La lógica de los “barras”

Esta lacra que destruye al deporte más popular logró ser erradicada en Inglaterra, donde tuvieron triste fama. Pero no en la Argentina porque, además de “alentar” al equipo, son custodios de empresarios y políticos, socios de la policía, fuente de poder, mujeres y dinero. Ser “barra” aquí es casi un privilegio y un blasón.

pag.3 aPara los violentos, ser contratados por políticos o sindicalistas es prácticamente una nueva y rentable profesión. “Si no te dan una mano estos muchachos de las barras, es difícil que puedas ganar una elección“. El que esto dijo —bajo estricto pedido de reserva de identidad— no es un dirigente de fútbol; es un dirigente político. Y esa mano que menciona no es ni la vieja y querida “gauchada” ni tampoco la que se arregla con un choripán y una Coca: es mano de obra violenta que los candidatos políticos contratan y pagan en épocas de elecciones.

Por otro lado, la seguridad es un negocio. Los efectivos policiales disfrutan de un extra: los clubes les pagan a la Federal y a la Bonaerense cerca de 7 millones de pesos anuales para que los “cuiden”. El 30% lo paga el Estado, el 70% el club local.

Si todos los hinchas fuesen buenos, si llegaran y se fueran de las canchas ordenados y en paz, si nadie se metiera en disturbios, muchos actores secundarios del fútbol perderían millones de pesos. La violencia en el fútbol les da de comer, entre otros, a policías, empresas de seguridad privada y fabricantes de alambrados, vallas de contención, techos de acrílico o mangas inflables. La seguridad, entonces, es un gran negocio para muchos.

José Garriga Zucal, antropólogo e investigador de Conicet, en su libro “Haciendo amigos a las piñas” describe el fenómeno; valía la pena hablar con él.

 


“En un mundo de debilidad identitaria, ser barra es importante, es ser alguien”

José Garriga Zucal

Noticias & Protagonistas: ¿Su trabajo trata sobre la violencia en general, o está enfocado en el fútbol?

José Garriga Zucal: Yo trabajé muchos años ese tema, hoy investigo sobre violencia policial. El libro es consecuencia de muchos años de hacer trabajo de campo con las hinchadas, primero de ascenso y luego otras más grandes como la de Huracán. La idea es entender por qué para la barra brava era legítimo pelearse. Encontrar la lógica de la violencia.

 

N&P: ¿Logró entenderla?

JGZ: Sí, algo sí. Creo que lo que más nos cuesta es entender que hay otros sentidos. Nosotros consideramos que la violencia es la sinrazón, la ilógica, pero si buceamos en esos sentidos diferentes veremos otras lógicas, incluso varias.

 

N&P: ¿Una es la del poder?

JGZ: Sin duda. Cuando uno charla con ellos, ve que el poder tiene dos dimensiones: una instrumental y material, que es ser miembro de una barra, lo que implica la posibilidad de acceso a recursos; trabajo, dinero, contactos que permiten esas cosas. Pero también hay una lógica de prestigio: se transforman en hombres respetados por ser temidos, más allá del mundo de la hinchada. Caminar con un jefe por un barrio es verlo saludado por vecinos que no son parte de la barra.

 

N&P: En Mar del Plata hemos visto a gente del común pedirle autógrafos a “Rafa” Di Zeo…

JGZ: Sí, eso pasa en todos lados. Yo caminaba por Pompeya con un líder de Huracán, que funcionaba como mediador para acceder a diferentes cosas que le pedían. Era una figura pública conocida pero a través del miedo, temido quizá por acuchillar a alguien; pero a la vez era fuente de recursos de bienes y de acceso a personas importantes.

 

N&P: ¿Es un vector de ascenso social?

JGZ: Cuanto menos es un mecanismo de reproducción del lugar que tiene, un lugar de visibilidad y prestigio aunque no afecte la situación social. En algún momento, el jefe de la hinchada de Huracán tenía accesos sexuales por su lugar. Era un tipo reconocido y eso le daba éxito en el campo de la conquista femenina.

 

N&P: Cualquier opción de poder habilita conquistas de todo tipo. El poder se vinculó siempre con la posibilidad de una mayor sexualidad.

JGZ: A mí me parece importante no reducir las cosas sólo a lo material, no van sólo por la plata a ser barras. Hay plata, es importante sí, pero no es lo único. Si creemos que van sólo por dinero, nos equivocamos; tampoco es sólo por prestigio y mujeres. Es un fenómeno complejo con dimensión económica y psicológica.

 

N&P: ¿Cómo se articulan con el poder político?

JGZ: La conexión es muy visible. El punto es que ofrece chances de acceder a recursos por ese lado; en todos los clubes se da de forma distinta. En mi trabajo quedaba clara la relación de la barra de Huracán con algunos gremios, con la política territorial, con líderes concretos, fuertes, en Parque Patricios, o en otros lados. Vínculo formado a veces porque estos grupos tienen algo que les sirve: la mano de obra violenta a veces es importante; cada vez menos, es cierto, porque hay una profesionalización de la política que hace que ya no se dé tanto, aunque hace años que la seguridad de algunos políticos en los actos, o en las pintadas, lo brindaba la barra. Hoy eso se vuelca a otros ámbitos, pero siguen proveyendo este tipo de servicio.

