Era el 3 de enero de 2020, y Supaporn Wacharapluesadee estaba esperando una entrega. Se había corrido la voz de que había algún tipo de enfermedad respiratoria que afectaba a las personas en Wuhan, China. Con la llegada del Año Nuevo Lunar, muchos turistas chinos se dirigían a la vecina Tailandia para celebrar.
Por eso, el gobierno tailandés comenzó a examinar en el aeropuerto a los pasajeros que llegaban de Wuhan, y se eligieron algunos laboratorios, incluido el de Wacharapluesadee, para procesar las muestras con las que querían detectar el problema.
Wacharapluesadee es una experta cazadora de virus.
Dirige el Centro de Ciencias de la Salud y Enfermedades Infecciosas Emergentes de la Cruz Roja Tailandesa en Bangkok.
Durante los últimos 10 años, ha formado parte de Predict, un proyecto mundial para detectar y detener enfermedades que pueden pasar de animales a humanos.
Ella y su equipo han tomado muestras a muchas especies, pero su enfoque principal ha estado en los murciélagos, que se sabe que albergan muchos coronavirus.
Pudieron comprender la enfermedad en solo unos días, detectando el primer caso de covid-19 fuera de China.
Descubrieron que, además de ser un virus nuevo que no se originó en humanos, estaba más estrechamente relacionado con los coronavirus que ya habían encontrado en los murciélagos.
Gracias a la información preliminar, el gobierno pudo actuar rápidamente para poner en cuarentena a los pacientes y asesorar a los ciudadanos.
A pesar de ser un país de casi 70 millones de habitantes, un año después, el 3 de enero de 2021 Tailandia había registrado 8.955 casos y 65 muertes.
La próxima amenaza
Pero mientras el mundo lidia con la covid-19, Wacharapluesadee ya está mirando hacia la próxima pandemia.
Asia tiene un gran número de enfermedades infecciosas nuevas.
Las regiones tropicales tienen una rica variedad de biodiversidad, lo que significa que también albergan una gran cantidad de patógenos.
Esto aumenta las posibilidades de que surja un nuevo virus.
El crecimiento de las poblaciones humanas y el aumento del contacto entre personas y animales salvajes en estas regiones también aumentan el factor de riesgo.
En el transcurso de un proyecto en el que tomó muestras de miles de murciélagos, Wacharapluesadee y sus colegas han descubierto muchos virus nuevos.
En su mayoría han encontrado coronavirus, pero también otras enfermedades mortales que pueden extenderse a los humanos.
Tasa de mortalidad del 40%-75%
Entre estos virus está el Nipah.
Los murciélagos que comen fruta son su huésped natural.
“Supone una gran preocupación porque no hay tratamiento y este virus tiene una alta tasa de mortalidad”, dice Wacharapluesadee.
La tasa de mortalidad de Nipah varía entre el 40% y el 75%, dependiendo de dónde ocurra el brote.
Pero la científica no está sola en su preocupación.
Cada año, la Organización Mundial de la Salud (OMS) revisa la larga lista de patógenos que podrían causar una emergencia de salud pública para decidir cómo priorizar sus fondos de investigación y desarrollo.
Se enfocan en aquellos que presentan el mayor riesgo para la salud humana, aquellos que tienen potencial epidémico y aquellos para los que no existen vacunas.
El virus Nipah está entre los 10 primeros.
Un virus siniestro
Y, como ya se han producido varios brotes en Asia, es probable que no hayamos visto el último.
Hay varias razones por las que el virus Nipah es tan siniestro.
El largo período de incubación de la enfermedad, que puede llegar hasta los 45 días, significa que existen muchas posibilidades de que un animal o persona infectada, sin saber que está enferma, lo propague.
Además puede infectar a una amplia gama de animales, lo que aumenta la posibilidad de que se extienda.
Y se puede contagiar por contacto directo o consumiendo alimentos contaminados.
Alguien con el virus Nipah puede experimentar síntomas respiratorios que incluyen tos, dolor de garganta, dolores y fatiga, y encefalitis, una inflamación del cerebro que puede causar convulsiones y la muerte.
Es claramente una enfermedad que a la OMS le gustaría evitar que se propague.
Pero el contagio es posible en cualquier lugar.
El peligro acecha
En el mercado de Battambang, una ciudad a orillas del río Sangkae, en el noroeste de Camboya, las motocicletas pasan entre los compradores y levantan polvo a su paso.
Los carros llenos de mercancías y cubiertos con láminas de colores se colocan junto a puestos improvisados que venden frutas deformes.
Los lugareños entran y salen de las gradas, con las bolsas de plástico llenas de sus compras.
