Atlas es un músculo artificial que cuenta con articulaciones, motores, sensores y tendones para que el niño pueda controlarlo y moverse de forma más completa.
Elena García Armada (Valladolid, 1971) es ingeniera robótica y lidera un grupo de investigación en el CSIC que ha desarrollado el primer exoesqueleto infantil del mundo. Gracias a su invento, en continua actualización, algunos niños afectados por atrofia muscular espinal consiguen caminar por primera vez.
Se llama Atlas y pesa 9 kilos. Para que sepa cómo es, imagine un pantalón o un peto hecho de piezas similares a las de un Mecano. El usuario, en este caso el niño, se pone el exoesqueleto como si fuese una prenda de ropa y, a partir de ahí, este comienza su trabajo: le ayuda a mantenerse de pie si la fuerza de sus piernas no es suficiente, y también interpreta sus intenciones para ayudarle a realizar los movimientos deseados.
Hacer un exoesqueleto para niños es mucho más complejo que hacerlo para un adulto, explica García, porque los motivos por los que unos y otros no caminan normalmente no tienen nada que ver. En el caso de los adultos, la parálisis suele deberse a un accidente, normalmente a un daño causado en la médula espinal, que ha dejado al panel de mando (el cerebro) desconectado de las extremidades. No hay daño en las articulaciones ni resistencia al movimiento. Solo hace falta un motor que impulse un aparato locomotor que en la mayoría de los casos está intacto.
No ocurre lo mismo con los niños. “Las patologías que padecen estos niños son neurológicas, en muchos casos degenerativas y muy complejas. No solamente les hacen perder la fuerza para moverse, sino que además suelen tener daños colaterales: deformaciones, temblores, espasmos…”. Somos, al fin y al cabo, seres bípedos y cuando la capacidad de caminar se pierde, el cuerpo se debilita, se deforma y sufre. Colocar un motor que impulse el movimiento sin más no es suficiente, hay que tener en cuenta todos los aspectos de la enfermedad que padecen, “tenemos que completar las funciones que el cuerpo está perdiendo”.
Por eso García se refiere a Atlas como un músculo artificial. No cuenta solo con articulaciones y motores, sino que lleva incorporados sensores, tendones y todo lo necesario para que el niño que lo lleve pueda controlarlo y moverse de forma más completa. Atlas no solo les impulsa, sino que interpreta lo que quieren hacer y les ayuda a hacerlo. El modelo actual se centra en una enfermedad concreta, la atrofia muscular espinal, una enfermedad rara pero que supone la principal causa de mortalidad infantil en los países desarrollados. “Tenemos que ir patología por patología porque hay que hacer evaluaciones clínicas del uso del dispositivo”, explicaba en esta entrevista para el CSIC.
Asegura la ingeniera que el impacto en la vida de los pacientes es enorme. “De pronto pueden caminar, pero no es solo eso, es que pueden hacer cosas que han visto hacer a otros niños y nunca pensaron que podrían hacer: juegan, dan patadas a un balón, se retan a ver cuántos pasos pueden dar…”.
Además de mejorar su calidad de vida presente, mejora las perspectivas para su futuro: al aumentar su movilidad se ralentiza el deterioro al que les somete la enfermedad. “La hipótesis es que va a retrasar la aparición de complicaciones asociadas a la falta de movilidad, como la escoliosis, una curvatura de la espalda que, cuando es muy acusada, genera una pérdida de la capacidad torácica y pulmonar y problemas respiratorios. Si retrasamos la aparición de estos síntomas, aumentará su esperanza de vida”.
LA ROBÓTICA APLICADA A LA SALUD
Tras doctorarse en Madrid y pasar una temporada en el MIT, García se especializó en robótica con orientación industrial, desarrollando exoesqueletos que potenciaban la fuerza del operario para manejar cargas pesadas.
Para esta científica vallisoletana, la posibilidad ganadora apareció el día que conoció a la familia de Daniela, una niña tetrapléjica a causa de un accidente. Viró el enfoque de sus investigaciones y solicitó un proyecto para diseñar un exoesqueleto para ella. “En tres años conseguimos que caminase”. Los resultados fueron tan positivos que se centró en conseguir que la robótica se aplicase en el campo de la salud y concretamente en la movilidad infantil.
Además, le quita a la robótica ese barniz amenazador y enemigo del ser humano que la ciencia ficción a menudo le asigna. “[La robótica] persigue ayudar al ser humano y hacerle la vida más fácil. Hay que ver siempre al robot como un amigo y no como un enemigo: las películas de ciencia ficción se empeñan en estropearnos esa cara amiga, pero la bondad de un robot la va a dar siempre su aplicación”.
LOS EXOESQUELETOS CRECERÁN CON LOS NIÑOS
En 2013 nacía Marsi Bionics, una ‘spinoff’ creada para aplicar todo lo aprendido en sus investigaciones. “Quedarnos en el laboratorio no era suficiente”. Gracias a esta empresa, que emplea ya a 13 personas, nació Atlas, que tras superar las distintas fases de desarrollo ya está listo para llegar al mercado cuando consiga la certificación CE con la que la Unión Europea marca los productos seguros y sin la cual no podría comercializarse.
Lo hará, si todo va según lo previsto, en 2019 y bajo un modelo de alquiler. “Es una forma de terapia, así que será el médico el que decida durante cuánto tiempo debe llevarlo cada paciente para ayudarle a combatir la degeneración de su enfermedad”, explica. Este modelo permitirá que los exoesqueletos vayan creciendo a medida que lo hacen los niños, así como mantenerlos siempre actualizados con los descubrimientos que vayan surgiendo de una investigación que aún tiene mucho camino por delante.