Se cuidan con las comidas, hacen gimnasia hasta antes de parir y retoman la actividad física a los dos meses del nacimiento.
En algunas revistas, con cierta frecuencia se encuentran fotos de embarazadas semi desnudas en poses sugerentes, que exhiben orgullosas una redondez perfecta en el vientre. Pero tampoco las que se ven en las calles se quedan atrás: muchas se mantienen flacas y buscan resaltar sus panzas con remeras ajustadas. Lejos de aprovechar “la dulce espera” para relajarse con la figura del cuerpo, cada vez son más las que concentran esfuerzos para mantenerse en línea. Algunas hasta la obsesión.
“El sentido de la estética está más arraigado. Antes las mujeres se enfocaban exclusivamente en la maternidad, y dejaban la figura de lado. Ahora se cuidan con las comidas, hacen gimnasia y piden nutricionista si sienten que no pueden controlar el peso”, diferencia el obstetra José Nieves, del Hospital Italiano. Aunque plantea que la situación cambia según el grupo social de pertenencia: las mujeres de clase media y media -alta se cuidarían más.
El antropólogo Héctor Lahitte plantea que a diferencia de otras épocas en las que las mujeres vestían amplios batones para disimular la panza -que representaba la prueba irrefutable de que habían mantenido relaciones sexuales- en los últimos años el embarazo se fue sensualizando.
“De este proceso se desprendieron dos vertientes: por un lado están las mujeres que exhiben orgullosas la panza, y otras que asumen su embarazo y aparentan querer mostrarlo fotografiándose con poca ropa, pero en realidad se esfuerzan en evitar los cambios corporales que naturalmente produce ese estado”, dice el antropólogo.
En algunos casos, el fanatismo por el cuerpo lleva a extremar los controles sobre el peso a un punto que puede resultar perjudicial para la salud. Como el caso de la modelo estadounidense Sarah Stage, que causó revuelo cuando publicó fotos en traje de baño, en las que se la ve casi sin panza con ocho meses y medio de gestación.
Para un embarazo saludable, el obstetra Nieves plantea que se debe aumentar cuatro o cinco kilos en la primera mitad y siete u ocho en la segunda, para alcanzar un total de 11 o 12 kilos en los nueve meses de embarazo. “Es importante que se cuiden desde el principio, porque en la segunda mitad se engorda con mayor facilidad”, señala el médico y alerta que también el aumento excesivo de peso es riesgoso y puede provocar diabetes, problemas de presión u otras alteraciones.
Para la nutricionista Ximena Barcia, miembro de la comisión directiva del Colegio de Nutricionistas de la Provincia de Buenos Aires, “no es necesario aumentar más de 9 kilos sí o sí”. Plantea que en algunos casos “se pueden aumentar siete y no deja de ser un embarazo saludable”. De hecho, a las obesas no se les recomienda subir más de seis o siete kilos.
MAS CONSULTAS A NUTRICIONISTAS
La especialista manifiesta que en los últimos años aumentaron las consultas de las embarazadas a nutricionistas: “Aunque en general hay un poco más de obsesión con el cuerpo, no siempre la preocupación es estética, también hay más consciencia sobre la importancia de una buena alimentación”.
Con respecto al peso, también habría cambiado la actitud de los médicos: “Ahora son más exigentes, controlan mucho más que antes a sus pacientes, y derivan con mayor frecuencia a nutricionistas”, afirma Barcia.
Agustina Lombardi tiene 30 años y en los ocho meses que lleva de embarazo aumentó 12 kilos. Hace gimnasia para embarazadas y dice que aunque intenta comer sano, también se da algunos gustos. Cuenta que intenta relajarse con la figura, pero recuerda que en el embarazo anterior había aumentado menos, y confiesa que algunos días ese tema le preocupa.
Barcia cuenta que algunas visitan al nutricionista apenas se enteran del estado para que el aumento de peso sea controlado, y sostiene que la mayoría engorda unos cinco kilos menos de lo que solían subir las mujeres de generaciones anteriores. La especialista nota una mayor preocupación por el cuerpo y, en algunas embarazadas, un cierto temor a no poder recuperar la figura después del parto.
Aunque la tendencia es cuidarse, también están las mujeres que “viven dietando” y en el embarazo se relajan, aprovechan para comer y engordan bastante más de lo aconsejable. En estos casos, las consecuencias se sufren después: “Es peligroso y generalmente no vuelven a recuperar el peso inicial porque les cambia el metabolismo”, advierte Nieves.
En el caso de las que se cuidan con las comidas, la nutricionista afirma que generalmente al año de haber parido logran volver al peso previo al embarazo. “El plazo mínimo que se necesita para que el cuerpo se reacomode y para bajar los kilos de más es de seis meses”, sostiene la especialista, y afirma que amamantar ayuda a bajar de peso.
Además de cuidarse en las comidas, también es frecuente encontrar embarazadas practicando alguna actividad física. De hecho, en algunos gimnasios ofrecen clases exclusivas para mujeres en este estado. Y ya no se trata, como años atrás, únicamente de ejercicios de estiramiento, relajación y respiración. También apuntan a mantener la figura y a tonificar músculos.
Lorena Ribot es autora del libro “De mujeres y de partos” y da clases de gimnasia para embarazadas. Dice que las mujeres si se sienten bien y el médico las autoriza van a las clases hasta días antes de parir, y que retoman la actividad física al mes y medio de haber parido.
En general son mujeres que realizaban alguna actividad física antes del embarazo y no quieren abandonar la gimnasia. Según cuenta la profesora, además de la estética les interesa la salud.
“Las mujeres quieren seguir sintiéndose lindas y atractivas durante el embarazo”, dice Ribot, y plantea que la gimnasia especializada es algo relativamente nuevo: “Antes sólo se pensaba en prepararse para el parto, ahora cambió. Y tampoco se le dice más a la mujer que coma por dos”.
Con respecto a la figura, Ribot propone desterrar el mito de que con esfuerzo el cuerpo puede volver a quedar igual que antes del embarazo: “La piel sufre un estiramiento muy grande y después queda un poquito más floja. No vuelve a su estado original”.
Sin embargo, plantea que esto no debe ser entendido como algo negativo: “El hijo deja marcas emocionales y corporales. No se puede hacer como que nada pasó. Hay que aceptar las marcas como señales positivas de la maternidad”.