Las ancianas con sombreros de ala ancha se agachan sobre mantas cubiertas con verduras para la venta.
En otras palabras, es un mercado matutino bastante normal. Es decir, hasta que miras al cielo.
Colgados en silencio en los árboles de arriba hay miles de murciélagos que comen fruta, defecando y orinando sobre cualquier cosa que pase debajo de ellos.
En una inspección más cercana, los techos de los puestos del mercado están cubiertos de heces de murciélago.
“La gente y los perros callejeros caminan todos los días bajo construcciones expuestas a la orina de los murciélagos”, dice Veasna Duong, jefa de la unidad de virología del laboratorio de investigación científica Instituto Pasteur en Phnom Penh y colega y colaboradora de Wacharapluesadee.
El mercado de Battambang es uno de los muchos lugares donde Duong ha identificado murciélagos frugívoros y otros animales que entran en contacto con humanos a diario en Camboya.
Cualquier lugar donde los humanos y los murciélagos frugívoros estén cerca se considera un “intercambio de alto riesgo” por su equipo, lo que significa que es muy posible que se produzca un contagio.
“Este tipo de exposición podría hacer que el virus mute, lo que podría causar una pandemia”, dice Duong.
A pesar de los peligros, los ejemplos de proximidad son infinitos.
“Observamos [murciélagos frugívoros] aquí y en Tailandia, en mercados, áreas de culto, escuelas y lugares turísticos como Angkor Wat, donde, por ejemplo, hay un gran nido de murciélagos allí”, dice.
En un año normal, Angkor Wat recibe 2,6 millones de visitantes.
Y eso son 2,6 millones de oportunidades al año para que el virus Nipah pase de murciélagos a humanos en un solo lugar.
De 2013 a 2016, Duong y su equipo lanzaron un programa de rastreo con GPS para comprender más sobre los murciélagos frugívoros y el virus Nipah, y para comparar las actividades de los murciélagos camboyanos con los murciélagos en otras regiones de puntos críticos.
Dos de estos lugares son Bangladesh e India.
Ambos países han experimentado brotes del virus Nipah en el pasado y probablemente estén relacionados con el consumo de jugo de palmera datilera.
Por la noche, los murciélagos infectados sobrevuelan las plantaciones de palmeras datileras y lamen el jugo que se derramaba del árbol y que los locales recolectan a través de un cuenco sujeto al árbol.
Es probable que los murciélagos orinen cerca del cuenco.
A la mañana siguiente, los lugareños que compren un jugo a su vendedor ambulante, pueden infectarse con la enfermedad.
En 11 brotes diferentes de Nipah en Bangladesh entre 2001 y 2011, se detectaron 196 personas con Nipah.
De ellas 150 murieron.
El jugo de palmera datilera también es popular en Camboya, donde Duong y su equipo han descubierto que los murciélagos frugívoros en Camboya vuelan lejos, hasta 100 km cada noche, para encontrar fruta.
Eso significa que los humanos en estas regiones deben preocuparse no solo por estar demasiado cerca de los murciélagos, sino también por consumir productos que los murciélagos podrían haber contaminado.
Duong y su equipo también identificaron otras situaciones de alto riesgo.
Las heces de murciélago son un fertilizante popular en Camboya y Tailandia y en áreas rurales con pocas oportunidades laborales vender excrementos de murciélago puede ser una forma de ganarse la vida.
Duong identificó muchos lugares donde los locales animaban a los murciélagos frugívoros, también conocidos como zorros voladores, a posarse cerca de sus hogares para poder recolectar y vender su guano.
Pero muchos recolectores de guano no tienen idea de los riesgos a los que se enfrentan al hacerlo.
“El 60% de las personas que entrevistamos no sabían que los murciélagos transmiten enfermedades. Hay todavía una gran falta de conocimiento”, dice Duong.
De vuelta en el mercado de Battambang, Sophorn Deun vende huevos de pato.
Cuando se le preguntó si había oído hablar del virus Nipah, una de las muchas enfermedades de riesgo que podrían portar los murciélagos, dijo: “Nunca. Los zorros voladores no molestan a los aldeanos, nunca me he enfermado”.
Educar a los lugareños sobre las amenazas que suponen los murciélagos debería ser una iniciativa importante, cree Duong.
Cambiando el mundo
Evitar los murciélagos podría haber sido fácil años atrás, pero a medida que la población humana se expande, cambiando el planeta y destruyendo hábitats silvestres para satisfacer la creciente demanda de recursos, esto aumenta la propagación de enfermedades.
