La protección de vacas del nacionalismo hindú ha dejado 150 ataques contra minorías y causa un problema a los ganaderos, el sector que aupó a Modi al poder y que puede hacer peligrar su reelección.
En junio de 2018, una turba de 25 personas armadas lincharon al ganadero de 45 años Qasim Qureishi, dejándole morir en una cuneta a las afueras de la localidad de Pilkhuwa, en el estado de Uttar Pradesh y a dos horas en coche de Nueva Delhi, la capital de India. La paliza llamó la atención de otro granjero que llegó al auxilio, pero también fue golpeado y abandonado inconsciente.
Samaydeen, de 65 años, sobrevivió y se convirtió en testigo del caso registrado en comisaría. El atestado detalla un accidente de tráfico que originó una agresión en grupo, pero no es lo que relata el superviviente en el caso que sienta jurisprudencia en el Tribunal Supremo de India y que apunta a la complicidad institucional ante la multiplicación de asesinatos contra minorías religiosas por grupos vinculados al nacionalismo hindú; como el que acabó la vida de un cristiano coincidiendo con el comienzo de las generales que se celebran estas semanas en el país asiático.
“Llevé el caso al Supremo y pedí registrar la versión de los testigos para hacer justicia. El nuevo expediente habla de los protectores de las vacas y de falsos rumores de matanza bovina cuando lo archivado antes por la policía era falso”, cuenta a El Confidencial desde su despacho en Delhi, la abogada Vrinda Grover, defensora de Samiuddin ante la máxima corte india en un caso sin precedentes.
“También ocurrió con el homicidio de un joven en Delhi, en el que la versión inicial dice que se produjo por una disputa por el asiento de un tren cuando fue asesinado por ser musulmán”, dice la experta, que ha participado en juicios de violencia religiosa desde hace 30 años. El caso al que se refiere, como el de Qureishi y Samiuddin, también fue llevado al Supremo hace poco para exigir medidas ante la violencia abordada por este Tribunal.
El año pasado y ante los 148 incidentes registrados desde 2015, en los que turbas atacan a inocentes en supuesta defensa de las vacas, animal sagrado hindú, el Tribunal Supremo de India emitió una decena de recomendaciones de obligado cumplimiento tanto para el gobierno central como para los estados. Entre ellas, la persecución especial de los acusados por toda la administración del estado o la responsabilidad penal de los oficiales de policía y su proceso disciplinar en caso de no haber investigado el caso con diligencia.
“En mi caso, también he registrado ante el Supremo que no se siguieron sus directrices. Por ejemplo, la policía ha destruido y modificado pruebas, todos los acusados fueron puestos en libertad bajo fianza y las víctimas no fueron informadas de las audiencias ante el tribunal para dar su versión”, detalla Vrindra Grover.
Dada la severidad y asiduidad de los casos, la corte suprema india incluso sugirió al parlamento el estudio de una ley para atajar la violencia relacionada con la protección de vacas; algo a lo que Grover no ve futuro dado el patrón de los sucesos. “Es un poco ingenuo esperar que este gobierno apruebe una ley así […] Antes de que se archiven los casos en base a falsas premisas, el inspector general y el fiscal general tienen que revisarlos. ¿Cómo es posible que altos funcionarios con tal responsabilidad administrativa y legal dejen que esto ocurra?”, se pregunta retóricamente la abogada.
Cuando se le pregunta por responsabilidades, Vrinda Grover apunta a las máxima responsabilidad del estado: “Existe un apoyo secreto y visible a la impunidad de los violentos por parte del más alto nivel ejecutivo y político, ya sea del jefe de un estado o del primer ministro, para quienes la matanza de vacas se ha convertido en el crimen más odioso y que satanizan a las minorías de este país, particularmente a los musulmanes”.
El nacionalismo radical hindú
En las últimas elecciones de 2014, el Bharatiya Janata Party (BJP) de Narendra Modi consiguió una aplastante mayoría nacional gracias a su legado económico en el próspero Estado oriental de Gujarat y a un discurso nacionalista religioso que encontró un caladero de votos entre los estados del norte que forman el ‘cinturón hindú’ de India. Allí la superpoblación y el subdesarrollo ofrecen unos índices socio-económicos que son un cóctel molotov al unirse con la realidad demográfica de la región, de mayoría religiosa hindú pero con una elevada proporción de comunidades que pertenecen a castas bajas y a la minoría musulmana.
