Endeudado y golpeado por la caída de ventas, dejaría de salir en pocas semanas. Un accionista propone convertirlo en red social.
Deficitario y endeudado, Libération, el prestigioso e inventivo diario francés fundado por Jean-Paul Sartre en 1973, se encuentra desde hace semanas sumergido en una profunda crisis humana y al borde de la quiebra.
Conflictos entre empleados y accionistas, entre redacción y directorio, rechazo del nuevo proyecto industrial y con las finanzas al borde del precipicio, Libé (como se lo conoce en Francia) sigue siendo el único periódico de izquierda en el paisaje desolador de la prensa escrita de este país.
Pero todos son conscientes: la hora final se acerca. En ausencia de nuevas inversiones antes de fines de marzo, la empresa no podrá pagar los salarios.
Las ventas en caída libre, sumadas a los enfrentamientos internos, provocaron la partida, el jueves pasado, de su director, Nicolas Demorand, criticado masivamente por una redacción movilizada para defender el futuro del periódico. En 2013, el diario perdió 28,8% de su venta en los quioscos en relación con el año anterior y cayó por debajo de los 30.000 ejemplares diarios, a los que se suman unos 100.000 suscriptores.
La situación es tan grave que hasta se podría decir que Libé está “en terapia intensiva”: el diario pudo sobrevivir en enero y febrero gracias al anticipo financiero consentido por el Estado en concepto de ayudas a la prensa. Ese mismo Estado podría aportar un millón de euros suplementario, apenas para permitirle continuar funcionando unas pocas semanas más.
Los accionistas también consiguieron, a comienzos de mes, que el Tribunal de Comercio aceptara reestructurar su deuda de seis millones de euros hasta 2017, pero a condición de que presente un plan de economías de cuatro millones.
Entonces, ¿qué hacer? Hasta ahora, dos opciones están sobre la mesa. Por un lado, un proyecto del empresario Bruno Ledoux, que posee el 26% del capital y pretende transformar el diario en una red social y un espacio cultural.
Nuevo “Café de Flore”
Todos están de acuerdo en la importancia de la diversificación. Pero la carta enviada por los accionistas a la redacción el 7 de febrero fue vivida como un uppercut por el personal: refiere a la mudanza de la redacción y la utilización del edificio parisino de la rue Beranger como “un Café de Flore del siglo XXI”, “un espacio cultural y de conferencias, con estudio de televisión, radio, newsroom digital, restaurante, bar, una incubadora de start-ups …”. Ese proyecto, todavía confuso, requeriría una enorme inversión y es violentamente rechazado por los periodistas.
“Nos toman el pelo. Libération no es un proyecto inmobiliario. Antes que nada, debe ser una reflexión en torno a un contenido editorial“, dicen sus periodistas.
Por el momento, Ledoux y sus coaccionistas (Edouard de Rotschild y el grupo italiano Ersel) proponen un “salvataje” simbólico y esperan un préstamo del Estado. La segunda hipótesis es declarar la quiebra, que permitiría borrar parte de las deudas. Esa medida podría ser tomada por los accionistas o por el Tribunal de Comercio, que nombró un mediador hace meses. En ese caso, Libé podría interesar a algún empresario que, naturalmente, trataría de reducir costos con el consiguiente recorte de personal.
Pero 2013 fue un año negro no solo para Libé, sino también para la prensa francesa en general: caída de ventas y de publicidad, déficit generalizados, planes de despido, cesiones… Un derrumbe que los nuevos soportes numéricos no consiguen compensar.
Con excepción del económico Les Echos y del católico La Croix, todos los periódicos nacionales perdieron entre 3% y 10% de las ventas. Lo mismo sucedió con el 90% de los 360 semanarios que existen en Francia. Mientras tanto, los ingresos publicitarios se redujeron en casi 10% para toda la profesión.