogados del condenado.
Estos últimos denuncian ahora cómo Grant, que había admitido sus delitos y se había arrepentido, nunca recibió asistencia psicológica y la atención mental que necesitaría en los últimos años.
En 1998 Grant asesinó con un destornillador a una mujer que trabajaba en la cafetería de la cárcel en donde purgaba una pena por asalto a mano armada. La sentencia de muerte se remonta al año 2000.
Los servicios carcelarios de Oklahoma dijeron que la ejecución se llevó a cabo como estaba planeada.
“La ejecución del prisionero Grant fue realizada respetando los protocolos de los servicios penitenciarios de Oklahoma y sin complicaciones”, defendió en un comunicado Justin Wolf, director de comunicación del departamento correccional del estado.
Ese despacho había afirmado hace unos días que el protocolo era “humano y eficaz” y que las ejecuciones podían reiniciar.
El protocolo combina un sedante, el midazolam, y un anestésico que deberían impedir el dolor antes de la inyección de la dosis letal de cloruro de potasio. Fue usado en 2014 para ejecutar a Clayton Lockett, pero el condenado agonizó durante 43 minutos en aparente sufrimiento.
Tras ese y otros fallos un gran jurado abrió una investigación, y las autoridades aceptaron suspender la aplicación de la pena de muerte.
En 2020 finalizaron un nuevo protocolo y fijaron para 2021 varias ejecuciones, empezando por la de Grant.