Los frutos secos han demostrado un potencial cardioprotector y poder colaborar en la pérdida de peso, pero no todos son igual de beneficiosos.
El consumo de frutos secos en general es bajo a nivel mundial, y también en España en particular. De hecho, no solo se deberían consumir frutos secos a diario, sino que las cantidades que se consumen actualmente en nuestro país son escasas en comparación a las recomendaciones nutricionales, como ya comentamos en EL ESPAÑOL.
Los frutos secos no solo no engordan, como se suele creer debido a su densidad calórica, sino que su efecto saciante y su riqueza en grasas insaturadas los hacen alimentos muy interesantes por su potencial saludable, además de poder acabar siendo buenos sustitutos de otros alimentos menos interesantes en este aspecto.
Ahora, un nuevo estudio publicado en el Journal of the American Heart Association se ha centrado en un fruto seco en concreto, las nueces, las cuales ya habían demostrado cierto potencial para mejorar la salud cardiovascular en general. Sin embargo, este estudio ha encontrado una causa: las nueces pueden reducir la tensión arterial.
Nueces para perder peso y reducir la hipertensión
En anteriores ocasiones las nueces ya habían demostrado poder colaborar en la pérdida de peso, precisamente por acabar siendo sustitutos de otros alimentos densos calóricamente, pero menos saciantes y menos interesantes a nivel nutricional.
Este nuevo estudio sugeriría, además, que consumir nueces podría reducir la tensión arterial gracias a su contenido en ácidos grasos omega-3 de origen vegetal, como el ácido alfa-linolénico (ALA), el cual ya habría demostrado en anteriores trabajos que puede reducir la tensión arterial.
Para comprobarlo, los científicos de la Universidad Estatal de Pennsylvania, dirigidos por la profesora Penny Kris-Etherton, reclutaron a 45 voluntarios de entre 30 y 65 años con sobrepeso u obesidad. Todos ellos se sometieron a una “dieta de rodaje” de dos semanas, la cual reproducía la dieta típica estadounidense, con el objetivo de que todos estuviesen en igualdad de condiciones.
Posteriormente, cada uno de los voluntarios fue asignado al azar para seguir una de las tres dietas en las que se reducía la ingesta de grasas saturadas. En una de dichas dietas las nueces enteras eran la alternativa a la grasa, mientras que las otras dos dietas no incluían nueces, aunque sí incluían la misma cantidad de ácidos grasos poliinsaturados y ALA que serían suministrados por las nueces.
Cada uno de los voluntarios siguió una de las dietas durante seis semanas. Durante el descanso entre dietas, los científicos midieron la tensión arterial de todos los voluntarios, su colesterol y su rigidez arterial, todos ellos indicadores de potenciales problemas vasculares.
Si bien es cierto que todas las dietas produjeron mejoras en estos indicadores, al reducirse conscientemente las grasas saturadas de la dieta, precisamente la dieta que incluía nueces enteras era la que mejores resultados otorgaba. No se trataba solo de consumir una cantidad determinada de ácidos grasos poliinsaturados y ALA, dado que las nueces parecían tener “algo más”, según Kris-Etherton. Pero, por el momento, se desconoce cuál sería el factor diferenciador de este fruto seco.