“La propagación de estos patógenos [zoonóticos] y el riesgo de transmisión se aceleran con los cambios en el uso de la tierra como la deforestación, la urbanización y la intensificación agrícola”, escriben los autores Rebekah J. White y Orly Razgour en un informe de 2020 de la Universidad de Exeter sobre enfermedades zoonóticas emergentes.
El 60% de la población mundial ya vive en las regiones de Asia y el Pacífico, y todavía se está produciendo una rápida urbanización.
Según el Banco Mundial, casi 200 millones de personas se trasladaron a áreas urbanas en Asia Oriental entre los años 2000 y 2010.
El Nipah en el pasado
La destrucción de los hábitats de los murciélagos ha causado infecciones por Nipah en el pasado.
En 1998, un brote del virus Nipah en Malasia mató a más de 100 personas.
Los investigadores concluyeron que los incendios forestales y la sequía local habían desalojado a los murciélagos de su hábitat natural y los habían obligado a buscar árboles frutales cultivados en las mismas granjas que los cerdos.
Bajo estrés, se ha demostrado que los murciélagos esparcen más virus.
La combinación de verse obligados a reubicarse y estar en estrecho contacto con una especie con la que normalmente no interactuarían permitió que el virus pasara de los murciélagos a los cerdos y luego a los granjeros.
Además, aunque Asia alberga casi el 15% de los bosques tropicales del mundo, pero la región también es un foco de deforestación.
El continente se encuentra entre los primeros del mundo en pérdida de biodiversidad.
Gran parte de esto se debe a la destrucción de bosques en plantaciones para productos como el aceite de palma, pero también a la creación de áreas residenciales y espacio para el ganado.
Los murciélagos que comen fruta tienden a vivir en regiones boscosas espesas con muchos árboles frutales de los que alimentarse.
Refugios alternativos
Cuando su hábitat es destruido o dañado, encuentran nuevas soluciones, como el gallinero de una casa o las torres con grietas de Angkor Wat.
“La destrucción del hábitat de los murciélagos y la interferencia de los humanos a través de la caza impulsa a los zorros voladores a buscar refugios alternativos”, dice Duong.
Es probable que los murciélagos que el equipo de Duong ha monitoreado viajando hasta 100 kilómetros por noche en busca de fruta lo estén haciendo porque su hábitat natural ya no existe.
Pero los murciélagos, hemos sabido recientemente, albergan una serie de enfermedades desagradables: Nipah y covid-19, pero también ébola y SARS.
¿Deberíamos simplemente erradicar los murciélagos?
No, a menos que queramos empeorar las cosas, dice Tracey Goldstein, directora de instituto del Laboratorio del One Health Institute y directora de laboratorio del Proyecto Predict.
“Los murciélagos juegan un papel ecológico enormemente importante”, dice Goldstein.
Polinizan más de 500 especies de plantas.
También ayudan a mantener a raya a los insectos, desempeñando un papel muy importante en el control de enfermedades en los seres humanos, por ejemplo, reduciendo la malaria al comer mosquitos, dice Goldstein.
“Desempeñan un papel muy importante en la salud humana”.
También señala que se ha demostrado que sacrificar murciélagos es perjudicial desde la perspectiva de la enfermedad.
“Lo que hace una población cuando disminuye el número de bebés es tener más bebés; eso haría que [un humano] sea más susceptible”, dice.
Encontrar respuestas, crear preguntas
Pero por cada respuesta, siempre surgen más preguntas.
Una es: ¿por qué Camboya aún no ha experimentado un brote del virus Nipah, dados todos los factores de riesgo?
¿Es cuestión de tiempo, o los murciélagos frugívoros de Camboya son ligeramente diferentes a los murciélagos frugívoros de Malasia, por ejemplo?
¿El virus en Camboya es diferente al de Malasia?
¿La forma en que los humanos interactúan con los murciélagos es diferente en cada país?
El equipo de Duong está trabajando para encontrar las respuestas, pero aún no conoce todos los aspectos del tema.
Por supuesto, el equipo de Duong no es el único que analiza estas preguntas.
La búsqueda de virus es un esfuerzo de colaboración global masivo, con científicos, veterinarios, conservacionistas e incluso científicos ciudadanos que se unen para comprender a qué enfermedades nos enfrentamos y cómo evitar un brote.
Cuando Duong encuentra el virus Nipah en alguna de las muestras extraídas en murciélagos, se lo envía a David Williams, jefe del Grupo de Diagnóstico de Laboratorio de Enfermedades de Emergencia del Centro Australiano de Preparación para Enfermedades.
Debido a que el virus Nipah es tan peligroso (los gobiernos de todo el mundo consideran que tiene potencial de bioterrorismo), solo un puñado de laboratorios en todo el mundo pueden cultivarlo y almacenarlo.
