Enseñan a manejar los sentimientos en la escuela

La educación emocional gana adeptos en Argentina. El nuevo enfoque sostiene que el colegio debe formar a los alumnos para que aprendan a regular sus emociones.

Contención emocionalLa educación emocional es un nuevo enfoque pedagógico que pone la atención en la subjetividad de los estudiantes y se propone enseñarles a manejar sus sentimientos. Los expertos aseguran que los alumnos logran ganar más confianza en sí mismos y aprenden mejor. La propuesta tiene cada vez más adeptos entre los educadores de nuestro país; en algunas provincias, como San Juan, ya se debate su incorporación a la currícula oficial.
“De esto no se habla”, “los hombres no lloran”, “no pasa nada, es cosa de grandes”, erradicar estas frases que parecen anticuadas y que, sin embargo, siguen vigentes, es uno de los objetivos que se propone la educación emocional. La idea es hablar de todo, llorar si es necesario; darles a los niños, desde la escuela, las herramientas para que liberen sus emociones, las comprendan, las valoren y autorregulen. El objetivo final: combatir situaciones negativas en el aula, que luego se reproducirán fuera del colegio, como la discriminación, la deserción y la violencia, entre otras.
El enfoque surgió a partir del concepto de “inteligencia emocional” popularizado en los ’90 por el psicólogo estadounidense Daniel Goleman. Haciendo uso del concepto acuñado por Peter Salovey, de la Universidad de Harvard, y John Mayer, de la Universidad de New Hampshire, y sustentándose en el carácter multifactorial de las inteligencias, Goleman desarrolló el concepto de “educación o alfabetización emocional”, entendiendo que el éxito de una persona depende no solo de sus condiciones intelectuales sino, más aún, de sus condiciones emocionales.
En muchos aspectos, la escuela se ha quedado atrás. Si bien se ha ido aggiornando, los especialistas coinciden en que aún reproduce modelos del siglo XIX y XX que no van de la mano con las necesidades de los jóvenes del siglo XXI. En este sentido, hay un aspecto que la escuela considera pero no formaliza, que es la cuestión emocional que cada individuo trae consigo desde que nace. “ Somos seres integrales, con lo cual no podemos dividirnos. Si un niño vive una situación de violencia en su casa y está angustiado por ella, difícilmente pueda concentrarse para estudiar ”, asegura Cecilia Gómez, técnica superior en Psicología y capacitadora en Misiones a Clarín Educación.
Un chico con dificultades de atención o retraído, violento o caprichoso, que no logra pasar de año o tiene problemas de conducta, trae consigo una mochila de emociones sin procesar. Brindarle las herramientas necesarias para afrontar sus sentimientos, valorarlos, comprenderlos y elaborarlos, es la llave hacia la alfabetización emocional. “Cuando un alumno, ante la primera dificultad, hace un berrinche o se paraliza, es necesario brindarle un abanico de respuestas posibles. Porque, quizás, la respuesta escogida sea la única conocida por él”, completa Gómez.
Por su parte, Valentina Gelardi, directora de Proyectos del Colegio Anglo-Alemán Konrad Lorenz de la Provincia de Mendoza, asegura que es preciso “considerar el desarrollo de la persona en su integralidad bio-pisco-emocional-social, desplazando los conceptos de la educación tradicional que solo ponen énfasis en los aspectos intelectuales. En la era del potencial humano, el desarrollo de la actitud se considera más fuerte y necesario que el de la competencia, porque una persona con desarrollo actitudinal adquiere las competencias que necesita”.
Según los expertos, los alumnos emocionalmente inteligentes son más felices, están más comprometidos con el aprendizaje, tienen más confianza en sí mismos y se relacionan mejor con los pares y adultos. “Ciertas emociones positivas como la alegría, la simpatía y la gratitud inhiben la agresión, previenen el rechazo de los compañeros, favorecen las respuestas asertivas y mejoran la respuesta al estrés. Cuando estas emociones no se han desarrollado lo suficiente por distintas circunstancias (pobreza, enfermedad, conflictos familiares), pueden fortalecerse mediante intervenciones sistemáticas. Es fundamental que esta estimulación se inicie pronto, ya que en edades tempranas comienzan a fijarse patrones que delinearán un perfil más o menos estable en la adultez”, recomienda Laura Oros, doctora en Psicología, docente e investigadora en la Universidad Adventista del Plata en Entre Ríos.
Gracias a la insistencia de especialistas, docentes y directivos, el tema se fue instalando; en la mayoría de los casos, de manera desordenada e informal, en distintas escuelas del país. Oros observa: “hay muchos maestros que espontáneamente deciden implementar estrategias para reducir los episodios de agresividad que se producen en el aula y para aumentar el interés de los estudiantes. Muchas de estas prácticas están basadas en sus experiencias previas o en el sentido común. Y aunque en general resultan exitosas, desconocen los fundamentos teóricos y los mecanismos psicológicos por los cuales tales procedimientos funcionan. Además, estos logros sólo se transmiten de manera informal, si es que se transmiten, lo que impide que otros docentes puedan replicar lo realizado en situaciones similares”. Junto a María Cristina Richaud de Minzi, Oros es autora del libro “Cómo inspirar emociones positivas en los niños”, una guía para la escuela y la familia que sintetiza los hallazgos de su investigación desarrollada en distintas escuelas entrerrianas durante el 2005.
Los expertos coinciden en reconocer la importancia de la sistematización y continuidad de estas intervenciones. La provincia de San Juan es la que está más cerca del cometido: la comisión de Educación de la Legislatura local estudia el proyecto elaborado por el docente y psicólogo Lucas Malaisi para que se incorpore la educación emocional a la currícula escolar. “Hasta ahora, lo hecho en las escuelas son esfuerzos aislados de los que nadie se entera. Se necesita una ley para organizar y unificar los contenidos”, enfatiza Malaisi.