 

N&P: No son pocas las imágenes de Pablo Moyano con la barra de Independiente; o Cristian Favale, de Defensa y Justicia, al lado de Boudou, lo que demuestra la estrecha relación de estos sectores violentos con el poder.

JGZ: Un punto importante es romper la relación violencia-pobreza. Eso es reducirla a un único contexto social, pero en el futbol no es así. Es claro que los líderes de River son clase media y media alta. Esa heterogeneidad de pertenencia lo vemos en todas las hinchadas; la lógica de la violencia va más allá de un sector. Un tema interesante es que sin duda son los populares los que lo aprehenden con más fuerza, pero eso muestra la desigual distribución de recursos. Un joven de clase media se fascina con la barra en la adolescencia, pero con el tiempo tiene otros recursos a mano, otros grupos; para los sectores pobres quizás sea una de las pocas puertas de pertenencia, no tienen otros lugares. Un punto central es que la barra construye una pertenencia deseable para muchos jóvenes. En un mundo de debilidad identitaria, ser barra es importante, es ser alguien.

 

N&P: Un estudio médico revelaba que chicas de sectores muy pobres quedaban embarazadas a pesar de saber cómo evitarlo, porque querían “tener algo propio”: su hijo. Podría ser una metáfora de la realidad también aplicable a este ejemplo de la violencia de las barras…

JGZ: Está bueno para pensarlo, porque nosotros, las clases medias e intelectuales, lo pensamos todo desde nuestra óptica. El embarazo adolescente, la violencia, lo vemos como un error: pero al investigar vemos estas otras cosas: se busca autonomía, y con la violencia pasa que tampoco es sólo sinrazón, sino para cierto sentido diferente al nuestro, que no entendemos, es algo más. Para ellos no es irracional.

 

N&P: ¿Ahora está trabajando en violencia policial?

JGZ: Sí, pero además coordino el Observatorio de Violencia en las escuelas. El Observatorio hizo encuestas a los alumnos durante tres ciclos y descubrimos que hay violencia tanto en escuelas privadas como públicas; estas últimas, como tienen menos lógica comercial esconden menos, pero sucede en todas las instituciones. Lo que sí encontramos son formas distintas de violencia. Hay que considerar que violencia es algo propio de las relaciones sociales y hubo inflación de la violencia escolar. Un grito hace 30 años no era violencia, una discriminación tampoco, pero hoy sí. Esta inflación es buena, permite ver cómo se cambia la apreciación de lo que es violento.

 

N&P: Se modificó la legitimidad de lo que podía hacer un docente…

JGZ: Y la escuela ya no tiene el peso de antes, cuando para los más humildes representaba una posibilidad cierta de ascenso social.

 

Como peces en el agua

pag.3 c¿Cuánto dinero mueve la seguridad del fútbol? La Policía Federal recibe 4.000.000 de pesos por año; la de la provincia de Buenos Aires recolecta casi 3.000.000. “Después de cuidar los bancos, el fútbol es el mejor negocio para la Policía“, opina el ex presidente de Racing Daniel Lalín.

Para el policía de la esquina, ¿es negocio ir a trabajar a la cancha? Depende. Si el operativo dura muchas horas, si él es de la Bonaerense y encima trabaja lejos de la jurisdicción de la cancha, cobrar 25 pesos no le hace gracia. Para uno de la Federal, en cambio, es más negocio. “El fútbol es una bolsa de trabajo“, confió un agente de Capital, aunque aclaró que “sólo me conviene yendo a la cancha como adicional, no como recargo de servicio. Me pagan si voy en calidad de adicional: si no, tengo que ir igual sin cobrar nada“.

¿La Policía conoce a los hinchas violentos? Sí. Una vez Muchinga y otros barras de Chacarita metieron su auto —vidrios polarizados y sirena policial en el techo— entre los patrulleros y los micros de la hinchada, y así, “en caravana de amigos“, fueron hasta la Boca. ¿Están capacitados los policías para los espectáculos deportivos? La mayoría, no. Algunos van sin ganas, vienen de una guardia nocturna o están sin dormir. A veces no conocen ni la cancha. Eso provoca que queden zonas “liberadas”, ex profeso o no. En ellas se movieron como peces en el agua desde “el Abuelo” hasta “la Gorda Matosas”, pasando por el racinguista “Zaza”, el “Bebote” y el mítico “Loco Fierro”, tripero muerto de 19 balazos por la espalda.

En ese terreno, con indudable protección política y a veces hasta judicial, se mueven y se matan  los Borrachos del Tablón (River), La 12 (Boca), La Guardia Imperial (Racing), los Diablos Rojos (Independiente), la Gloriosa Butteler (San Lorenzo), la Banda del Pincha (Estudiantes), La que Nunca Abandona (Newell’s), La Peste Blanca (All Boys), La 22 (Gimnasia), y un larguísimo y tenebroso etcétera.