El Sinn Féin, partido nacionalista de izquierda vinculado a la organización armada que sembró el terror en busca de la reunificación irlandesa, lidera las encuestas por primera vez en su historia. Las razones de su ascenso y las posibles consecuencia de que sea la fuerza más votada.
A casi un siglo de su primera elección como país independiente del Reino Unido, y a solo una semana del Brexit, Irlanda organiza este sábado uno de los comicios más inciertos de su historia reciente. Como nunca antes, está en discusión la supremacía de los dos partidos que dominan la vida política de la República desde su fundación: Fine Gael (“Familia de los Irlandeses”), la fuerza del taoiseach (primer ministro) Leo Varadkar, y Fianna Fáil (“Soldados del Destino”).
Ambos partidos son ideológicamente difusos. Tienen vertientes conservadoras y progresistas en su interior, y coinciden en su liberalismo en materia económica. La mayor diferencia es histórica: los fundadores de Fine Gael apoyaron el Tratado Anglo-irlandés que puso fin a la guerra de independencia (1919 — 1921), pero los de Fianna Fáil se opusieron, porque convirtió a Irlanda en un dominio británico en vez de proclamar una república —algo que se concretaría en 1937— y aceptó la partición de hecho en el norte del país.
Los bandos contrarios se enfrentaron en la Guerra Civil Irlandesa (1922 — 1923), que terminaría con el triunfo de los primeros. Con el correr de los años, la enemistad se fue apaciguando y los partidos se fueron pareciendo cada vez más. De hecho, Fianna Fáil, que fue expulsado del poder en 2011, castigado por la severa crisis económica que atravesaba el país, le dio apoyo parlamentario a Fine Gael para formar un gobierno minoritario en 2017.
Leo Varadkar se convirtió entonces, a los 38 años, en el taoiseach más joven en la historia del país y en el primero abiertamente gay. El éxito diplomático que significó haber encolumnado a la Unión Europea (UE) detrás suyo para forzar al Reino Unido a un acuerdo que evitó un Brexit caótico —potencialmente catastrófico para Irlanda— vaticinaba una buena elección.
Sin embargo, extinta la amenaza de una ruptura británica traumática en 2020, el eje de la campaña se desplazó hacia cuestiones de política doméstica que estaban siendo desatendidas por el gobierno. Irlanda tiene 4,8 millones de habitantes, un PIB per cápita de 76.880 dólares (cuarto más alto de Europa) y un Índice de Desarrollo Humano de 0,942 (3º a nivel mundial). Es un país muy próspero, pero la crisis financiera internacional de 2008 destapó los problemas de su modelo de desarrollo, causa de un descontento creciente en parte de su población.
“El Brexit está teniendo muy poca influencia en esta elección. Poco del debate político gira a su alrededor, y otras cuestiones ocupan la mayor parte, sobre todo el costo de la vivienda, las preocupaciones generales en torno al medio ambiente, la atención de la salud y los impuestos. La gente tiende a considerar al Brexit como un hecho consumado. Su impacto en Irlanda, tanto político como económico, es todavía desconocido, pero no es el centro de ninguna discusión en este momento”, dijo a Infobae Johan A. Elkink, profesor de la Escuela de Política y Relaciones Internacionales del University College Dublin.
En este contexto, el partido que parece en mejores condiciones de canalizar ese malestar es Sinn Féin (“Nosotros mismos”), que hasta hace poco era un paria en la política irlandesa. Fundado en 1905 por Arthur Griffith, fue el principal impulsor de la independencia y de la formación de una república, pero se fue quedando solo por sus posiciones sectarias.
A diferencia de los otros, Sinn Féin (SF) tiene una ideología más definida. Propugna una izquierda nacionalista y republicana, con algunos elementos de la retórica populista, y tiene como meta la reunificación de Irlanda. Es el único partido que también tiene presencia en Irlanda del Norte, donde se reparte el poder local con el DUP, que defiende la pertenencia al Reino Unido. Si bien tiene una pequeña representación en el Parlamento Británico, sus miembros no asumen las bancas que ganan en las elecciones.
Sinn Féin quedó marcado por ser considerado el brazo político del IRA Provisional (Ejército Republicano de Irlanda), la organización armada que surgió en 1969 para forzar la unidad irlandesa a través de la violencia y del terror. Sus líderes históricos, como Gerry Adams, siempre negaron el vínculo con la guerrilla urbana, pero las evidencias se fueron acumulando con los años.
