La superpoblada China quiere más niños

El envejecimiento de la población en el país asiático empuja a Pekín a estimular la procreación entre sus ciudadanos y a avanzar hacia la completa liberalización de la natalidad.

Durante casi cuatro décadas, las autoridades chinas se esforzaron al máximo por restringir el número de hijos que las mujeres podían tener, echando mano de medidas draconianas para cumplir su voluntad si era menester. Ya no más. Ahora, en todo un ejercicio de rectificación política al más puro estilo “donde dije digo, digo Diego”, Pekín alienta a las féminas patrias a tener cuantos más vástagos, mejor. Porque, aunque parezca difícil de concebir en un país con 1.370 millones de habitantes, faltan chinos en China. Son varios los factores que han llevado a esta situación. Por un lado está el crecimiento de la esperanza de vida del chino medio, que en el último medio siglo ha pasado de los 57,6 años a los 76,7, según datos del Banco Mundial. A esta buena noticia se le añade el envejecimiento de la población. Según la firma Statista, si en el año 2020 habrá unos 250 millones de mayores de 60 años, esa cifra se disparará en dos décadas hasta los 426 (un 30% del total de la población).
Pero mientras que estas dos variables crecen, la población en edad de trabajar no deja de reducirse desde 2010, una tendencia que se prevé que continúe en el futuro (hasta 100 millones de trabajadores menos de aquí a 2035, según un reciente estudio del Gobierno chino). Un peligroso cóctel que, sumado a la falta de un programa de seguridad social adecuado y a una baja tasa de natalidad de 1,6 niños por mujer, amenaza con convertir la pirámide de la población en un rombo que socave los recursos económicos del Estado y las familias. Este escenario comenzó a fraguarse con la imposicíón de la política del hijo único allá por 1979. Los mandatarios comunistas defienden que este gigantesco experimento social les ayudó a controlar el crecimiento de su población y a luchar contra la pobreza.
Sin embargo, en el año 2013, el propio Gobierno reconoció las implicaciones que había tenido la ley en el envejecimiento de su población y en el desequilibrio actual en la proporción entre varones y hembras (se estima que hay más de 33 millones más de hombres que de mujeres en el país), por lo que permitió a aquellas parejas en las que ambos eran hijos únicos tener dos vástagos si así lo deseaban. Dos años después, la opción de tener la parejita se extendió a todo el mundo.Aún así, el ‘baby boom’ que esperaban como agua de mayo no se ha materializado. En 2016, primer año sin política del hijo único, nacieron 17,9 millones de niños, tan solo 1,3 millones más que el año anterior. El año pasado fue aún peor, y la Oficina Nacional de Estadísticas registró 17,2 millones de alumbramientos, muy lejos de los 20 pronosticados por los mandatarios.
Como en muchas otras sociedades modernas, el imparable aumento del coste de la vivienda y de la educación o la incorporación de la mujer al mercado laboral explican por qué los jóvenes cada vez tienen menos prisa para buscar descendencia. Parejas que, por otra parte, están formadas mayormente por hijos únicos a los que se les ha machacado con que el modelo familiar ideal era el de unos padres con un solo hijo.
Conscientes de que una crisis demográfica puede poner en peligro el desarrollo económico y socavar la estabilidad y autoridad del Partido Comunista, los oficiales se han puesto manos a la obra para estimular la procreación entre sus ciudadanos. “Tener hijos no es sólo un asunto familiar, sino también un asunto de Estado”, proclamaba en un reciente editorial el Diario del Pueblo, órgano de comunicación oficial del PCCh. El artículo desató miles de comentarios, muchos de ellos criticando que las mismas autoridades que hasta hace poco practicaban abortos y esterilizaciones forzosas ahora presionen a las mujeres para que se queden embarazadas. “Puede que ahora los funcionarios intervengan en las políticas pro natalistas de manera igual de agresiva a como lo hicieron en las antinatalistas”, dijo Mary Gallagher, experta de la Universidad de Michigan, al diario ‘The Guardian’. “Esto podría tener efectos muy negativos en la posición de las mujeres en el mercado laboral, en la sociedad y en la familia”, apostilló.
Si provincias como Liaoning ya ofrecen incentivos fiscales para que las parejas se animen a tener niños, otras han apostado por alargar el permiso de maternidad o se plantean bonificaciones en educación o vivienda por cada nuevo hijo que se tenga.El nuevo Código Civil, que entrará en vigor en 2020, también apuesta por tomar medidas favorables a la natalidad. Según recogía recientemente el Diario de la Procudaría, el código plantea establecer un “periodo de calma” de hasta un mes para que aquellas parejas que se quieran divorciar se lo replanteen antes de iniciar los trámites.
Además, del borrador del texto también habría desaparecido cualquier referencia a la “planificación familiar”, lo que equivaldría a la eliminación definitiva de los sistemas de control de la natalidad que han llevado a esta situación. El último paso hacia el desmantelamiento de estas políticas se registró hace unos días. Entonces, la Comisión Nacional de Sanidad china anunció que tres departamentos responsables de la ejecución de las políticas de planificación familiar fueron eliminados y que en su lugar se ha creado un departamento nuevo que concentrará “el monitoreo de la población y el desarrollo familiar”. “Entre la gente de a pie y los académicos ya existe suficiente consenso sobre el fin de estas políticas. Es solo cuestión de tiempo antes de que la eliminen”, aseguró Wang Huiyao, presidente del Centro para China y la Globalización, a ‘The New York Times’. Sin embargo, muchos opinan que el fin de las restricciones llega demasiado tarde y que no ayudará a enderezar la situación si no es acompañado de un mayor gasto social. “Educación, servicios de salud materna e infantil, ayudas a la vivienda… Las autoridades deben invertir más en los que quieran tener un segundo o tercer hijo”, señaló el académico Shang Xiaoyuan, de la Universidad de Nueva Gales del Sur. Si no lo hacen, apunta, a la larga puede ser peor.