Los datos existentes en distintas áreas médicas y oficiales no dejan lugar dudas acerca de la estrecha relación que existe entre las adicciones a distintos tipos de drogas y los accidentes de tránsito.
Se trata de dos realidades que, sumadas, constituyen una muy peligrosa relación. En ese sentido, existen antecedentes reveladores del alto porcentaje de conductores platenses que, en especial los fines de semana, no pasan los test de alcoholemia, registrándose a partir de allí una serie de derivaciones trágicas en las que el exceso de bebidas alcohólicas estuvo presente.
Ahora, por ejemplo, acaba de conocerse un informe según el cual mueren unos 260 conductores jóvenes por año en la provincia de Buenos Aires en accidentes de tránsito, comprobándose en muchos de esos casos la presencia de alcohol u otras sustancias psicoactivas en quienes conducían los vehículos.
Cabe señalar que según el informe dado a conocer por el Observatorio de Adicciones y Consumos Problemáticos, dependiente de la Defensoría del Pueblo bonaerense, los accidentes de tránsito son una de las dos principales causas de fallecimientos de jóvenes de entre 15 y 34 años, y que por día a nivel nacional muere por esa causa un promedio de 4 jóvenes de entre 15 y 34 años de edad.
En el trabajo publicado ayer en este diario se destaca que “la vinculación entre la siniestralidad vial y el consumo de sustancias psicoactivas es directa: al menos 3 de cada 10 conductores accidentados, atendidos en las guardias de los hospitales, consumió alguna sustancia en horas previas al accidente”. En esa línea, asegura que el 25,1 por ciento de los conductores siniestrados atendidos en las guardias “reconocen haber consumido alcohol en las horas previas al siniestro vial”, en tanto que “el 3 por ciento reconoce consumo de marihuana y el 2 por ciento el consumo de cocaína”.
Desde esta columna se ha insistido siempre en la necesidad de trabajar distintos frentes para frenar las muertes en el tránsito. Se trata de una suerte de tragedia cotidiana, persistente, que se produce por goteo y que, quizá por eso, no provoca una reacción proporcional a su verdadera magnitud.
Así también, se ha advertido que –dadas la suma de factores que contribuyen a generar una suerte de caos callejero, como resultado de la imprudencia, la falta de acatamiento a las leyes y la escasa formación vial de muchos conductores- constituye un error calificar como “accidentes” de tránsito lo que, en realidad, vienen a ser resultantes lógicas de esa anarquía endémica existente.
Los datos manejados por entidades que se ocupan del tema de la seguridad vial indican que los momentos críticos se producen en la noche de los viernes y sábados y en la madrugada del domingo. Según materiales difundidos, los jóvenes conductores protagonizan tres veces más accidentes que los conductores mayores, son causantes o responsables principales de la mayoría de los hechos que sufren, y mueren más por esta causa que por cualquier tipo de enfermedad.
Se descuenta que no sirven los controles previsibles, que se hacen siempre en un mismo lugar y a la misma hora. Por otra parte, los especialistas destacan la necesidad de concientizar a los jóvenes sobre los peligros de consumir alcohol u otras drogas al manejar o de viajar en coches conducidos por alguien que bebió.
En esta tarea cumplen un rol fundamental los padres, que debieran alertar a sus hijos sobre los graves peligros existentes. Aunque desde el Estado debieran extremarse los controles y las campañas de concientización.