Activista de origen musulmán, desató la polémica al criticar a Podemos por enviar a las elecciones europeas a Nora Baños, una mujer con velo. Hablamos sobre izquierda, islam y feminismo.
Hace dos semanas, un artículo llamado “Fuego valyrio”, publicado en un blog semidesconocido, ocasionó una polémica tremenda. Con forma de carta abierta a Podemos, criticaba la decisión del partido morado de enviar a las elecciones europeas a Nora Baños, una mujer musulmana con velo. La autora del artículo es Mimunt Hamido, activista de origen musulmán y melillense. Se define como “mora, amazigh (bereber), magrebí, laica y musulmana por nacimiento” y está creando una red de mujeres libres de origen magrebí en España, a las que da voz en su blog “No Nos Taparán” (nonostaparan.org). Miembro de la Junta Directiva de la Asociación MediterráneoSur, actualmente imparte clases de cocina mediterránea en Estambul. Hablamos sobre izquierda, islam y feminismo con esta mujer sin velos en la lengua.
PREGUNTA. ¿Cuál ha sido tu relación con el velo a lo largo de tu vida?
RESPUESTA. Estoy acostumbrada a verlo. A mí nunca me obligó nadie a ponérmelo. Ni siquiera me lo insinuaron. Tuve una educación estricta y religiosa donde el decoro era muy importante. No llevar minifaldas, no llevar camisetas de tirantes, no salir con chicos, ser virgen, guardar el Ramadán, etcétera. Ese era mi islam, un islam tradicional que dejaba resquicios de libertad, donde nadie hacía apología del velo y a nadie se le ocurría que una niña o una joven tuviese que ponérselo. Las mujeres casadas a veces se ponían un pañuelo que dejaba ver parte de su pelo. Te estoy hablando de los años 80.
P. Desde entonces ha habido cierta regresión en el Magreb, ¿no?
R. Sí. En los 80 había chicas que empezaban a casarse con cristianos. Aunque resultara chocante para la familia, nadie pensaba que eso podía ser “haram” (pecado). Al cabo de un tiempo los padres lo aceptaban y ya está. Las chicas empezaban a estudiar fuera, en España, Londres… y la sociedad iba avanzando, dejando atrás “costumbres” que no eran ni más ni menos restrictivas que las de mis compañeras cristianas de entonces. Pero algo cambió de repente. Un día, una prima mía que se había casado y emigró a Alemania sin velo, volvió de vacaciones con él puesto. Era de la edad de mi hermano. Se querían mucho, se habían criado juntos. Pues ese día no le dio los besos de rigor y, cuando mi hermano le preguntó: ¿no me vas a saludar? Ella le dijo: ya no, ahora soy una mujer casada y no podemos tocarnos.
P. Una transformación.
R. Sí. A mí y a mi hermano nos impactó, no lo entendíamos. No entendimos que esa corriente extremista había llegado de Europa para quedarse. Esos eran los primeros síntomas. Empecé a temer que un día mi cuerpo y mi vida ya no me pertenecieran, así que decidí irme de mi ciudad y emprender una vida distinta, donde la fe no rigiese mis pasos y no coartara mis derechos ni mi libertad. Para eso había que alejarse y romper con ciertas cosas que amaba y sigo amando. Eso es doloroso, y es más doloroso que después de unos años las cosas estén peor. De ahí mi activismo y esta lucha por la verdadera libertad de elección.
P. Es curioso oír que el velo llegó a Marruecos desde Europa.
R.. Hay que preguntarse qué pasaba en Europa para que el cambio fuese tan radical, aunque es fácil de explicar: en el Magreb solo iban a la mezquita cuando podían o en fiestas, pero cuando emigran a Europa viven en guetos, separados del resto de la población. Es lógico que es islam político se aproveche de eso.
P. ¿Se puede luchar por la libertad de elección prohibiendo prendas de ropa en Europa?
R. No estoy de acuerdo en prohibir el hiyab. Eso solo produce que ciertos grupos se acojan a “soy minoría, me estáis asfixiando” y hagan apología. Pero sí estoy de acuerdo en vetarlo en las escuelas y lugares oficiales, donde el mensaje que manda el hiyab es contrario a la igualdad y al laicismo.
P. De eso hablas en tu artículo sobre Nora Baños, candidata de Podemos al Parlamento Europeo y velada, que ha levantado una polvareda impresionante. ¿Por qué decidiste criticarla?
