“La posibilidad de que sea inocente es clara”, asegura un juez que revisó el caso. Iwao Hakamada fue condenado a la horca por el asesinato de cuatro personas en Shimizu en 1966.Un tribunal de la ciudad de Shizuoka decidió este jueves la repetición del juicio al preso que más años lleva condenado a muerte en Japón y en todo el mundo. Inmediatamente después, ordenó su liberación preventiva. Han pasado 46 años desde que Iwao Hakamada fue sentenciado a la horca por el asesinato de cuatro personas de una misma familia en Shimizu en 1966 hasta que este jueves, a las cinco de la tarde hora de Japón, pudo abandonar la celda del Centro de Detención de Tokio en la que estuvo recluido durante décadas, a pesar de que siempre sostuvo que era inocente.
Lo extraordinario de la noticia es que antes, en toda su historia, la justicia japonesa solo le había concedido una segunda oportunidad a otros cinco presos, cuatro de los cuales terminaron siendo declarados inocentes tras décadas en prisión. La última vez que sucedió algo así fue en la década de los ’80. El juez Hiroaki Murayama dijo este jueves: “las ropas [en las que se basó la sentencia en los años ’60] no son del acusado. Es injusto detener a Iwao Hakamada más tiempo, ya que la posibilidad de que sea inocente es suficientemente clara”.
Hakamada tiene hoy 78 años. Ha pasado más de la mitad de su vida encarcelado, despertando cada día sin saber si era el último. Porque en Japón los condenados a muerte desconocen su fecha de ejecución hasta una hora antes de que se produzca. Una medida que en el caso de este ex boxeador, que llegó a ser el sexto mejor en categoría de peso pluma en su país, le ha llevado a perder totalmente la cabeza e incluso a no aceptar en numerosas ocasiones las visitas de su hermana, Hideko Hakamada, quien sin embargo jamás dejó de acudir a verlo una vez al mes. Ella se encontraba presente este jueves en el juzgado de Shizuoka. “¡Esto ha sucedido gracias a todas las personas que nos han ayudado estos años!”, exclamó a la salida.
Desde que el país nipón aprobó su Constitución en 1946, tras la derrota en la Segunda Guerra Mundial, y desde que su código penal estableciera la pena capital para los delitos más graves, Japón ha ejecutado a 679 personas. Actualmente, 129 presos aguardan la horca en el país, el único método de ejecución. Japón es la única gran democracia industrializada, además de EEUU, que mata a sus ciudadanos con la ley en la mano. Una forma de impartir justicia que parece gozar de futuro en ese país, si tenemos en cuenta que el grado de aceptación ciudadano es enorme: por encima del 80% de los japoneses están a favor, aunque las pocas voces críticas con el sistema aseguran que la sociedad vive desinformada sobre este asunto.
El caso de Hakamada podría cambiar algo esa situación. Son muchos quienes claman, desde hace años, que el hoy anciano ex boxeador es inocente. La persona más significativa es uno de los tres jueces que lo enviaron a la horca: Norimichi Kumamoto, quien lleva años asegurando que se equivocó. También, organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional creen que no hay pruebas para acusar a Iwao Hakamada del cuádruple asesinato acontecido en la fábrica de miso en la que trabajaba. Otras voces, como la de la ex ministra de Justicia de Japón, Keiko Chiba, también han clamado en los últimos años por la liberación del reo.
El caso del ex boxeador estuvo plagado de irregularidades desde el principio. La gran prueba de culpabilidad fue una confesión firmada por el acusado Hakamada tras 23 días ininterrumpidos de interrogatorio policial. Fueron 277 horas frente a los agentes, en las que podrían haber torturado al preso. De hecho, el sistema japonés se basa con frecuencia en las confesiones obtenidas en los conocidos como daiyo kangoku, celdas dentro de las comisarías donde se interroga sin límite temporal, sin acceso a un abogado y sin una cámara de vídeo que registre todo lo que acontece en tan opaco lugar. Se trata de una fórmula denunciada por Amnistía Internacional a menudo como origen de muchos fallos policiales y, por ende, judiciales.
Hakamada, antes del juicio en 1966, solo pudo cruzar unas palabras con su abogado durante 37 minutos. Este jueves, sus letrados estaban exultantes, calificando de “histórico” lo sucedido. Y es que por primera vez un juez ha reconocido “la posibilidad de que las pruebas fueran falsificadas por la policía”, en palabras del propio magistrado Murayama. Ahora, 46 años más tarde, Hakamada es un hombre que hace tiempo está enfermo mentalmente y que este jueves, al salir de prisión por primera vez desde 1968, solo se mostró sorprendido ante la enorme expectación mediática generada.