Esta conclusión puede tener implicaciones no solo para los estudios climáticos, sino también para la comprensión de la evolución de la vida en la Tierra.
El clima de nuestro planeta es tan complejo que los investigadores sólo tienen datos muy limitados sobre él. La mayoría de los expertos pueden detectar un calentamiento global acelerado por el accionar del hombre y agravado por la destrucción de la naturaleza, pero junto a este proceso hay otras cuestiones naturales que ejercen una influencia que no siempre se puede comprender.
La actividad del Sol, las erupciones volcánicas, el comportamiento de la magnetosfera o la actividad de los seres vivos también puede cambiar el clima de formas difíciles de prever. A esto se le suma un estudio recientemente publicado que proporciona evidencias sólidas de otro proceso capaz de cambiar el clima.
Científicos estadounidenses han confirmado que el tirón gravitacional de Venus y Júpiter alarga la órbita de la Tierra en un 5 por ciento cada 405.000 años. Por eso, nuestro planeta pasa por una etapa media, a los 202.500 años del comienzo del ciclo, en la que la órbita es casi circular. Esto ha estado influyendo en la cantidad de luz solar que ha llegado al hemisferio Norte y ha modulado el clima de la Tierra durante al menos los últimos 205 millones de años.
De este modo, los científicos pueden vincular cambios en el clima, el medio ambiente, la evolución de los dinosaurios y los mamíferos con este ciclo de 405.000 años de una forma precisa.
Este efecto sobre la órbita, causado sobre todo por Venus y Júpiter, tiene una explicación. El motivo es que el primero es el planeta más cercano a la Tierra y que el segundo es el planeta más masivo del Sistema Solar.
Así, las órbitas de estos planetas hacen que cada varios cientos de miles de años la posición de estos mundos “tire” de la Tierra en relación con el Sol o que el efecto sea contrario.