R. Más que a Nora Baños critico a Podemos. Quieren que las minorías estén presentes y me parece muy bien, aplaudo eso, pero ¿tiene que ser una mujer velada? ¿Con todo lo que ese pañuelo representa aquí y en el mundo musulmán? Podemos es un partido al que voté por ser la única esperanza que nos quedaba a la gente de izquierdas. Ha sido una desilusión que siga los mismos pasos que la izquierda europea. Fíjate cómo está Europa ahora mismo: la derecha avanza sin freno por errores de cálculo como este.
P. ¿Qué mensaje político emite el atuendo de Nora Baños?
R. Nora Baños da la imagen de musulmana practicante de una rama muy determinada de esta religión, que es la corriente fundamentalista moderna. Es lo primero que te dice su atuendo. Si la izquierda necesita símbolos religiosos para ganar votos vamos realmente mal.
P. ¿Qué opinión tienes de las occidentales que se convierten al islam y se vuelven activistas pro-velo y feministas?
R. (Se ríe ruidosamente) ¿Las conversas? La fe es algo personal, cada una puede rezarle al dios que más le convenga, pero tengo algo contra las conversas. Cuando empezó la locura de las conversiones yo pensé “¿por qué dejar de ser cristianas y convertirse al islam?” El dios cristiano es el mismo que el dios de los musulmanes. Llegué a la conclusión de que el exotismo o el amor las había convencido. También pensé que las conversas podrían traer un poco de aire fresco a una religión que últimamente nos estaba asfixiando, pero ¡qué equivocada estaba!
P. ¿No lo trajeron?
R. Dice un refrán que “no se puede ser más papista que el Papa”, ¡pues sí se puede! Porque ellas lo son. Para lo que quieren, claro. Hay conversas muy mediáticas que, poniéndose un hiyab, creen que son el sumum de la modernidad. Una fue portada de ‘Interviú’, pero claro, ella se pone y se quita el hiyab a su antojo, cuando le conviene, las normas no cuentan mucho para las conversas. Ahora quieren revisar el Corán, quieren una interpretación a su medida, no piensan que es la sociedad la que cambia y acaba dejando atrás unos dogmas que son imposibles de observar en una sociedad democrática e igualitaria.
P. ¿Tiene el hiyab distintos significados, dependiendo de quién lo lleve?
R. La experiencia es personal, pero el hiyab tiene un sentido político clarísimo. Disfrazarlo de moda o de libre elección, incluso de prenda empoderante y feminista es una locura. Muy peligroso para nosotras. Han conseguido a golpe de talonario que las jóvenes musulmanas crean que es una obligación llevar puesto un símbolo identitario y sexista para sentirse parte de algo. Cabe preguntarse en qué nos hemos equivocado para que una chica de 20 años nacida en España crea que tiene que llevar puesto un símbolo patriarcal para que se la distinga de otras, que confunda identidad con ideología y encima se crea que ese símbolo la empodera.
P. ¿Qué es el “feminismo islámico”?
R. Un grupo de conversas en Barcelona inventó lo que ahora llaman así. Para mí es muy peligroso ponerle apellidos religiosos al feminismo. Es un absurdo. Puedes ser creyente y feminista, pero no puedes observar esos dogmas de la fe y ser feminista. Una feminista islámica te dirá que el Corán es igualitario pero miente descaradamente, porque olvida decir que las mujeres en el islam heredan la mitad que un hombre y su palabra vale la mitad que la de un hombre, etc, etc… Eso es opuesto al feminismo. A mí me han llegado a decir perlas como que el niqab es comodísimo y fresco en verano, que Dubai es el país más libre del mundo porque hay playas para mujeres donde se pueden bañar en burkini. Y digo yo, si esas playas son solo para mujeres ¿para qué necesitan taparse?
P. Así que has tenido encontronazos con ellas.
R. Son agresivas. Dicen que quien rechaza el hiyab es una colonialista blanca eurocentrista, una renegada acomplejada o una islamófoba racista, ¡ojo! Eso me lo dicen a mí, que soy mora, mujeres que antes de ser musulmanas eran ateas o cristianas, españolas de toda la vida que dicen ser feministas. Crean talleres para convencer a las chicas de que el hiyab empodera, talleres para convencerlas de lo guay que es ser parte del islam visible.
