La muerte llama dos veces

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Una semana dolorosa. Una semana inusualmente dura es la que vivimos los marplatenses. Rocío Girat y su calvario, Rubén Cufré y su asesinato. Demasiado, aunque sepamos que pronto volverá a ocurrir

Dos hechos de los que antaño podían cubrir las más escabrosas páginas policiales en todo un año se sucedieron esta semana en la ciudad con pocas horas de diferencia.
Sin embargo la conmoción no llega a hacer reaccionar a una sociedad anestesiada, acostumbrada a las peores crueldades y ya habituada a convivir con ellas.
Estamos dormidos, tal vez asustados….pero seguramente equivocados. En ocasiones parece que estamos esperando, con la morbosidad de los sicópatas, que la “nueva noticia” supere en crueldad a la última, sabiendo siempre que algo peor va a ocurrir y que nadie hará nada para evitarlo.
Rocío Girat sufrió por años la peor vejación a la que pueda ser sometido un ser humano: la pérdida de su libertad; física, intelectual y moral.
Sometida a una esclavitud violenta, esta joven que hoy ve su vida arruinada, obligada a una exposición pública que fue necesaria para que sea escuchada por las autoridades que hasta ese momento habían mirado para el costado, tiene sin embargo el triste privilegio de poner a la sociedad cara a cara con historias no tan lejanas de otras jóvenes que también fueron sometidas a la esclavitud sexual por sus apropiadores.
Argentina tiene una larga historia de avances de quien ejerce algún poder sobre la vida de los otros.
Avances perversos, como en este caso que tanto nos golpea, y también avances de una violencia inusitada en manos de quienes en épocas de quienes avasallaron el estado de derecho y llegaron a suponer que violando mujeres, robando niños, asesinando y torturando se avanzaba en una sociedad mejor, occidental y cristiana.
Lo más dramático es sin duda “el silencio circundante”. Nadie ve nunca nada y todos tenemos una explicación –lógica y fundamentada- para no haber tomado conciencia de las aberraciones que sucedían a nuestro alrededor.
Va a ser muy difícil para Rocío construir de aquí en más una vida normal. Si hacemos un ejercicio de sinceridad concluiremos que va a resultarle ciertamente imposible.
¿Cómo se vuelve de este horror?, ¿cómo se recupera el equilibrio del cuerpo y el alma?, ¿cómo vuelve a confiarse en afectos primarios?….¿cómo se pierde el miedo y la humillación?.
Mientras tanto la sociedad se olvidará de esta víctima, llorará lágrimas de cocodrilo por otras víctimas y seguirá mirando distraídamente para el costado hasta el momento en que los hechos le estallen en la cara.
Como antes, como hoy…y como siempre.
Como si morir dos veces fuese obligatorio en la Argentina.

Cuando el relato mata
El asesinato de otro taxista revive entre nosotros esa “sensación” de inseguridad que a lo largo del país se mide en centenares de muertos, crímenes de una brutalidad inimaginable y miles de delitos que ni siquiera se denuncian ante el hartazgo de los fallos disparatados de una justicia que ya no nos sirve y la convicción de que en la fuerza policial vamos a encontrar más amigos de los delincuentes que del hombre común.
Mientras tanto en todos los niveles de gobierno se sigue insistiendo en un relato absurdo, increíble y grosero que habla de cámaras de seguridad, nuevos patrulleros, más personal y tantas otras cosas que todos sabemos que son mentira.
En determinados horarios el Centro de Monitoreo de General Pueyrredón tiene tan poco personal que un solo operador debe atender 16 cámaras al mismo tiempo.
Así fue que hace pocos días uno de los dispositivos tomó el momento en que una persona era asesinada sin que la jóven que efectuaba el control de monitoreo se diese cuenta. Era imposible….nadie puede prestar debida atención a semejante cantidad de imágenes y no correr el riesgo de que algo se le pase por alto; aún un crimen.
Desde al menos tres comisarías de nuestra ciudad y de dos de localidades cercanas, sus autoridades nos cuentan que a 48 hs de entregarles “los nuevos patrulleros” recibieron llamados desde el Ministerio de Seguridad ordenándoles devolverlos porque tenían que ser “entregados” en otros lugares de la provincia.
¿Sabe Scioli esto?, ¿sabe Pulti acerca de la falta de personal para monitoreo?….¿sabe alguien algo?.
Lo único claro es que vivimos en el medio de la mentira y que la familia de Rubén Cufré, el último asesinado a la espera de otra víctima, si sabe que este honesto trabajador ya no va a volver nunca más a su casa.
Mientras el relato sigue matando…