El conflicto por los aranceles obliga a compañías radicadas en el gigante asiático a repensar sus estrategias para proteger sus cadenas de suministro.
La intensificación del conflicto comercial sino-estadounidense está obligando a los fabricantes con sede en China y sus clientes estadounidenses a repensar las complejas y extensas cadenas de suministro que vinculan estrechamente a las dos mayores economías del mundo.
“Si bien China seguirá siendo una parte importante de nuestra plataforma de producción mundial en la próxima década, hemos acelerado el desarrollo en otros países de bajo costo y en Estados Unidos”, señaló Joseph Galli, director ejecutivo de Techtronic, que fabrica la mayoría de sus herramientas eléctricas en China y genera tres cuartas partes de sus ingresos en Estados Unidos en productos entre los que se incluyen aspiradoras. “El interés en Vietnam a corto plazo compensa el impacto que podrían llegar a tener los aranceles en Estados Unidos en el futuro”.
Hasta ahora, el gobierno de Trump impuso aranceles del 25% a productos chinos por valor de u$s 50.000 millones y está considerando aplicar aranceles similares a otros u$s 200.000 millones de exportaciones chinas, a modo de castigo a Beijing por emplear prácticas comerciales desleales, entre ellas transferencias forzosas de tecnología y robo de propiedad intelectual.
La mayoría de los bienes de consumo fueron excluidos de los listados de aranceles a fin de reducir el perjuicio que vienen sufriendo los consumidores estadounidenses. Pero los ejecutivos de la industria manufacturera y minorista temen que, frente a la negativa de Beijing y Washington a ceder, la gama de productos afectados pueda llegar a ampliarse.
Clara Chan, directora de un grupo de lobby que representa los intereses de 150 fabricantes de Hong Kong que emplean a más de un millón de personas en China, dijo que, si bien los directivos de las fábricas estaban acostumbrados al manejo de perturbaciones, desde subas repentinas de salarios hasta aumentos de precios de materias primas, el grado de incertidumbre relacionada con la guerra comercial se ha vuelto un desafío “muy diferente”.
“Es el momento de que la industria manufacturera reflexione sobre la manera de diversificar el riesgo, ya sea para actualizar productos y añadir más valor o expandir la producción a otras regiones”, señaló Chan, presidenta del Consejo de Jóvenes Industriales de Hong Kong y directora ejecutiva de una empresa de producción de metales en China.
China es, por lejos, el mayor exportador mundial de productos manufacturados. No obstante, algunos propietarios de fábricas empezaron a mudar la producción a otros países en desarrollo, como Bangladesh, Camboya y Vietnam, durante la última década en busca de salarios más bajos y cobertura contra el riesgo político y económico derivado de la dependencia de un país.
Los propietarios de fábricas y los compradores estadounidenses sostienen que la guerra comercial intensificará este cambio.
La inclusión de los bolsos en el tramo propuesto de aranceles por u$s 200.000 millones dejó a los ejecutivos estadounidenses confundidos en busca de centros de producción alternativos fuera de China.
Steve Madden, que empezó a trasladar parte de su producción de bolsos de China a Camboya hace tres años, comentó hace poco a los inversores que estaba diseñando un plan para duplicar la producción camboyana el año próximo a aproximadamente el 30% del total, además de considerar subas de precios en Estados Unidos.
Michael McNamara, director ejecutivo de Flex, que fabrica productos de electrónica para todas las marcas, desde Bose hasta Google, considera que es “inevitable” que las empresas reduzcan su dependencia de China, aunque llevará tiempo.
“A largo plazo, creemos que muchos clientes pedirán procesos de fabricación más regionales para acortar la cadena de suministro y reducir el riesgo de los efectos arancelarios”, señaló en una teleconferencia para presentar los estados financieros.
No obstante, salvo que las empresas ya tengan relaciones con fábricas, proveedores y gobiernos, cuesta dar el salto a nuevos mercados en desarrollo donde las leyes de inversión a menudo no son claras y la normativa laboral y ambiental es laxa.
Spencer Fung, director ejecutivo de Li & Fung, que ayuda a los minoristas estadounidenses, incluidos Walmart y Kohls, a abastecerse de productos de fábricas de todo el mundo, señaló que aunque “muchas personas estén desesperadas por irse de China”, estabilizar la producción en un nuevo país puede demorar de uno a dos años.
Vietnam estuvo en el centro de las estrategias de producción “China más uno” de muchas compañías en los últimos años, y atrajo inversiones de compañías como Samsung, el grupo surcoreano de electrónica, Daikin, el grupo japonés de aires acondicionados, y Techtronic.
Muchos fabricantes de indumentaria que producen para marcas de moda de Europa y Estados Unidos se mudaron de China a Vietnam. Sheng Lu, profesor adjunto de estudios de moda de la Universidad de Delaware, dijo que quedaban pocos trabajadores o fábricas libres. Y añadió: “Si no estás en Vietnam a esta altura, es probable que ya sea demasiado tarde”.
Larry Sloven, ejecutivo de Capstone, que vende iluminación LED fabricada en China a Estados Unidos, dijo que era mucho más fácil trasladar máquinas de coser a un nuevo país que replicar la compleja red de proveedores que se requiere en la industria de la electrónica.
“Todo el mundo está buscando una forma de protegerse, pero no es tan fácil”, señaló el ejecutivo. “Pensemos en todos los componentes que intervienen en la fabricación de un producto electrónico: todos provienen de China”.
Pese a perder parte del mercado frente a países con salarios más bajos, China representó el 35% de las exportaciones mundiales de prendas de vestir el año pasado, en comparación con solo el 6,5% de Bangladesh, 5,9% de Vietnam y 1,6% de Camboya. Según la Organización Mundial del Comercio, ocupa un lugar similar en los segmentos de equipamiento de oficina y telecomunicaciones.
En lugar de replegarse frente a la presión, Fung dijo que esperaba que las fábricas chinas respondieran buscando formas de impulsar la competitividad, desde la automatización hasta el desarrollo de productos de mayor valor agregado.
“No creo que el dueño de una fábrica en China simplemente deje que el negocio se le escape y cierre la puerta: empezará a afilar el lápiz”, sostuvo Fung. “No creo que la capacidad disminuya de manera significativa en China”.
Márgenes bajo amenaza
La responsabilidad de pagar los aranceles impuestos por el gobierno de Trump recaerá oficialmente en los importadores estadounidenses de los productos afectados, escribe Ben Bland.
Pero los ejecutivos sostienen que es probable que los daños se extiendan por toda la cadena de suministro y perjudiquen a todos, desde los consumidores en un extremo hasta las fábricas chinas en el otro.
Según Panjiva, una división de S&P Global, el proveedor de información financiera, de casi 200 compañías estadounidenses que mencionaron los aranceles al exponer sus últimos estados financieros mediante teleconferencias, el 47% sostuvo que elevaría los precios al consumidor.
Como los aranceles se aplican sobre los precios de importación al por mayor -antes de los márgenes al por menor- no será preciso que los precios al consumidor aumenten en el mismo porcentaje que el arancel para cubrir el costo.
Por ejemplo, Edward Rosenfeld, director ejecutivo de Steve Madden, dijo en una teleconferencia sobre los estados financieros que, de un cálculo aproximado se desprende que los precios minoristas tendrían que aumentar alrededor del 3,5% para compensar un arancel del 10%.
Pero dadas las dificultades que atraviesa el mercado minorista estadounidense, los analistas dijeron que, en cualquier caso, era poco probable que los minoristas transfirieran la totalidad de los costos a los consumidores.