El estreno de “El planeta de los simios” reaviva el debate sobre los derechos de los animales Inglaterra fue uno de los primeros en prohibirla. EE.UU. comenzó a liberar a 1.200 animales.
Ned y Monkey son dos de los 110 chimpancés que se sumaron recientemente al santuario Chimp Haven, Louisiana, en los Estados Unidos. Ned sufrió un traumatismo en la cabeza que le produjo una discapacidad motriz y cognitiva, que le impide interactuar bien con otros. Monkey tuvo una enfermedad con convulsiones que lo llevó a golpearse su boca y le desfiguró la mandíbula. Como Ned y Monkey, muchos otros simios hoy padecen secuelas y enfermedades por haber sido parte de experimentos dentro de instituciones científicas para probar vacunas, medicamentos y otros desarrollos desde 1920 para beneficio humano. Ahora, con las presiones de académicos y activistas ambientales que consideran que el cautiverio de los grandes monos es inmoral, muchos centros de investigación le están diciendo adiós. Trasladan a los simios a santuarios.
El jueves pasado, se estrenó en la Argentina la película El planeta de los simios: Confrontación. En el film, primates que habían recibido un virus se han vuelto más inteligentes. Muchos de ellos quieren venganza por las torturas que sufrieron en los laboratorios. En la realidad, los grandes monos –como los chimpancés, los bonobos y los orangutanes– no tienen superpoderes y su situación es crítica. Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), los chimpancés están “en peligro de extinción”, y ya se encuentran extintos en 4 países africanos: Togo, Benín, Burkina Faso y Gambia. Se estima que a principios del siglo XX, en África había una población de 1 millón de chimpancés. En la actualidad esta cifra ha disminuido drásticamente. Los gorilas, bonobos, gibones y orangutanes, entre muchos otros animales, se encuentran también “en peligro de extinción”.
Tras años de denuncias y polémicas, el freno a la investigación con los simios (los chimpancés son los parientes cercanos a los seres humanos) ya está imponiéndose. Inglaterra fue uno de los primeros países en prohibir la experimentación, y luego se sumaron Nueva Zelanda, Japón, Australia, y la Unión Europea. En Canadá, no está prohibido oficialmente, pero dejó de hacerse en los institutos públicos. En los Estados Unidos, los Institutos Nacionales de Salud anunciaron que dejaban de dar subsidios a investigaciones que incluyeran a los primates.
“Un comité de expertos dictaminó que no era útil ni ético seguir experimentando con chimpancés, y el año pasado, aceptaron jubilar a 310 chimpancés que estaban cautivos en laboratorios del Estado, y se reservaron 50 chimpancés para casos especiales. También algunos laboratorios privados dejaron de usarlos”, contó a Clarín Federico Bogdanowicz, antropólogo argentino, especialista en primates y director ejecutivo del Instituto Jane Goodall en España. Bogdanowicz advirtió que como consecuencias de las presiones sociales para dejar de experimentas con los simios, “ahora hay científicos que usan macacos, que también son primates. Algunas organizamos exigimos terminar también con la experimentación en macacos, y alentamos a las empresas que los transportan a negarse”.
En la Argentina, el Centro de Rescate, Rehabilitación y Orfanato de Primates en la provincia de Córdoba, recibió a monos capuchinos que eran usados para probar vacunas en una institución pública en Corrientes. “A nivel mundial, -opinó Alejandra Juárez, a cargo del Centro cordobés- hay conciencia a favor de la liberación de los grandes simios. Las experimentaciones no fueron útiles para los humanos, y los simios no tienen por qué perder su libertad, y sufrir maltratos, enfermedades y muertes”.