Desolación. Esa es la palabra que elige Tatiana Andersen (25), una argentina residente en la ciudad australiana de Wollongong, a un centenar de kilómetros de Sidney, para describir la situación que hoy vive Australia, azotada por incendios de una magnitud inédita.
Los fuegos, que se producen en el marco de la primavera más seca que haya conocido el país y la segunda más cálida de su historia, según datos de Greenpeace, no sólo arrasaron ya más de 10,7 millones de hectáreas (una superficie tres veces más grande que la del Líbano), provocaron 27 muertes de personas y más de 500 millones de animales: también alteran la vida cotidiana y la llena de imágenes de corte apocalíptico: chicos con barbijo en la playa; cielos rojos, cubiertos de ceniza; sugerencias de salud pública que indican no hacer actividad física al aire libre, o lisa y llanamente, no salir de casa.
Tatiana, que llegó a Australia en 2008, enseña Economía Política en la Universidad de Wollongong y hace un doctorado en Economía Política de las Ciencias Biológicas, afirma, en diálogo con este diario, que en la comunidad científica australiana nadie duda en vincular la situación que vive el país con el cambio climático. No los incendios, que en esta temporada suelen ser frecuentes en Australia, pero sí su magnitud, su duración, el hecho de que se hayan iniciado en octubre y todavía sea incierta la fecha de su finalización. Hasta la Organización Meteorológica de Australia estableció el vínculo entre incendios y calentamiento global. El cambio climático, se afirma, potencia los fuegos y multiplica sus amenazas y riesgos.
En la misma sintonía Greenpeace afirma que “el cambio climático es responsable de la generación de incendios más peligrosos, rápidos e incontrolables” no sólo en Australia, sino en todo el planeta. Y destaca que el 2019 fue el año que mostró “una de las aristas más terribles de la emergencia climática: la de los grandes incendios forestales en el mundo”.
Desde esa entidad ambientalista enumeran los principales incendios del año que se caracterizaron por su magnitud sin precedentes: Siberia en agosto; Brasil, Bolivia e Indonesia en septiembre; California en octubre y el caso de Chile (que a lo largo del año llegó a duplicar la cantidad de incendios con relación a 2018).
Mónica Parrilla, responsable de la campaña de Incendios de la ONG dijo que aunque las causas del fuego sean distintas hay en todos estos casos algo en común: “el cambio climático agrava las condiciones de propagación del fuego, ya que amplía los periodos de riesgo y el impacto de los eventos”.
Al mismo tiempo, los especialistas de la entidad hacen hincapié en la naturaleza circular del fenómeno: “los incendios agravan el cambio climático y el cambio climático agrava los incendios”, sostienen.
Es que muchos de estos incendios emiten a la atmósfera tantos gases de efecto invernadero como los emitidos por países enteros. En ese sentido se afirma que los incendios forestales en el mundo generaron durante 2019 un total de CO2 equivalente a 19 veces las emisiones totales de España en un año, mientras que los incendios de agosto en Siberia emitieron tanto CO2 como Arabia Saudita en un año (ver aparte).
Hay más motivos para preocuparse. Un estudio difundido ayer sugiere que, como consecuencia de incendios más frecuentes y devastadores favorecidos por el cambio climático, la Amazonia podría perder su condición de aspirador de dióxido de carbono para convertirse en emisor de esos gases que contribuyen al calentamiento de la atmósfera.
El estudio, encabezado por Paulo Brando, del Departamento de Sistemas de la Tierra de la Universidad de California, tuvo la colaboración del Instituto de Investigación de la Amazonia en Brasilia, el Instituto de Geociencias de la Universidad de Minas Gerais y el Centro Goddard de Vuelo Espacial de la NASA.
“Los incendios forestales desencadenados por un clima cada vez más cálido y seco pueden duplicar el área quemada y arrasar hasta un 16 % de la selva tropical en el sur de la Amazonía brasileña para 2050, con lo que esa región podría perder su función de receptor neto de CO2 en una fuente neta de dióxido de carbono, según señala el artículo, que fue difundido el viernes último por la revista especializada Ciencie Advances.
Mientras el fuego avanza, también lo hace la preocupación, trascendiendo los ámbitos científicos y alcanzando la calle: el último viernes hubo movilizaciones en 30 países para exigir medidas contra el calentamiento global y exigir al gobierno Australiano respuestas frente a los incendios que afectan a ese país.
La acción fue convocada a nivel mundial por el movimiento Extinction Rebellion en momentos en que crece el malestar por la falta de resultados en las negociaciones internacionales para parar el cambio climático y tras la decepción que representó para el mundo la COP25, en Madrid, considerada por el propio secretario general de las Naciones Unidas, el portugués Antonio Gutierres, como una oportunidad perdida.