El laboratorio de Williams es uno de ellos.
Su equipo está formado por algunos de los principales expertos mundiales en virus Nipah, con acceso a una amplia gama de herramientas de diagnóstico que no están disponibles en la mayoría de los laboratorios.
Al usar trajes de contención herméticos, pueden cultivar más virus altamente peligrosos a partir de una pequeña muestra y luego, trabajando con una carga mayor, realizar pruebas para comprender cómo se replica, transmite y cómo causa enfermedades.
Es bastante complicado llegar a este punto: primero, Duong recolecta orina de murciélago extendiendo una lámina de plástico debajo de un gallinero en Camboya.
Esto evita tener que atrapar a los murciélagos, lo que puede resultar traumatizante para ellos.
Lleva sus muestras al laboratorio, las decanta en tubos, las etiqueta y las empaqueta de forma segura en cajas frías.
Estos son recolectados por un servicio de mensajería especial que está aprobado para enviar mercancías peligrosas y vuelan a Australia, donde las muestras de virus pasan por la aduana para que se aprueben las licencias y los permisos correspondientes.
Finalmente llegan al laboratorio de Williams.
Después de las pruebas, compartirá los resultados con Duong en Camboya.
Fondos para investigación
Le pregunto a Williams si construir más laboratorios de alta seguridad como el suyo en todo el mundo podría acelerar la detección de enfermedades dañinas.
“Potencialmente sí, al poner más laboratorios [bioseguros] en lugares como Camboya que podrían acelerar la caracterización y el diagnóstico de estos virus”, dice. “Sin embargo, su construcción y mantenimiento son costosos. A menudo, ese es el elemento limitante”.
La financiación del trabajo que están llevando a cabo Duong y Wacharapluesadee ha sido irregular en el pasado.
El gobierno de Trump dejó que el programa Predict, con 10 años de antigüedad, expirara, aunque el presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, prometió restaurarlo.
Mientras tanto, Wacharapluesadee tiene fondos para una nueva iniciativa llamada Thai Virome Project, una colaboración entre su equipo y el Departamento de Parques Nacionales, Vida Silvestre y Conservación de Plantas del gobierno en Tailandia.
Esto le permitirá tomar muestras de más murciélagos y una gama más amplia de vida silvestre para comprender las enfermedades que albergan y las amenazas a la salud humana.
Duong y su equipo están buscando fondos para su próximo viaje de detección de patógenos.
Uno para financiar la vigilancia continua de los murciélagos en Camboya y otro para comprender si ha habido infecciones en humanos de las que no se han tenido noticias hasta ahora.
Todavía no han logrado asegurar el dinero para continuar con su trabajo contra el virus Nipah.
Sin él, dicen, es más probable un brote potencialmente catastrófico.
“La vigilancia a largo plazo nos ayuda a informar a las autoridades [para que promulguen] medidas preventivas y para evitar un contagio no detectado que causaría un brote más grande”, dice Duong.
Y sin una formación continua, es posible que los científicos no puedan identificar y caracterizar nuevos virus rápidamente, como hizo Wacharapluesadee con covid-19 en Tailandia.
Esta información es necesaria para comenzar a trabajar en una vacuna.
Cuando hablamos en junio de 2020 por videollamada, le pregunté si Wacharapluesadee estaba orgullosa del notable logro de su equipo. “¿Orgullosa?”, dijo. “Sí, lo estoy”.
“Pero el proyecto Predict fue un ejercicio sobre cómo diagnosticar virus nuevos a partir de animales salvajes. Así que cuando mi equipo y yo encontramos el genoma del [patógeno del coronavirus] no fue una gran sorpresa [debido al proyecto de investigación]. Nos dio mucha experiencia. Fortaleció nuestra capacidad”, dijo.
Duong y Wacharapluesadee esperan seguir colaborando para combatir el virus Nipah en el sudeste asiático, y la pareja ha elaborado una propuesta para vigilar de forma conjunta el virus Nipah en la región.
Planean enviarlo a la Agencia de Reducción de Amenazas de Defensa, una organización gubernamental de Estados Unidos que financia el trabajo destinado a reducir las amenazas que representan los agentes de enfermedades infecciosas, una vez que la crisis de covid-19 disminuya.
En septiembre de 2020, le pregunté a Wacharapluesadee si cree que puede detener la próxima pandemia.
Estaba sentada en su oficina con su bata blanca de laboratorio, después de haber procesado cientos de miles de muestras para realizar pruebas de covid-19 en los últimos meses, algo muy por encima de la capacidad habitual de su laboratorio en cualquier otro año.
A pesar de todo, una sonrisa apareció en su rostro. “¡Lo intentaré!”, dijo.