Esa es la conclusión presentada por el economista Matías Carugati, de M&F Consultora, después de analizar las estadísticas privadas presentadas en el Congreso y el IPC Provincias.
Los precios al consumidor (IPC), según las estadísticas oficiales, han aumentado sólo un 0,94% en noviembre, acumulando una inflación anual de 9.7%. Esto representa prácticamente la misma tasa que desde hace más de dos años. Por su parte, los precios mayoristas (IPIM), que son los que marcan el piso para la inflación minorista, tuvieron una suba en el mes de 0,9% acumulando 13% en la tasa interanual. En 2011 habia terminado en 12,9%.
Sin embargo, las estimaciones privadas que fueron difundidas en el Congreso nacional, arrojaron una suba mensual de 1,81% en los precios al consumidor durante noviembre, alcanzando una inflación anual de 25%. En el inicio de este año, el número rondaba el 22.8%, pero la información presentada al Poder Legislativo muestra una lenta pero sostenida aceleración inflacionaria, según lo indicó el economista Matías Carugati, de la consultora Management & Fit.
La presentación indica que el principal impulso para la inflación provino del encarecimiento de la indumentaria por el cambio de temporada, aunque también se registraron aumentos en el costo del esparcimiento, con la mayor cantidad de feriados, que atenúan parcialmente la estacionalidad del rubro. Otras alzas destacadas fueron las del costo de la vivienda y los servicios relacionados (como la luz y el gas en el marco de la reducción de subsidios públicos) junto con el encarecimiento de los alimentos.
Las estadísticas provinciales de octubre (último dato disponible) son similares a las cifras difundidas por el Congreso. En concreto, el IPC Provincias desarrollado por M&F Consultora exhibió una suba mensual de 1,4%, lo que resultó en una inflación anual de 22,1%.
A primera vista parece que la tendencia de la inflación del IPC Provincias resulta contraria a la del Congreso, pero este comportamiento se debe a una desaceleración de la inflación en Ushuaia, que pasó del 29% anual en 2011 a 20% en octubre de este año. Otro de los indicadores que influyó fue el menor ritmo de aumento en los precios de Santa Fe y Santa Rosa (La Pampa).
De todos modos, ambos estilos de medición duplican la inflación oficial. A pesar del estancamiento del nivel de actividad y menores tensiones en el mercado laboral, la inflación se mantiene por encima del 20% por la combinación de varios factores que presionan en el alza de los precios. Entre ellos se encuentran la fuerte expansión monetaria; las elevadas expectativas inflacionarias; la nueva aceleración en los precios internacionales de commodities; el cepo cambiario, que desancla expectativas del dólar oficial y las anclas sobre el paralelo, y las restricciones a la importación, que tensionan los precios en algunos sectores.
Con todos estos datos se puede indicar que Argentina se encamina a finalizar el año con una de las tasas de inflación más elevadas a nivel mundial, ya que las proyecciones del FMI la establecen en el cuarto lugar del ranking mundial de inflación, por detrás de Sudán del Sur, Sudán y Bielorrusia.
Después de una década de baja inflación, indica el informe de Carugatio, Argentina parece haber retornado al clásico sendero inflacionario; a contramano del mundo, donde las tasas de inflación convergieron en bajos niveles, el ritmo de aumento de precios en nuestro país es cada vez más fuerte.
Pero, ¿qué consecuencias podría tener un proceso desinflacionario? Teóricamente se sostiene la existencia de costos crecientes, en términos del Producto, de reducir la tasa de inflación. Por el contrario, adherentes a la teoría de expectativas racionales argumentan que la desinflación no implica, necesariamente, una pérdida de PBI y empleo si las autoridades atacan el problema de forma creíble (ya que implica un relativamente rápido ajuste en precios y salarios por parte de los actores económicos).
A la hora de revisar la evidencia hay realidades variadas, pero existe un consenso en que los procesos de desinflación exitosos afectan negativamente al crecimiento a corto plazo cuando la tasa inicial de la inflación es relativamente baja, en un 10% anual, o cuando se desarrolla de forma muy rápida, por ejemplo, bajándola a la mitad en un año.