No obstante, mutó después del Acuerdo de Viernes Santo, que puso fin al conflicto armado en 1998. El partido se concentró en acumular poder en las instituciones políticas de la República de Irlanda y empezó a invertir más energía en los procesos electorales. El reemplazo de Adams por Mary Lou McDonald en la dirección ayudó a profundizar la renovación desde 2018.
“El auge de Sinn Fein —continuó Elkink— está relacionado con la insatisfacción con los dos partidos principales, que en términos de ideología y programa suelen ser difíciles de distinguir, y con una generación más joven de votantes, que conoce menos los conflictos en Irlanda del Norte. De ser el partido republicano del norte, a menudo asociado con el IRA, se convirtió en un partido general de izquierda en la República de Irlanda”.
Según la última encuesta difundida por The Irish Times, llega a las elecciones con un 25% de intención de voto, superando a Fianna Fáil (23%) y a Fine Gael (20%). Eso obligó a la cadena RTE a invitar por primera vez a su líder a participar del debate de candidatos, que protagonizó esta semana junto a Varadkar y a Micheál Martin, de Fianna Fáil.
Es cierto que la diferencia es mínima y que presentó menos candidatos que sus rivales, asumiendo que no iba a sacar tantos votos. Así que es prácticamente imposible que consiga la mayoría de la Dáil Éireann, la cámara baja del Parlamento (Oireachtas), y que pueda formar gobierno. Pero la eventualidad de que resulte la primera fuerza del país implica un cambio profundo en la política irlandesa.
“La larga historia de SF como ‘ala política del IRA’ lo hace profundamente desagradable para muchos votantes que tienen la edad suficiente para recordar los horrores del conflicto, y están hartos de su doble discurso, su racionalización de la violencia brutal y a menudo sectaria, y su total falta de responsabilidad por la ilegalidad. Es cierto que cerraron la etapa de la ‘lucha armada’ y entraron en el proceso de paz en Irlanda del Norte, lo cual es grandioso. Pero su continua resistencia a rendir cuentas es un hábito profundamente arraigado. Sin embargo, muchos jóvenes no tienen idea de lo que estuvo en juego durante todo este tiempo y SF fue capaz de generar una imagen favorable entre ellos, como una alternativa radical, que tiene el atractivo del outsider”, sostuvo Niamh Hardiman, directora del Programa de Políticas Públicas del University College Dublin, en diálogo con Infobae.
Irlanda después del Brexit
Cerca de 3.500 personas murieron en el marco del conflicto que durante 30 años tuvo como epicentro a Irlanda del Norte. La mayoría, como resultado de atentados del IRA, pero muchas por ataques de grupos paramilitares pro británicos y por abusos de las propias fuerzas del Reino Unido.
La UE fue muy importante para la pacificación de Irlanda. La violencia estalló de manera generalizada a fines de los 60, tras una serie de protestas por el trato discriminatorio que recibían los católicos, mayoría en el sur de Irlanda, pero minoría en el Norte. El disparador fue la construcción de muros para aislar a sus comunidades.
Uno de los objetivos de los acuerdos de 1998 que sellaron el cese de hostilidades y la disolución del IRA —aunque algunas células continúan activas— era derribar los muros y aumentar la integración. Como el Reino Unido e Irlanda formaban parte de la UE desde 1973 —cuando era la Comunidad Económica Europea—, se facilitó el desmantelamiento de los controles fronterizos y comenzó un intercambio comercial y de personas creciente en la isla.
Ese nuevo orden empezó a tambalear en 2016, cuando el Brexit se impuso en un histórico referéndum celebrado en el Reino Unido. Más allá del severo impacto que suponía una salida abrupta para la economía irlandesa, que está muy imbricada con la británica, la ruptura podía poner en peligro la paz alcanzada.
Ese fue uno de los mayores obstáculos de las negociaciones entre Londres y Bruselas en los tres años y medio que pasaron. Dublín exigía, a través de la UE, que no hubiera una frontera estricta con Irlanda del Norte, pero el ala dura del Partido Conservador británico y el DUP norirlandés rechazaban que la salida de Europa fuera parcial.
La ex primera ministra Theresa May alcanzó un acuerdo con los líderes europeos que incluía el backstop, que estipulaba que Irlanda del Norte siguiera perteneciendo a la unión aduanera de la UE en caso de que no hubiera un acuerdo antes de la fecha límite para el Brexit. Pero el Parlamento británico rechazó el pacto en tres ocasiones y May renunció.
