Las reservas de agua dulce comprendidas en su mayor parte por los ríos, los lagos, las aguas subterráneas y los glaciares se están viendo alteradas por el impacto de la crisis climática, muy especialmente en el hemisferio sur.
A lo largo de los últimos 10.000 años de historia ‘sedentaria’ del ser humano (desde que se inventó la agricultura), la humanidad aumentó su nivel de dependencia a una necesidad constante: el acceso al agua potable. Hemos sido capaces de habitar las regiones más inhóspitas del Ártico, la estepa siberiana, las cumbres del Himalaya, los desiertos más cálidos y las junglas más densas. En todos esos lugares, sin embargo, el acceso al agua potable ha marcado la posibilidad de asentarnos y no estar allí de paso.
Esta es una de las principales explicaciones de por qué los dos países más poblados de la tierra, China e India, han logrado alcanzar unos niveles demográficos tan elevados. El fácil acceso al agua dulce no solo permite atender las necesidades de consumo e higiene, sino también la alimentación de su elevada población.
El ser humano ha tendido a organizar sus asentamientos con base en a la presencia de agua, pero ¿qué pasará si esa disponibilidad muta o desaparece? Esta es la cuestión que se ha planteado un grupo de investigadores de la Michigan State University en Estados Unidos, liderado por Yadu Pokhrel, profesor de ingeniería civil y medioambiental.
Para darle respuesta, han publicado un estudio en la revista ‘Nature’ en el que se aportan datos más que preocupantes al respecto. Según sus conclusiones, la variación en el porcentaje de la población mundial expuesta a sufrir sequías extremas entre los años 1976 y 2005 ha pasado del 3% al 8%. Si este patrón continúa (sin necesidad de acelerarse lo más mínimo), a finales de este mismo siglo las cifras se llegarían a doblar, alcanzando un porcentaje de habitantes del planeta cercano al 20%. Esto supone, teniendo en cuenta los datos poblacionales ofrecidos por el Banco Mundial, que hasta 1.500 millones de personas pueden verse en riesgo de sufrir las consecuencias de sequías extremas.
Como explica el propio profesor Yadu Pokhrel: “Cada vez más y más gente sufrirá problemas serios de acceso al agua si el nivel de calentamiento global sigue avanzando a un ritmo medio o medio-alto, tal y como viene haciéndolo hasta ahora. Y también si la gestión de los servicios de agua sigue siendo tan ineficiente como lo es en este momento en muchos lugares densamente poblados”. Y continúa: “Determinadas áreas del hemisferio sur en las que la escasez de agua ya es un problema se verán irreversiblemente afectadas en los próximos años. Esto complicará el acceso a los servicios básicos de salud e higiene, así como a la obtención de alimentos, lo que promoverá la migración de las personas afectadas, dando lugar inevitablemente a conflictos políticos en los países de acogida”.
Las conclusiones de este demoledor estudio no han sido obra de un pequeño equipo de científicos encerrados en un laboratorio, sino de un grandísimo grupo de investigadores de diferentes disciplinas y diversas partes del mundo, entre ellas, varias universidades de la Unión Europea, China y Japón.
Una de las principales preocupaciones de los investigadores es el estado de conservación de las reservas de agua subterránea. Aunque invisibles, estas fuentes suponen una de las principales reservas de agua dulce del mundo. Junto a ellas, la acumulada en las regiones heladas, los ríos y los lagos, lo que se conoce como almacenamiento terrestre de agua (TWS, por sus siglas en inglés). “Nuestros descubrimientos son preocupantes”, explica Yadu Pokhrel. “Hasta la fecha, ningún estudio había examinado cómo el cambio climático está afectando a las reservas de TWS a nivel global. Ahora, por primera vez, nuestro trabajo aporta luz sobre este tema y alerta sobre su evolución negativa a medio y largo plazo”.
Otro de los autores del estudio, el investigador Farshid Felfelani, explica que “los nuevos avances en el seguimiento de los modelos hidrológicos, combinados con los que muestran la evolución de la crisis climática, nos permiten tener una visión mucho más detallada sobre el panorama global de las reservas de agua en el planeta. Esto nos ha permitido elaborar predicciones del futuro del acceso a las TWS y del desarrollo de las sequías futuras”. Y continúa: “Tenemos una gran confianza en la veracidad de los resultados obtenidos, dado que hemos elaborado docenas de modelos y todos ellos concuerdan en las predicciones”. De hecho, el estudio que han llevado a cabo se basa en más de 27 simulaciones climáticas e hidrológicas que tienen en cuenta la evolución de este panorama en los próximos 125 años. Estos modelos han sido elaborados gracias a un gran proyecto internacional llamado Inter-Sectoral Impact Model Intercomparison Project (Isimip).
“Nuestros descubrimientos vienen a justificar todavía más por qué necesitamos mitigar la crisis climática. Evitar los efectos del cambio climático en el acceso a las reservas de agua y el aumento de las sequías (de lo que no teníamos pruebas hasta ahora) es esencial”, explica Yadu Pokhrel. Y finaliza: “Necesitamos comprometernos a llevar a cabo una mejor gestión de los recursos naturales, muy especialmente del agua, así como adelantarnos y adaptarnos a los diferentes escenarios para evitar unas consecuencias que podrían resultar catastróficas a nivel socioeconómico”.