La Argentina es uno de los tres países donde existen yacimientos de este elemento químico clave para la fabricación de baterías. Cómo se gestionará su explotación es un debate que aún no se resolvió.
Todos los especialistas consultados coinciden en que los recursos de litio en las provincias de Catamarca, Salta y Jujuy constituyen una nueva oportunidad para la Argentina. Su aprovechamiento permitiría sumar al país a un mercado en pleno crecimiento y dar lugar a nuevas oportunidades de negocios.
El litio se volvió conocido por su uso para la electrónica, en la confección de tablets, computadoras y celulares. Sin embargo, es su aplicación en baterías para transportes eléctricos y como reservorio de energía renovable (que al ser eléctrica no tiene dónde almacenarse) lo que lo vuelve un elemento clave de la economía del futuro.
Las aguas en torno al tema se dividen pronto. Las voces oficiales hablan de expectativas sobredimensionadas y desmienten estar frente una nueva “Arabia Saudita”. Inclusive hablan de cómo la oferta creciente y los rápidos cambios en la tecnología automotriz pueden hacer que esta ventana se cierre muy rápidamente. No hay que sentarse sobre las reservas y especular, explican.
Del otro lado, investigadores y ONGs piden aprovechar esta nueva chance para romper con un modelo de minería que suele beneficiar a capitales extranjeros, diezmar el ambiente y dejar comunidades locales empobrecidas y contaminadas.
En una jornada en la Universidad de San Juan, Tay Such, geóloga y miembro de la Dirección Nacional de Promoción Minera, confirmó que “sólo de por sí los salares representan una oportunidad muy grande y en este sentido venimos avanzando mucho”.
En los salares existe la mayor disponibilidad de litio. Otra fuente de litio está en las pegmatitas (rocas ígneas), un dato poco difundido. Australia y Canadá están extrayéndolo con mucho éxito al punto que “sólo las reservas de Australia permitirán abastecer 60 años de la demanda mundial”, aportó el geólogo Emilio Toledo.
“Hoy el precio está muy alto, alrededor de u$s 10.500 la tonelada de carbonato de litio, lo que incentiva las inversiones tanto en desarrollo como en exploración. Las baterías de litio se cree alcanzarán 70% del mercado en los próximos años y es esto lo que motoriza la demanda”, explicó Daniel Jerez, Director Nacional de Promoción Minera.
Cómo aprovechar la oportunidad
La postura del investigador del Conicet y especialista en geopolítica del litio, Bruno Fornillo, es contundente: “¿Qué es lo que tiene valor? No es exportar la materia prima. Acá vienen un montón de empresas extranjeras a asegurarse el recurso por un costo mínimo. Lo que deberíamos es apostar a crecer en la cadena de valor porque tenemos un desarrollo científico robusto como para realizarlo”.
Según explicó existen dos ejes de investigadores (La Plata – Córdoba y Buenos Aires – Jujuy) que “tienen capacidades y desarrollos para confeccionar las baterías que requiere el mercado. También hay otro eje que trabaja las baterías de litio-oxígeno que son las que van a venir dentro de 30, 40 años”.
Y agregó: “Sería deseable generar una sinergia positiva entre participación y estímulo del Estado, industria y entorno científico para aplicación técnica y de innovación”.
Desde la Dirección Nacional de Promoción Minera, Toledo dijo “serán bienvenidas todas las fábricas de baterías que puedan surgir pero que eso no coarte las posibilidades que tenemos ni menoscabe el valor que agregamos nosotros donde no hay nada”.
Además, especificó que “si se instalase la empresa de producción de baterías en Jujuy, Itec, ésta podría consumir la cantidad de carbonato de una semana de lo producido en el país. Y de entre uno y dos días de la producción que podríamos tener en 2025. ¿Qué hacemos con el resto?”.
En ese sentido el ingeniero Mario Capello, subsecretario de Desarrollo Minero, se mostró firme: “Debemos desarrollar la otra gran riqueza que tenemos porque como país no tenemos una sino dos pampas húmedas”, dijo en referencia a la riqueza minera del país.
Desde Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), por su parte, la propuesta es “cambiar la lógica por una que cuide y proteja los bienes comunes y defina cómo organizar estratégicamente esta actividad. Una visión que no sea la de un commodity que se lleva el mejor postor. Si no damos este debate con el litio ahora, ¿con qué lo vamos a hacer?”.
Ecosistema y comunidad
Pía Marchegiani, abogada e investigadora sobre litio de FARN, advirtió que las cuestiones ambientales y sociales están “invisibilizadas en las discusiones técnicas”. “No se están teniendo en cuenta los ecosistemas donde está el litio. Son zona de glaciares, lagunas y biodiversidad, cuencas endorreicas que tienen un delicado balance entre agua dulce y agua salada y de las que dependen las comunidades”, alerta.
Marchegiani sostiene que “se usan herramientas y cálculos para medir otros proyectos mineros como si esto fuera lo mismo” y “se otorgan permisos de proyectos sin tener en cuenta todo el sistema hídrico que es muy frágil. No se sabe si estos lugares pueden soportar proyectos semejantes. Además, las mismas comunidades le dan usos a esos salares que tampoco son considerados”.
Desde FARN entienden que hay que elevar el nivel de debate. Una buena manera de hacerlo sería sumando una evaluación de impacto acumulativo, que considere el conjunto de proyectos y actividades que hacen diferentes usos del agua en una cuenca, y una evaluación ambiental estratégica, que permita, por ejemplo, elegir idóneamente qué salares trabajar y cuáles no.
Fornillo reforzó este argumento y agregó que “la participación de las comunidades no puede obviarse. Habitan el lugar desde hace miles de años de modo tal que es necesario que participen de la decisión, gestión y ganancias de las empresas litíferas”.