Tras varios meses de incertidumbre, Boris Johnson, su sucesor, alcanzó un acuerdo muy parecido con Varadkar tras un encuentro de tres horas que mantuvieron el 10 de octubre pasado en Wirral, en el noroeste de Inglaterra. Si bien Irlanda del Norte abandonó la UE junto al resto del Reino Unido este 31 de enero, y dejará de estar formalmente bajo las reglas comerciales europeas el 31 de diciembre, cuando finalice el período de transición, en los hechos seguirá operando de la misma manera, y no habrá controles fronterizos como se temía.
“El principal papel del Brexit en esta elección fue determinar sus tiempos. Como era un gran desafío para el gobierno irlandés y para la economía, proporcionó una justificación para continuar el acuerdo bajo el cual Fianna Fáil apoyó a Fine Gael por mucho más tiempo del que se esperaba. El Brexit también pareció darle al taoiseach y a su partido un impulso en los sondeos de opinión en otoño, cuando llegó al acuerdo con Johnson. Pero ese impulso no sobrevivió al año nuevo. Esto ha ido en detrimento de Fine Gael, que planeaba enfatizar su manejo del Brexit y los desafíos que se avecinan”, explicó Conor Little, profesor del Departamento de Política y Administración Pública de la Universidad de Limerick, consultado por Infobae.
Varadkar presentó el pacto con Johnson como un gran triunfo diplomático, y la mayoría de los analistas estuvo de acuerdo. Pero octubre quedó muy lejos y los potenciales efectos nocivos del Brexit fueron siempre algo etéreo para muchos irlandeses, más preocupados por los problemas que enfrentan en su vida cotidiana.
Paradójicamente, si no se hubiera llegado a una solución negociada y la tensión con los vecinos continuara en el centro de la escena, es posible que el oficialismo habría llegado en mejores condiciones a las urnas. Al mismo tiempo, a pesar de la importancia que tuvo la UE en las negociaciones y en el crecimiento económico de Irlanda en los últimos años, la fuerza que más creció es la única euroescéptica.
Sinn Féin, que encuentra en el nacionalismo una de sus razones de ser, miró siempre con desconfianza el proceso de integración y votó en contra en el referéndum de 1972 que definió la incorporación al bloque regional. Si bien no llega a plantear un Irexit, se opone a la idea de un estado supranacional porque implica una reducción de la soberanía.
“El Brexit no importa como tema en las elecciones. Si fuera relevante, podría ayudar a Varadkar, pero hubo poco desacuerdo entre los partidos con respecto a la forma en que Irlanda debía abordar la cuestión en los últimos años, y si bien el Taoiseach contaba con el apoyo del público, cualquiera que sea el crédito que los irlandeses puedan concederle, no se traduce en votos. Las elecciones se disputan en base a cuestiones internas. Temas como la vivienda, las pensiones y la salud importan más, y han ayudado a Sinn Féin a desafiar a los dos principales partidos, que son de centroderecha”, dijo a Infobae Heinz Brandenburg, director de la Escuela de Gobierno y Política Pública de la Universidad de Strathclyde.
Detrás del avance de Sinn Féin
Desde 2011, los gobiernos de Fine Gael —primero con Enda Kenny y luego con Varadkar— pueden presumir de los grandes números de la economía. En un contexto de estancamiento para muchos países europeos, el PIB creció 6,9% promedio en los últimos tres años, según las estimaciones del FMI. El desempleo, que en 2012 llegó a un récord de 16%, descendió hasta el 4,8% actual.
Sin embargo, por debajo de esas cifras hay realidades contradictorias. Con la crisis creció la desigualdad, que ya venía en aumento, y se agravaron algunos problemas estructurales que enfrenta el país desde hace tiempo, como el deterioro de los servicios públicos y el déficit habitacional.
“Uno de los desafíos es la escasez de viviendas disponibles a precios asequibles, el cese virtual de las construcciones sociales, el valor desbocado de los alquileres en las ciudades y la mala calidad de las propiedades disponibles —dijo Hardiman—. Siempre ha habido alrededor de un 25% de la población que nunca será propietaria y que necesita una provisión social y que ahora está compitiendo por el mercado de alquiler privado. Otro asunto preocupante es la salud. La atención primaria es cara y puede ser difícil acceder a ella. Esto empuja a más y más personas a hacer consultas en los hospitales para todo tipo de dolencias. Hay una drástica escasez de camas y un grave hacinamiento”.
No es extraño que Sinn Féin, con su discurso de izquierda, que pone el acento en la protección social y en reducir la desigualdad, haya sumado adeptos. El primer salto lo dio en 2011, cuando se realizaron las primeras elecciones posteriores a la crisis de 2008, en las que quedó cuarto con 10%, y Fianna Fáil, que llevaba más de una década en el poder, sufrió un derrumbe.
