Éstas son las primera imágenes de la central térmica de Quaise, que usará una perforadora de plasma para acceder al magma a gran profundidad y obtener energía ilimitada y barata.
Seis años. Eso es lo que tardaremos en ver la primera central eléctrica que promete un nuevo tipo de explotación geotérmica que nos dará electricidad ilimitada y barata a escala planetaria. Todo gracias al magma, corriendo por tubos kilométricos excavados en la corteza terrestre por perforadoras de plasma desarrolladas en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).
Si el proyecto tiene éxito — y parece que van por buen camino, a juzgar por su desarrollo en los últimos meses — será una revolución energética sin igual en la historia de la humanidad. Es una tecnología que, según me cuenta Carlos Araque — ingeniero del MIT, CEO y cofundador de Quaise — está mejor posicionada que la fusión para ofrecer electricidad ilimitada a escala planetaria.
Araque dice que el primer test fuera del laboratorio — donde ya han llevado a cabo numerosos experimentos a escala 1:1 con gran éxito — será en un prototipo que arrancará en 2024. Si va bien, “la primera operación comercial arrancará en 2028”, asegura el ingeniero, que utilizará sistemas de perforación de ondas milimétricas para poder excavar más allá de lo que nadie ha conseguido jamás. En las imágenes que acompañan este artículo se puede ver cómo será la primera central experimental.
Mucho antes que la fusión nuclear
“La geotermia puede proporcionar la escala de energía adecuada para nuestra civilización y cuenta con una mano de obra, una cadena de suministro y un marco normativo establecidos para hacerlo más rápidamente que la fusión”, me dice Araque. “La geotermia funciona. La fusión aún no.”
La idea de Quaise es perforar directamente en los lugares en los que ya existen centrales térmicas tradicionales, que usan combustibles fósiles. Primero usarán sistemas de perforación tradicionales para llegar a los cinco kilómetros de profundidad, algo normal en la industria de la extracción de gas o petróleo. En ese punto, pasarán a su taladro de energía dirigida.
El taladro fue inventado en el MIT por Paul Woskov — uno de los cofundadores Quaise — que creó este sistema de perforación usando un girotrón. A grandes rasgos, este aparato derivado de los tubos de vacío utiliza un haz de electrones que se amplifica en cavidad hueca de resonancia. Dentro hay un campo magnético que acelera estos electrones a velocidades relativistas, amplificando de forma radical la energía de las microondas. El resultado es que el haz de energía que sale del taladro de Woskov es capaz de vaporizar cualquier roca imaginable.
Los ingenieros de Quaise aseguran que su nuevo taladro de energía dirigida llegará sin problemas a profundidades de hasta 20 kilómetros, una distancia totalmente imposible con perforadoras mecánicas. A esta profundidad, accederán a una temperatura lo suficientemente alta como para hacer funcionar una turbina de una central térmica. Una vez adaptadas, las centrales tradicionales pasarían a utilizar el ese poder calorífico.
El santo grial de la energía
Si, como afirman los científicos de Quaise, podemos llegar a esta profundidad en cualquier parte del mundo, conseguiremos una fuente energética ilimitada durante las 24 horas del día por un coste muy reducido. El acceso global a la energía geotérmica eliminaría la necesidad de combustibles fósiles de un plumazo. Todos los países serían totalmente autosuficientes. En poco tiempo, esta fuente de energía gratuita podría abaratar la factura de la luz a precios ridículos, afirma la compañía. En Islandia, por ejemplo, la factura energética media — que incluye electricidad, calefacción y agua caliente — es de unos 22 euros.
El acceso a una cantidad virtualmente ilimitada y constante de calor también permitiría que la humanidad continúe avanzando sin generar CO2. Según las estimaciones, podríamos alimentar la civilización durante 20 millones de años usando sólo el 0,1% de su calor. Libre de límites energéticos, también se podría generar hidrógeno verde en cualquier parte, lo que serviría para electrificar el transporte con un uso limitado de las baterías de litio. Tambié dejaríamos de depender de las renovables — que son intermitentes por naturaleza y requieren de soluciones de almacenamiento, caras y tóxicas como las baterías. En definitiva, podríamos quitarnos de encima todas las plantas solares, hidráulicas, atómicas y eólicas que afectan a la vida salvaje reclamando esos espacios para la naturaleza. Esperemos que tengan éxito y resuelvan los retos técnicos que tienen por delante. Tendremos la respuesta en sólo dos años.