Una vez más, el placer por la manipulación de la verdad se hace presente en la vida nacional. Y una vez más se miente sin medir las consecuencias que ello traerá para el país. La presidente Cristina Fernández de Kirchner eligió, en su mensaje al país, manipular los datos, las cifras y las circunstancias con una voracidad que seguramente no había utilizado antes.
Para entenderlo hace falta comenzar por el final de su discurso: de acuerdo a lo que temían los acreedores, los sucesivos jueces que intervinieron en el reclamo de éstos y el propio banco fiduciario actuante en la cuestión de la deuda, la Argentina resolvió cambiar el lugar de pago de sus vencimientos y realizarlos de aquí en más en el país. Esta medida, que tiene como único destino poner los fondos a resguardo de embargos, será tomada por la comunidad internacional como una clara demostración de que el Gobierno trata de evadir el fallo condenatorio. Y todo indica que ese fallo será confirmado por la propia Corte Suprema de los Estados Unidos en el no muy esperable caso de que decida tomar intervención en el asunto. Tan difícil como esa participación, es que el máximo tribunal norteamericano cambie un dictamen que tiene tres sentencias unívocas anteriores.
Es importante aclarar en este punto que las diversas alusiones que Cristina hizo a la “Cámara de Apelaciones de N.Y.” debieron decir, en realidad, “Corte de Apelaciones de Nueva York”. Ese es el tribunal superior del Estado; la otra institución citada por la mandataria es un tribunal intermedio que, además, ya se expresó dos veces contra la posición de nuestro país. Es claro, entonces, que la fijación de un nuevo lugar de pago es una medida defensiva y evasiva que seguramente será criticada con dureza por los jueces, los acreedores y la comunidad internacional que se veía venir esta decisión, aunque abrigaba la esperanza de que nuestro país no se atreviese a dar semejante paso.
Cualquier explicación presidencial, por más vueltas dialécticas que le de la Jefa de Estado experta en la materia, no puede soslayar que la justicia neoyorkina está interviniendo por expreso pedido de la Argentina y que, por igual motivo, el Banco de Nueva York es fiduciario. Fue a propuesta del Gobierno nacional que la jurisdicción fijada para la cuestión de la deuda es la que ahora unilateralmente se deja de lado en una medida tan obscena como dilatoria e inútil. Igual de inútil fue jurar en 2005 que el canje nunca volvería a abrirse, volver a hacerlo forzados por la realidad en 2010 y repetir el “Nunca Más financiero” ahora enviando una ley al Congreso para, por tercera vez, sentarse a negociar con los acreedores. Tantas veces como la Argentina pretenda negar el derecho internacional y resolver a quién le paga o a quién deja de pagarle, deberá abrir el canje hasta que el último de los acreedores sea satisfecho. Porque así lo dice la lógica; pero además, porque así lo dice el derecho internacional.
Párrafo aparte para las afirmaciones presidenciales acerca del volumen de la deuda rescatada por las dos administraciones kirchneristas y la liviandad con que fue tratado el muy delicado tema de los fondos apropiados de la ANSSES, las reservas del BCRA y los canjes del Nación. No son “pases habituales de fondos entre instituciones de un mismo Estado”, como dijo Cristina. De ninguna manera. Los fondos de canje del Nación no son “del Estado”, son de los depositantes. Las reservas no son “para ser prestadas entre instituciones”, son garantía sobre el circulante, sobre aquellos mismos canjes y justamente sobre los bonos que, graciosamente, Cristina pretende ahora que sean tomados con confianza por los acreedores.
Porque aquí está el punto central del dislate anunciado la noche del viernes: el nuevo bono que la Argentina va a ofrecer a sus acreedores está respaldado por bonos argentinos que ocupan el lugar que deberían ocupar las reservas del Banco Central. Un verdadero delirio. Argentina ofrece bonos argentinos respaldados por bonos argentinos. Y así, entre cuentas del pasado que no cierran, decisiones del presente que no encajan y visiones jurídicas que no resisten el menor análisis, aparece lo que cierto General solía decir con una asiduidad que debió haber garantizado que al menos “los suyos” lo escucharan: “la única verdad es la realidad”.
Y la realidad nos dice que el kirchnerismo nos llevó a las cortes internacionales convencido de su épico relato anti-deuda; y que esas cortes nos han pegado una revolcada histórica que nos está costando, por ahora, U$S 1.300 millones. Pero dispara un fantasma de aproximadamente U$S 25.000 millones que Cristina pretende que los acreedores, ya con un fallo a favor, cambien por una promesa que les dice “devuélvanme los bonos con los que me ganaron los juicios, acepten otros que estarán garantizados por el escuálido BCRA; y además, vengan a cobrarlos a la Argentina que es más seguro que en Nueva York”.