Por todo el despliegue publicitario en torno a las impresiones 3D y el potencial para una nueva revolución industrial, su apariencia física es poco satisfactoria. Desde afuera, las máquinas se parecen más a grandes heladeras con freezer estilo norteamericano que decorados típicos de una película de ciencia ficción.
Es la tecnología que se encuentra adentro de estas voluminosas máquinas lo que entusiasma a las compañías industriales.
Con presionar un botón, a partir de partículas de plásticos y metal se van construyendo por capas complejas formas. Se trata de una forma más barata y rápida de fabricar productos complejos, algunos de los cuales serían casi imposible producir mediante los procesos industriales tradicionales.
Hasta la fecha, las compañías han usado la impresión 3D, también llamada fabricación aditiva, principalmente para producir prototipos de componentes y productos para hacer pruebas. Pero varios de los grupos industriales más grandes del mundo, como General Electric, EADS y Siemens, ahora empezaron a mudar la tecnología desde el taller de diseño hacia la planta de producción.
Desde enero, Siemens usará la impresión 3D para fabricar repuestos y otros componentes de turbinas de gas en su división de servicio de generación de energía y mantenimiento. Con esta tecnología ya puede producir más de 100 piezas individuales distintas, y algunas reparaciones se pueden hacer en una décima parte del tiempo que habitualmente requieren.
El grupo alemán de electrónicos e ingeniería cree que la impresión 3D podría revolucionar el suministro de repuestos. Hoy se producen y almacenan en forma masiva y se entregan individualmente según los pedidos. Pronto podrá imprimirlos exactamente en un lugar cercano al cliente.
Para la industria aeroespacial, la impresión 3D es muy atractiva porque puede producir piezas más livianas. Además, la tecnología puede ayudar a reducir el desperdicio de materiales, algo importante para una industria que utiliza metales caros como el titanio.
Hasta las compañías que ya usan la tecnología admiten que el entusiasmo por la impresión 3D hay que ponerlo en contexto.
Un reciente informe de Morgan Stanley restó importancia a la fabricación aditiva como amenaza a la industria tradicional. Señala que la tecnología es principalmente vista como una herramienta para crear prototipos; el 73% la usan para diseño y sólo 23% para producción.
Creo que parte del problema está en que existe la idea de que la fabricación aditiva es la respuesta a casi todo y a menor precio, explicó Greg Morris, del centro de desarrollo de GE Aviation. Eso no es cierto. Pasarán años antes de que las compañías recurran a la impresión 3D de manera significativa.
Terry Wohlers de la consultora Wohlers Associates concuerda en que la fabricación aditiva no usurpará las actuales técnicas. Hay que ver a la impresión 3D como otra herramienta más a usar. Que se haya inventado una herramienta nueva no significa que todas las demás desaparecen, agregó.