Los holandeses son reconocidos en el mundo por su expertise en manejo de agua y logística. Una comitiva de empresarios y autoridades de ese país llega en septiembre a la Argentina para asesorar y buscar negocios en esas áreas. Las inundaciones en Buenos Aires son uno de los objetivos.
Vivir en un lugar donde la tierra está sumergida hasta seis metros bajo el agua y no sufrir inundaciones. Transitar por un puerto de 42 km2 que mueve más de 12 millones de TEU al año y desembarcan tres buques de containers por hora, en el que cada centímetro esté automáticamente sincronizado con la exactitud de un relojero y que además adentro funcione una ciudad íntegramente sustentable, parece de ciencia ficción. Más allá del aluvión de bicicletas, los molinos de viento y del emblemático color naranja y la figura de la reina Máxima, sobre todo para los argentinos, Holanda es conocida por su histórica relación con el agua y sus variadas técnicas de drenaje. Es por eso que sus canales, diques y los denominados polders (un invento local que consiste en las superficies ganadas a los ríos) también son una insignia de esta nación, cuyo 50% de territorio se encuentra debajo del nivel del mar.
Por supervivencia, los holandeses aprendieron a convivir con su desgracia, transformando su principal debilidad en fortaleza, sus desventajas en puntos estratégicos y convirtiendo al país, que tiene una extensión de 34.000 km2, en nada menos que la principal puerta de entrada a Europa a través de su colosal y avanzado Puerto de Rotterdam. Ganarle espacio al agua al tiempo de devolverle su curso natural (como sucede con el Programa gubernamental Room for the River en el que se le reestablece lugar al río) está en el ADN holandés y es una estrategia que marcó desde primera hora la idiosincrasia de sus habitantes. Allí, la autoridad del agua es la institución más importante y antigua del Estado: data del siglo XIII. “Gestión, técnica, gobernanza pero ante todo, integración”, son las claves que cualquier ciudadano de esos suelos resalta. De esta manera es como planifican su coexistencia con las fuertes lluvias, tierras sumergidas, enormes correntadas de ríos, el avance del mar y el impiadoso cambio climático. A pesar de la complejidad acuífera y aun con la exigua extensión de sus tierras, la nación europea supo posicionarse, según datos del Banco Mundial, como la segunda exportadora de agroalimentos en el ranking internacional (la Argentina ocupa el décimo lugar).
Ese conocimiento es lo que desde los Países Bajos buscan exportar al mundo y, ahora, la Argentina vuelve a estar en su radar. Holanda representa hoy el sexto socio comercial de la Argentina y el tercer país que más invierte en su economía.
Del 5 al 8 de septiembre vendrá al país el ministro de Agricultura holandés, Martijn van Dam, acompañado por una delegación comercial de la que participarán 22 empresas locales relacionadas a la logística, el manejo de agua y la agricultura. Desde el gobierno que maneja el primer ministro Mark Rutte ven con buenos ojos las medidas que la administración de Mauricio Macri implementó en los primeros meses de mandato. “Un nuevo gobierno siempre trae nuevas oportunidades y pensamos que nuestra relación mejorará con la actual gestión”, reconoció a El Cronista el ministro van Dam. Pero en el sector privado también se muestran optimistas en cuanto al nuevo contexto político. En Rabobank, entidad financiera ícono dedicada al agro y que también tiene presencia en la Argentina, consideran que “la liberalización de retenciones a la exportación, la apertura de la economía y avances como el pago a holdouts, mejoraron el clima de negocios”. Alexandra Dumitru, economista del departamento de Economic Research del banco, advirtió, sin embargo, que el oficialismo “aún debe construir credibilidad”. En Rabobank, que será parte de la misión comercial, proyectan un crecimiento de la economía entre el 2% y 3% para 2017 pero avizoran “una herencia de enormes desbalances macroeconómicos y un difícil equilibrio entre el ajuste y el impacto social”.
La intención de Holanda es clara. Apunta principalmente a vender su know-how a través del asesoramiento, para luego generar un terreno propicio en pos de que sus empresas inviertan en el mercado argentino. De hecho, en junio pasado un grupo de técnicos que forman parte del programa oficial Ducth Risk Reduction (DRR) viajó a Buenos Aires, luego de recibir una solicitud del gobierno de María Eugenia Vidal, preocupada por las numerosas inundaciones y zonas anegadas en la provincia. Realizaron un análisis de la situación sobre el Dique Pasos de las Piedras en Bahía Blanca y en la Cuenca del Río Salado. En el informe de evaluación, al que accedió este diario, se advirtió en ambos casos sobre “la importancia de aplicar un trabajo coordinado e integrado” que incluya todas las cuencas y sectores que intervienen en el proceso. En la misma línea, el doctor Angel de Miguel Garcia, investigador de Manejo de Agua y Agricultura de Wageningen UR, una de las principales universidades especializadas en Holanda, quien también en visitó el país para relevar distintas zonas, coincidió en el diagnóstico: “Entre las principales debilidades está el drenaje superficial que se aplica habitualmente y que no corrige el problema de las napas y principalmente la gobernanza del agua con la integración de todos los actores”.