Los dos Estados, ambos del oeste mexicano, siguen atravesando una larga crisis política sin mayores logros en la lucha contra los cárteles, cada vez más violentos. Solamente durante el último fin de semana, las autoridades encontraron más de 20 cadáveres en la zona.
La detención del líder de Los Zetas, hace un mes, y del jefe del cártel del Golfo, este sábado, han sido los dos grandes golpes contra el narcotráfico que ha dado el gobierno de Enrique Peña Nieto en el Estado fronterizo de Tamaulipas. Pero la atención de las autoridades está puesta desde hace varios meses en otros dos Estados: Michoacán y Guerrero.
Ubicados al oeste del país, Guerrero y Michoacán están atravesando una profunda crisis política que se ha visto superada por la violencia de los cárteles. En medio de ambos, se extiende Tierra Caliente, área dominada por el cártel de los Caballeros Templarios, en una zona donde los cultivos de amapola y marihuana son los principales centros de disputa con otros grupos criminales.
Debido la ineficiencia de las autoridades políticas, la población de numerosos municipios y comunidades indígenas han decidido tomar por mano propia la lucha contra el narcotráfico. Los grupos de autodefensa se multiplicaron en los últimos meses y, con armas de alto calibre, custodian los municipios que hasta las autoridades han desatendido. Las autodefensas se organizan por grupos de vigilancia y mantienen lejos a los criminales. La población de las zonas rurales es la que más sufre la violencia de los cárteles, por lo que han decidido abandonar sus viviendas o posicionarse del lado de los grupos de autodefensa.
Los militares desarticularon por primera vez una de estas guardias comunitarias en Aquila (Michoacán) y detuvieron a 41 comuneros. Grupos de autodefensa de otras comunidades ya anunciaron el cierre de carreteras y marchas para exigir al gobierno federal la liberación de los detenidos.