La humanidad se ha enfrentado a plagas y pandemias de enfermedades desde hace millones de años.
La peste negra, la llamada gripe española o la viruela dejaron a su paso millones de muertos en el mundo en distintas épocas de la historia.
Se recuerda con horror las secuelas de la epidemia de poliomielitis, que se ensañó especialmente con los niños hasta que se encontró una vacuna.
Todas causaron estragos en la población y acabaron impulsando avances médicos y mejoras en los sistemas de salud pública.
Todas causaron también enormes desafíos sociales y económicos en su tiempo.
Sucedió entonces y volverá a suceder ahora con el nuevo coronavirus, que según las cifras oficiales, ya ha matado a más personas en el continente americano que en Europa o en China, donde se originó el brote.
Pero mientras los libros recuerdan algunas de esta epidemias, otras cayeron en el olvido.
Es lo que sucedió con una gripe catastrófica en 1968.
En septiembre de ese año se extendió por Estados Unidos una agresivo patógeno que acabaría por pasar a la historia como la pandemia de gripe de Hong Kong, por el sitio en el que se localizó el primer caso.
De hecho, la de Hong Kong es una de los 3 brotes mundiales pandémicos de influenza de la gripe que ocurrieron el siglo pasado: la “española” en 1918, la conocida como gripe asiática de 1957 y ésta que comenzó en 1968.
La gripe española (1918-1920), la más agresiva y grave de todas, producida por el H1N1, provocó el fallecimiento de entre 40 y 50 millones de muertos.
La gripe asiática de 1957-1958, producida por el H2N2, mató 2 millones de habitantes.
La gripe de Hong Kong de 1968-1970, producida por el H3N2, mató alrededor de 1 millón de personas.
“Tanto la gripe asiática, como con la gripe de Hong Kong se olvidaron enseguida”, le cuenta a BBC Mundo Anton Erkoreka, director del Museo Vasco de Historia de la Medicina y especialista en historia de las enfermedades.
“Las medidas preventivas que se tomaron no fueron excepcionales ya que se consideró como una gripe más”, añade.
De ahí que lo sucedido y las enseñanzas de anteriores pandemias parezcan haber caído en el olvido, cree.
“Las gripes siempre han tenido una connotación de benignidad de que sólo provocan mortalidad en ancianos con patologías añadidas por lo que, socialmente, se han banalizado”, dice.
La gripe de Hong Kong llegó además a Occidente en un momento en el que el aterrizaje en la luna, la guerra de Vietnam o las protestas en defensa de los derechos civiles acaparaban la atención.
En 1968, la hija pequeña de Phillip D. Snashall, profesor emérito de Medicina de la Universidad de Newcastle, contrajo la gripe de Hong Kong. Y nadie supo nunca cómo.
Pero su padre contó al British Medical Journal que solo se enteraron de ello unos pocos médicos y alguna publicación especializada.
“El mercado de valores no se desplomó, la prensa no nos asedió y ningún hombre con aparatos de respiración interrumpió los juegos de mi hija”, declaró.
Sin embargo, para la Navidad del 68, los hospitales de los 50 estados de EE.UU. empezaron a recibir una oleada de pacientes, tal y como sucede ahora con el covid-19.
Una extensa catástrofe
Sin ir más lejos, Nueva York decretó el estado de emergencia.
Alrededor del mundo, Berlín se vio obligada a almacenar los cadáveres en túneles del metro.
Los enfermos desbordaron los hospitales de Londres, donde al menos el 20% de sus enfermeras se contagiaron, cuenta el diario The Telegraph.
En algunas áreas de Francia, el virus dejó a la mitad de la fuerza laboral postrada en cama, y en menos de dos años registró 30.000 muertos por el H3N2.
Los mismos que el Reino Unido, mientras que las dos estados que entonces formaban Alemania sumaron 60.000 bajas.
En total, entre 1968 y 1969, fallecieron por causas relacionadas con la gripe de Hong Kong un millón de personas a nivel global.
Solo en Estados Unidos, la cifra superó las 100.000 personas, una proporción tres o cuatro veces el promedio anual de muertes por gripe desde 2010, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés).
Los fallecidos por covid-19 aún no son tantos como entonces.
Pero ambas pandemias tienen también en común que muchas muertes se dan en la población mayor de 65 años con especial incidencia entre quienes padecían enfermedades previas a contraer la enfermedad.
Según la Universidad Johns Hopkins, el nuevo coronavirus ha matado casi 300.000 personas y se han contagiado 4,5 millones en todo el mundo.
Porque el virus causante (el H3N2, que sigue circulando a nivel mundial,algo que, se teme, puede ocurrir con el actual SARS-CoV-2) se considera una de las cepas de gripe más problemáticas.
Esto es así porque, al igual que COVID-19, es especialmente contagioso y tiene una alta capacidad para matar.
Un virus que muta
“Treinta y siete años después, el subtipo H3N2 sigue reinando como el virus de la influenza A más importante y más problemático en humanos”, dijo el investigador Edwin D. Kilbourne en su trabajo “Influenza Pandemics of the 20th Century” publicado en 2006.
La evidencia sugiere que las verdaderas pandemias surgen del reordenamiento genético con los virus de la influenza A animal.
Y es precisamente por eso, su capacidad de mutar, lo que hizo que al H3N2 inmune a las vacunas existentes en ese momento.
La clave de su agresividad reside en ese cambio de patrón.
“Los virus de influenza cambian constantemente”, explica el Centro Nacional de Vacunación y Enfermedades Respiratorias (NCIRD) de Estados Unidos.
“Son pequeñas mutaciones que pueden dar lugar a cambios en las proteínas de superficie del virus” y hacer que el sistema inmunitario no los reconozca.
¿Qué podemos aprender?
La respuesta a la gripe de Hong Kong y la del nuevo coronavirus ha sido similar en muchos aspectos.
Pero aunque en 1968 también se impuso la distancia social, el lavado de manos y se evitó el transporte público, las ciudades no se pusieron en cuarentena y la gente fue a trabajar.
Los colegios permanecieron abiertos, las competiciones deportivas siguieron su curso y la economía continuó creciendo aunque a un ritmo más lento.
Segunda oleada
Pero la inmunidad de grupo no llegó y la segunda oleada fue más fuerte.
“La gripe de Hong Kong tuvo una primera onda muy suave en el invierno de 1968-1969, pero posiblemente mutó y produjo una segunda onda que, en Europa, ocurrió en diciembre de 1969”, dice Erkoreka.
Esta fue muy agresiva y tuvo un amplio reflejo en los medios de comunicación de la época, aunque se olvidó muy pronto.
El historiador cree que, al igual que entonces, el menosprecio de los gobiernos a la nueva pandemia de coronavirus es lo que ha provocado su expansión.
“Las autoridades y muchos epidemiólogos han fallado en España y en Europa porque no han aprendido de las grandes epidemias del pasado”, dice.
“Deberían de tener claro, que cuanto antes de aborden y se tomen medidas, menor es el daño que producen”.