Egresados del MIT en las décadas del ’70 y ’80, parecen ser quienes controlar hoy los destinos de la economía mundial. Se reúnen cada dos meses en Suiza para analizar las medidas que seguirán, aunque nadie sabe bien cuál es el verdadero destino de sus determinaciones.
Que la economía internacional tiene un entramado secreto, no es ninguna novedad. El documental de 2010 “Inside Job” se encargó de reflejar los manejos inescrupulosos que llevaron a las crisis financieras del mundo actual. Uno de los puntos destacados del film son los nexos que existen entre la industria financiera y las facultades de economía más poderosas del momento, con pagos por informes favorables, comisiones de consultoría y otros movimientos que engordan la nómina de quienes posteriormente autorizan créditos económicos a algunas prácticas.
En este presente tan complicado, hay una inquietud de vital importancia por resolver: ¿dónde se genera los criterios económicos actuales? Y es que el “pensamiento mainstream” dista mucho de ser algo creado espontáneamente; por el contrario, es minuciosamente engendrado por unos pocos. Ahí es donde hace su aparición el MIT. No por las comisiones que cobra, como algunas facultades, sino por ser el lugar donde nació el pensamiento económico contemporáneo, el punto de origen del “nuevo keynesianismo” y de las respuestas que estamos viendo ante la crisis financiera de algunos Bancos Centrales. Todo comenzó en las décadas del ’70 y ’80, cuando en el Massachusetts Institute of Technology confluyó una generación de economistas que cambiarían el mundo para siempre. ¿Sus nombres? Stanley Fischer, Ben Bernanke, Mervyn King y Mario Draghi.
En el desglose, vale destacar que Fischer, gobernador del Banco de Israel, se doctoró en el MIT en 1969, donde luego ejerció como profesor e influyó notablemente sobre Draghi y Bernanke. El primero de ellos se doctoró en 1977 y el segundo en 1979. Draghi compartiría su despacho con Mervyn King, gobernador del Banco de Inglaterra. Otros nombres de dicha generación incluyen a Kenneth Rogoff, doctorado en el año 1980; Greg Mankiw PhD, en 1984; Paul Krugman PhD, en 1977; y Olivier Blanchard, economista jefe del FMI y PhD en 1977. Una generación de economistas influyentes en nuestros días.
Lo más curioso de esta historia es que, según publicó el Wall Street Journal (“Inside the Risky Bets of Central Banks” 12-Dec-2012), se estarían produciendo reuniones cada dos meses en la sede del BIS en Suiza, donde se decidirían los futuros movimientos a seguir en la política monetaria mundial, acaparadas por esas generaciones del ’70 y ’80.
Pero estas acciones que definen la actividad económica internacional y su destino no tienen un destino asegurado, sólo se puede asegurara que la apuesta ya ha sido realizada. Los chicos del MIT puede que tengan razón, y así se habrá evitado un nuevo 1929; pero si fallan, las “consecuencias no deseadas” podrían ser desconocidas para la población actual.
Una de esas consecuencias es la inflación futura que, al mantener una política monetaria demasiado laxa por mucho tiempo, puede crear una burbuja mayor a la actual con consecuencias destructivas e incluso más graves que lo que tratan de evitar. Otro temor es que la política laxa se convierta luego en una excusa para no aplicar las reformas estructurales necesarias. En ese sentido se manifiesta el BIS desde hace tiempo. Claro que la política monetaria puede actuar como sedante para combatir mejor una enfermedad, pero no sustituirá a la verdadera cura, que son los cambios en la economía real.
Sobre este particular resultan especialmente preocupantes las palabras del Ray Dalio, quien afirmó que “los efectos monetarios son cada vez menores y el crecimiento es débil. Nos encontramos ante un riesgo sin precedentes, un frenazo con muy poco margen de maniobra”. Dalio gestiona el mayor hedge fund del mundo y es uno de los mejores economistas de la actualidad, por lo que sus palabras deben ser una gran llamada de atención.
Nadie sabe a ciencia cierta cómo terminará todo esto ni qué pasa con el oro de los Bancos Centrales. Tampoco si estas reuniones bimensuales podrían servir, además de para planificar la política monetaria y coordinar nuevos estímulos, para otras cuestiones; por ejemplo, establecer algún tipo de fluctuación sucia entre las principales divisas del mundo, explicando así extraños comportamientos. En definitiva, sabemos muy poco de lo que rodea la política monetaria actual. Apenas sabemos que dependemos de esos chicos del MIT de la generación del ’70, la mano que mece la cuna de la economía moderna