El Director de Investigación y Docencia del Instituto Oncológico “Henry Moore” habló sobre una baja en la cantidad de casos detectados durante la pandemia y como se ha ido recuperando la cultura de los controles periódicos.
El diagnóstico temprano del cáncer es una de las formas más efectivas de combatir esta enfermedad, pero desde el Instituto Oncológico “Henry Moore” advirtieron que la pandemia tuvo un fuerte impacto en este apartado.
El Director de Investigación y Docencia del organismo, Dr. Enrique Gil Deza, habló a través de la 99.9 sobre los números que publicaron recientemente: “Presentamos la estadística por los 25 años del Instituto. Tenemos 56 mil pacientes asistidos y vemos un promedio de 250 nuevos pacientes por mes ya que cubrimos una población de 2 millones y medio de personas que se asisten en obras sociales, personas de clase media con acceso a la salud en Capital Federal y Gran Buenos Aires. En Pandemia nos pasó que bajamos a menos de 100 casos por mes en los primeros meses y recién ahora estamos volviendo a 220 nuevos casos por mes”.
El efecto del encierro fue dejar de hacerse los controles periódicos y eso generó una baja en el número de detecciones tempranas: “si comparamos la serie es un espejo de 2001. Es como si la pandemia nos hubiera llevado 20 años atrás en la cantidad de casos. Creemos que en la población que nosotros cuidamos, hay unos 1.500 pacientes que no volvieron a sus controles y quizás no tengan un estadio curable. Hay que volver al autocuidado”.
Para el Dr. Gil Deza el autocuidado se refiere a los controles periódicos: “hay que volver a hacer los controles que han demostrado utilidad en la prevención del cáncer como la mamografía, la colonoscopía, el papa nicolaou, en los pacientes con antecedentes familiares de cáncer, controles más cercanos y ante los síntomas no negarlo, sino ir a la consulta”.
Los avances en la ciencia han llegado también a una modificación en el diagnóstico e incluso métodos que se están comenzando a implementar o divulgar y sobre los que el especialista opinó: “hay notables avances que impactan en la calidad de vida de las personas y otro que no tanto. El cambio en las imágenes en los últimos 30 años es notable. Hay información sobre la condiciones moleculares de los tumores que abrió puertas impensadas para los tratamientos, pero en otros casos hay que ser prudentes. El problema de los estudios de sangre es que pueden detectar anomalías de la sangre que permiten diagnósticos muy precisos. Hay otras situaciones que lo que se ve en la sangre son alteraciones inespecíficas. Lo que no tenemos en cuenta cuantas de esas anormalidades se autocorrige”.
En ese sentido, fue muy claro en el grado de información que hay en la gente sobre lo que significa esta enfermedad: “la idea que tenemos del cáncer es equivocada. La inmensa mayoría piensan que es una rareza pero la verdad que una persona de 70 años probablemente haya producido 10 cánceres a lo largo de su vida y la mayoría de ellos no se desarrolló, el organismo lo controló o se autodestruyó. La dinámica de la relación entre el cáncer y el cuerpo es mucho más profunda y rica de lo que creemos. El cáncer es el precio que la vida está dispuesta a pagar para poder evolucionar. Sin mutación, no hay evolución y el cáncer es una consecuencia de una mutación indeseada”.