P. ¿Es fácil para ellas convertirse al islam?
R. Es muy fácil hacerse musulmán. Recitas la shahada, “Laa ilaaha il-la Allah; Muhammadun-rasul ullah” y ¡aleop! Ya eres una hermana más de la comunidad, léase Sinead O’Connor por ejemplo. Pero aquí está lo que nunca dicen las conversas: es fácil hacerse musulmán en Europa, sí, pero es imposible dejar de serlo para un nacido musulmán en muchos países musulmanes. Curioso que las conversas no digan ni pío sobre este tema.
P. Es triste que a las activistas laicas de origen islámico, como Wassyla Tamzali, se las ignore en la izquierda o directamente se las ataque. A la somalí Hirsi Ali la expulsaron hacia la derecha holandesa, donde sus críticas furibundas al islam se acogieron con agrado. ¿Estamos perdiendo las mejores influencias en pos de una idea equivocada de respeto a lo diferente?
R. La izquierda ha dejado que un discurso que debía ser suyo se lo apropiara la derecha. La derecha ahora lo utiliza con matices xenófobos. No teníamos que haberlo permitido. Si hablamos de las famosas “lineas rojas” que no se deben traspasar, la izquierda ni siquiera llegó a dibujarlas y de ahí este caos de desencuentros, malentendidos y confusión. A las grandes pensadoras del feminismo árabe como Wassyla Tamzali se las ningunea y ridiculiza desde el feminismo islámico, al que aplauden muchas feministas aquí. He visto cómo alguna feminista islámica ha tachado de traidora a Mona Eltahawy, una mujer que sufrió torturas y violaciones en Egipto.
Es desolador y terrible que esto esté pasando en Europa, porque las verdaderas feministas árabes y musulmanas se dejan la piel y la vida para conseguir lo contrario de lo que quieren las feministas islámicas de aquí. Eso sí, luego hablan de eurocentrismos y se quedan tan anchas.
P. Últimamente parece que formar parte de una determinada identidad colectiva te da permiso para hablar de ciertos temas, y que no pertenecer a ella te lo quita. ¿Te molesta cuando intentan hablar en tu nombre?
R. Soy mujer, mora, feminista, laica y de izquierdas. No me gusta que hable en mi nombre el feminismo islámico: mete en el saco a todas las musulmanas, a todas las mujeres magrebíes y no representan a una gran mayoría de musulmanas que estamos por el laicismo. El islam político, entendido como norma social, no es compatibles con el feminismo. El islam es una ideología sexista que separa a hombres y mujeres.
P. ¿Consideras que existe islamofobia en España?
R. No hablamos de cristianofobia y al cristianismo se le critica sin reparos, pero si criticamos al islam se nos tacha en seguida de islamófobos. Dicen algunos iluminados que es que hay que proteger a las minorías y no entiendo, ¿los musulmanes en el mundo somos una minoría? ¿Cómo ser crítica con mi propia religión si esta palabra me tapa la boca? Es una palabra muy capciosa, un término creado con inteligencia, copiado de los israelíes. Ellos tienen su palabra talismán: ¡antisemita! Los musulmanes no íbamos a ser menos: ¡islamófobo!
P. Pero aquí los musulmanes sí son una minoría y de origen inmigrante. ¿Percibes xenofobia aquí?
R. Por supuesto se percibe, no se puede pasar por alto que la ola de atentados ha afectado gravemente a los musulmanes europeos. Separar la fe de la política es muy difícil en el islam, pero se puede hacer. Túnez está en ello, Turquía es un país laico. El error que se comete en Europa es pensar que los musulmanes no podemos avanzar y dejar atrás dogmas que nos perjudican. La izquierda europea justifica lo injustificable agarrándose a que es “nuestra cultura”. Hay que proteger a las minorías, pero no ceder ante símbolos y costumbres llamados “culturales” que atentan contra la libertad y los derechos humanos. España se acostumbrará a que hay personas que se llaman Mimunt, Zoubida o Rachid. Yo nunca me he llevado las manos a la cabeza porque no supieran pronunciar mi nombre, porque yo no sé pronunciar bien Arnold Schwarzenegger y no pasa nada.
P. ¿Cuál es tu percepción del racismo?
R. Racismo lo he sufrido toda mi vida, por el nombre, por mi pelo, por mi religión, por mi piel morena y contra eso se lucha y luchamos cada día. A veces era racismo del duro, otras simplemente fascinación por lo “exótico”, pero ahora hay mecanismos a nuestra disposición para luchar y lo hacemos. Tendremos que hacerlo sin consentir que nadie nos imponga dogmas religiosos o políticos llamándolos “cultura”.