El investigador oncólogo Daniel Gómez trabaja en los laboratorios de la Universidad de Quilmes. Según ha observado, el cáncer causa más de 60.000 muertes al año en Argentina, equiparando los índices de las grandes ciudades de Europa. “El 75% de los cánceres son prevenibles o curables. Nos queda un 25% que sí, a lo mejor no podemos curar, pero podemos ayudar con medidas paliativas”, agregó.
En los laboratorios de Oncología Molecular de la Universidad de Quilmes se investiga y experimenta con un ojo puesto sobre la realidad del país. A la vanguardia de esta ciencia está el investigador oncólogo Daniel Gómez, ex rector de la Universidad y uno de los científicos más destacados de esta especialidad en América Latina.
“Investigar es maravillarse, es esa conducta primigenia que tenemos cuando somos, chicos de encontrar algo y que nos sorprenda. Bueno, de alguna manera eso es la ciencia: la capacidad de tratar de sorprendernos porque la vida es dura y por eso buscamos volver a esas sorpresas infantiles”, remarcó. A pesar de tener 30 años en su trabajo, se sigue sorprendiendo: “sin eso, no tiene sentido hacerlo. Emerson era el que decía que la base de la ciencia estaba en la curiosidad”.
En su quehacer cotidiano, es algo muy frecuente en su trabajo dejarse sorprender por ciertas cuestiones. Y Gómez recordó así su “última vez”: “debe haber sido hace 6 meses, cuando redacté un nuevo proyecto para presentar al área de Fondos del Rectorado para que nos provea de financiamiento y encontré, digamos, una hipótesis, que puede ser cierta o no, pero que a mis ojos parecía posiblemente cierta. Eso despertó en mí ese entusiasmo, esa sorpresa del logro posible, de que la magnificencia de la vida o la magnificencia de la Naturaleza puede estar a la vuelta de la vida y podemos tener la herramienta para encontrarla”.
Dentro de su periplo de investigación, tiene algunos logros destacados que comentó: “el trabajo que realicé en Estados Unidos, mayormente, sobre cómo las células tumorales salían de los vasos sanguíneos a través de unas enzimas para invadir y hacer metástasis. Por esa investigación recibí el Premio Guggenheim. La otra fue la investigación sobre otra enzima, la telomerasa. Todas las células mueren; sin embargo, las células tumorales son inmortales. ¿Por qué son inmortales? Porque expresan una enzima que se llama telomerasa y nosotros fuimos uno de los primeros grupos en inhibir la telomerasa por completo y hacer que la célula tumoral muriera como una célula normal”.
Uno de los grandes misterios de la ciencia actual tiene que ver con encontrar la cura para una enfermedad tan cruel como el cáncer, en sus diferentes variantes. Sobre los motivos por los cuales no se ha dado aún con un tratamiento curativo, Gómez puntualizó: “el cáncer es pleiotrópico, es decir, tiene muchas facetas, muchas caras, muchas causas; y las células cancerosas son un organismo vivo capaz de adaptarse a las diferentes cosas que nosotros podamos hacer. Cuando tratamos las células tumorales con quimioterapia, matamos al 95% de esas células. Es muy efectivo, pero queda el 5% que son resistentes; y ésas generan, entonces, un nuevo tumor que resiste la quimioterapia anterior. La célula tumoral está, por decirlo de alguna manera, programada para sobrevivir, para no morir y para conquistar otros tejidos: eso es la metástasis. Cada uno de esos diversos tipos tumorales, a lo mejor, tiene un elemento particular que es el que maneja esa conducta de inmortalidad. Un elemento señalizador que le manda siempre una señal de ‘seguí viviendo’. Lo que hacemos en este laboratorio es estudiar algunos tipos tumorales, qué tipo de señal es la predominante y tratar de construir inhibidores para esa señal. En la práctica, serían nuevos medicamentos que apunten al eje central por el cual ese tumor es inmortal”.
En este sentido, dejó un concepto muy interesante, un patrón de “cáncer argentino”: “de acuerdo al IARC, la Agencia Internacional de Investigación sobre Cáncer, que analiza las estadísticas epidemiológicas de todo el mundo, podemos hablar de que Argentina es un país donde la frecuencia de cáncer es media-alta. Para tener un parámetro, muchos países africanos tienen frecuencia baja; y los europeos, media-alta como nosotros. Dentro del país tenemos subregiones, como la Capital Federal, que mantiene índices de cáncer similares a los de Austria; y provincias como Jujuy y Salta que tienen una incidencia alta como la de otros países latinoamericanos. La mayor frecuencia de los tumores que se dan en nuestro país es de cáncer de pulmón, de mama, de próstata y de colon rectal”.
Su trabajo ha llegado a diferentes lugares. Incluso, se fabrica una medicina basada en su investigación. “Lo hicimos en conjunto en este laboratorio, que tiene como director científico al Dr. Daniel Alonso. Trabajamos con una droga denominada Dermopresina y esa investigación fue patentada en EEUU, Europa y Hong Kong como una medicina que disminuye el sangrado quirúrgico durante las cirugías y podría tener algún efecto antimetastásico que está en estudio. La compañía argentina Biogénesis se interesó en ese desarrollo y lo comenzó a comercializar para tumores de mama en perros; y está en curso el ensayo clínico en seres humanos”, contó Gómez.
A su vez, afirmó que “el 75% de los cánceres son prevenibles o curables. Nos queda un 25% que sí, a lo mejor no podemos curar, pero podemos ayudar con medidas paliativas”. Después de años de trabajo, pudo resaltar que “salvo algunos tumores sanguíneos, los cánceres son más abundantes en una determinada franja etaria, que es a partir de los 50 años. Cuando el promedio de vida era de apenas 35 o 40 años, nos moríamos de enfermedades infecciosas y no nos preocupaba el cáncer. Hoy los promedios de cáncer se mantienen, pero se ven más porque vivimos más. Esto, con la excepción del cáncer de pulmón femenino, que tiene que ver con viejas campañas para que la mujer fume. Hoy estamos viendo las consecuencias”.
En medio de esta realidad, Gómez subrayó que sólo el 2% de las investigaciones terminan en soluciones efectivas contra una enfermedad: “el método científico se basa en la prueba y el error. Y el error no es un fracaso de la ciencia sino una herramienta más de construcción; o sea, un camino no válido sobre el cual tenemos que construir otro camino posible. Como decía Newton, ‘si yo llegué a donde llegué, si yo vi lo que vi, es porque me paré sobre los hombros de gigantes, gigante anónimos’. Son los que investigaron antes”.
Dentro del amplio espectro de investigaciones que se pueden llevar adelante, Daniel Gómez afirmó que “hay que priorizar aquellas problemáticas que nos afectan como argentinos. Pero tener, además, una base amplia donde formar recursos humanos. En los laboratorios nos hacemos la pregunta: ¿tendríamos que dejar de investigar esto porque en Estados Unidos o Europa lo hacen mejor? No, porque la investigación científica no es un hecho cultural, es un hecho productivo. Si nosotros idealmente deberíamos modificar nuestra matriz económica a través del valor agregado que da la ciencia con nuevos conocimientos, la investigación científica no puede ser el privilegio de los países desarrollados sino que tiene que ser la herramienta de todos, por la cual llegaremos a niveles de desarrollo más rápidos, más sustentables; pero sobre todo, más dignos”.