“Las elecciones de 2011 y 2016 fueron de las más volátiles de la historia, con un gran número de votantes abandonando los partidos gobernantes —dijo Little—. Los hábitos de voto cambiaron. Hay muchos electorales que están débilmente vinculados a una fuerza en particular y es probable que busquen un nuevo candidato o partido. En 2011, esto se reflejó en el éxito de los postulantes independientes, y en 2020 puede reflejarse en el éxito de Sinn Féin, que tiene la ventaja de no verse afectado por la participación en ningún gobierno en la República de Irlanda. El acuerdo entre Fine Gael y Fianna Fáil le permite afirmar que es la verdadera oposición”.
SF tuvo su mayor avance hasta acá en los comicios de 2016, en los que llegó a 13,8 por ciento. Desde ese momento superó en el tercer lugar al Partido Laborista, la otra fuerza que se ubica a la izquierda de las dos más tradicionales, pero que en reiteradas ocasiones gobernó con ellas como socia minoritaria. Eso diferencia a SF y le da un matiz antisistema que lo favorece en un contexto de desafección.
“El aumento del apoyo a Sinn Féin se debe en gran medida al deseo de cambio del electorado. Mary Lou McDonald ha recordado constantemente al público el historial de Fianna Fáil y Fine Gael en el gobierno, y dado que la vivienda es una preocupación tan grande, su partido ha esbozado planes ambiciosos en relación a este fenómeno. Ella se presenta a sí misma y a su partido como una alternativa al statu quo, atrayendo un gran número de votos de jóvenes, pero también en el grupo de edad de 35 a 44 años, particularmente afectado por la situación habitacional”, sostuvo Fiona Buckley, profesora del Departamento de Gobierno y Política del University College Cork, en diálogo con Infobae.
Preocupados por los últimos sondeos, los líderes de los partidos dominantes advirtieron esta semana de los riesgos que supondría un triunfo de Sinn Féin. “Les prometen a los votantes niveles de gasto y políticas que paralizarán la economía irlandesa de nuevo”, sostuvo Simon Coveney, segundo en el gobierno de Varadkar.
“SF prometió el sol, la luna y las estrellas, y algunas galaxias también —dijo Hardiman—. Nunca esperó tener la responsabilidad de cumplir esas promesas. Tiene posiciones políticas contradictorias: es ambientalista, pero está en contra del impuesto al carbono, apoya la redistribución, pero también los recortes de impuestos para muchos. Esto hace que se asemeje de alguna manera a la oleada populista y antisistema que hemos visto en otros países europeos: a favor de la protección y el bienestar social, del ‘pueblo’, y en contra del establishment, sin saber quién pagará por todo esto aparte de los ‘ricos’”.
No obstante, incluso aunque sea el partido más votado, difícilmente llegue al gobierno. Este sábado se renuevan las 160 bancas de la Dáil Éireann, que se eligen en los 39 distritos en los que se divide el país. Como en el sistema irlandés los votantes eligen a candidatos individuales —marcan al que prefieren y a su segunda opción—, si un partido presenta cinco postulantes en una jurisdicción en la que se eligen cinco legisladores, corre el riesgo de que ninguno entre al Parlamento si el voto se divide demasiado entre ellos.
Para evitar eso, y pensando que no le iba a ir tan bien, Sinn Féin tomó una decisión conservadora: presentar apenas 42 candidatos, prácticamente uno solo por distrito, para maximizar sus probabilidades de quedarse con una banca en cada uno. De modo que, aunque todos ingresen a la cámara baja, estaría muy lejos de la mayoría.
En cambio, Fine Gael y Fianna Fáil presentaron el doble de postulantes. Además, ambos partidos descartaron incluirlo en una eventual coalición de gobierno, apuntando a sus vínculos con el IRA y a sus planes económicos, que consideran irresponsables.
“Sinn Féin es un partido populista de izquierda. Su ascenso puede significar que finalmente llegó a Irlanda el populismo o la dicotomía izquierda—derecha más polarizada, porque el país nunca tuvo una división en clases o algo remotamente similar. SF también se nutre de un ligero aumento del apoyo a la unificación con Irlanda del Norte, donde es el único partido que está presionando por ello ahora mismo. Pero en última instancia, no puede ganar las elecciones, simplemente porque no tiene suficientes candidatos. Apenas la mitad de los que tienen Fianna Fail y Fine Gael, que presentan dos o tres candidatos en la mayoría de los distritos. Así que con el mismo porcentaje de votos ganarían muchos más escaños que SF”, concluyó Brandenburg.