La medida es criticada de los pescadores de la zona, asociaciones ecologistas y gobiernos vecinos como el de Corea del Sur.
Ya es oficial. Después de varios meses de intenso debate, Japón anunció este martes que liberará gradualmente al mar más de un millón de toneladas de aguas residuales ya tratadas provenientes de la central nuclear accidentada de Fukushima.
Las autoridades consideran que es la mejor opción para lidiar con la falta de espacio para seguir acumulando líquidos y aseguran que cumplirán con todas las medidas necesarias para garantizar la seguridad del vertido.
El plan aprobado hoy contempla empezar a verter el agua dentro de dos años, un proceso que prevén que dure varias décadas.
El primer ministro nipón, Yoshihide Suga, dijo tras la reunión de ministros de hoy que esta es la opción “más realista” ante “un problema que no puede ser evitado” más tiempo.
“El gobierno tomará todas las medidas necesarias para garantizar la seguridad del agua tratada y abordar la desinformación” que pueda surgir sobre el tema, dijo el mandatario, que también anunció una reunión de su gabinete la próxima semana para decidir los detalles sobre el plan.
El 11 de marzo de 2011, un poderoso terremoto y el posterior tsunami provocaron la muerte de 19.000 personas y el accidente en la central de Fukushima, el peor desastre nuclear desde Chernóbil.
Una década después, unos mil tanques erigidos en la zona acumulan 1,25 millones de toneladas del agua empleada para refrigerar la planta accidentada, que se mezcla con la lluvia y las aguas subterráneas también contaminadas.
La Compañía de Energía Eléctrica de Tokio (Tepco) que gestiona la planta lleva tiempo alertando de que cada día acumula unas 140 nuevas toneladas más, y que el año que viene se quedará sin más espacio para seguir almancenándola, por lo que ha estado negociando con las autoridades una solución.
El líquido acumulado ha sido tratado mediante un sistema avanzado de procesamiento capaz de eliminar todo el material radiactivo excepto el tritio, un isótopo de hidrógeno difícil de erradicar pero que no es dañino para los humanos en pequeñas dosis.
Numerosos expertos en la materia y la Agencia Internacional de la Energía Atómica apoyan la decisión del gobierno nipón, ya que los elementos radiactivos, excepto el tritio, se eliminarán del agua o se reducirán a niveles seguros antes de ser liberados al océano. El proceso es similar al empleado por el resto de plantas nucleares de todo el mundo, que vierten al mar de forma rutinaria aguas residuales tratadas que contienen el citado isótopo.
Pero esa supuesta seguridad no convence a las comunidades de pescadores locales, que creen que el vertido acabará de raíz con años de duros esfuerzos por devolver la confianza sobre sus capturas a los consumidores. “Nos dijeron que no soltarían el agua en el mar sin nuestro apoyo”, aseguró Kanji Tachiya, de una cooperativa pesquera local, al medio estatal NHK. “No podemos respaldar este movimiento, con el que rompen su promesa y liberan el agua de forma unilateral”.
Desde Greenpeace Japón, condenaron “enérgicamente” la decisión, ya que, dicen, “ignora por completo los derechos humanos y los intereses” de la gente de Fukushima, el resto de Japón y la región Asia-Pacífico. “Descartan los riesgos de la radiación y han dado la espalda a las evidencias claras de que hay suficiente capacidad de almacenamiento disponible en el sitio nuclear, así como en los distritos circundantes”, añadieron.
Mientras, países vecinos como Corea del Sur, China o Taiwán también hicieron pública su preocupación. El portavoz de Exteriores chino, Zhao Lijian, urgió a Tokio a “actuar de manera responsable” para salvaguardar “los intereses públicos internacionales y la salud y seguridad del pueblo chino”.
Por su parte, Seúl expresó su “serio pesar” por esta decisión, “que podría tener un impacto directo o indirecto en la seguridad de nuestra gente y el medio ambiente circundante en el futuro”.