Si bien la constitución de India -aunque secular- prohíbe la matanza de vacas y 20 de los 29 estados del país condenan su comercialización, la llegada al poder del Primer Ministro Modi ha traído a una serie de dirigentes políticos que representan el lado más radical del hinduismo, como el líder del Gobierno de Uttar Pradesh, Yogi Adityanath, predicador ultra-nacionalista sobre el que pende un caso de ataque a musulmanes. Su defensa del hindutva, ideología que proclama la hegemonía del hinduismo sobre el resto de credos, ha hecho que el tema de la consumición y trato a la vaca, animal sagrado hindú, vuelva a ser un problema político en India.
La prohibición nacional de su compraventa por el Ministerio de Medio Ambiente, en 2017, fue revocada por el Supremo. Pero impulsó políticas religiosas de gobiernos estatales, como Uttar Pradesh, que ordenó la persecución de quien comercialice con su carne, o Rajastán, que creó un Ministerio de la vaca.
Un mes después del intento de Medio Ambiente, vídeos del linchamiento de un inocente hicieron que el propio Modi condenase el acto, pero la justicia no actúa contra los criminales y solo 11 de los cientos de involucrados en los 148 casos han sido procesados. Detrás de los ataques está el Bhartiya Gau Raksha Dal, un grupo radical creado en 2012 para la protección del ganado bovino. Según medios locales, sus miembros operan fuera de la ley mediante informaciones compartidas en redes, principalmente WhatsApp, que identifican a los que supuestamente comercializan con carne de vaca.
Este movimiento nacional cuenta con conexiones policiales y políticas, no obstante, forma parte de Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS), el grupo apolítico más grande del mundo y matriz del hindutva. RSS no solo fue prohibido cuatro veces por incitar al odio religioso y está asociado al asesinato del Mahatma Gandhi, sino que ha contado entre sus ilustres miembros con líder de Uttar Pradesh, Jogi Adityanath, y con el Primer Ministro de India, Narendra Modi.
Así, desde el asesinato de Mohammed Aklhad por una multitud de hindúes que pensaron que tenía carne de vaca congelada en 2015, se han registrado 44 muertes en 11 estados, según Human Right Watch (HRW). Los ataques han sucedido principalmente en el norte y la mayoría en Uttar Pradesh; estado en que se han dado más sucesos de este tipo en 2018 con 4 muertes en 21 ataques, incluido el asesinato de un policía que investigaba un caso. Según una investigación de IndiaSpend, un grupo de periodismo independiente, el 97% de los casos entre 2010-17 ocurrieron bajo el presente gobierno y la mitad en estados donde gobierna el BJP. El 52% de los atacados y 80% de los muertos eran musulmanes, algo que asusta a los 172 millones que viven en el país.
No todos los ataques relacionados con la protección de la vaca tienen como víctimas a musulmanes, sino también a los intocables, seleccionados porque comen todo tipo de carne. “No teníamos nada que ver con el transporte o cuidado de vacas, pero nos apalearon, nos raparon el pelo y los hicieron caminar por todo el pueblo con un cartel que leía ‘Somos ladrones de vacas’”, cuenta por teléfono a El Confidencial Uma, de 22 años, dalit [intocable] víctima del linchamiento por una de estas turbas, que lo grabó en vídeo, en enero de 2018 en Balia, a 50 kilómetros de Lucknow, capital de Uttar Pradesh.
“Registramos la agresión en comisaría pero nada se ha hecho porque la policía está sobornada”, asegura Uma, que teme salir de su casa, en la localidad de Nagpur. “La policía y algunos políticos están de su lado [los atacantes]. Pero ahora esperan a que terminen las elecciones para volver a la carga”.
El líder del gobierno regional niega que haya problemas con los linchamientos pese a que algunos acusados han sido identificados en primera línea de sus mitines durante las actuales elecciones. Por su parte, miembros del parlamento han declarado públicamente que los ataques continuarán para proteger el ganado mientras que algunos políticos locales honran a los criminales. Así, un partido regional anunció que R. Rana, encarcelado por el primero de estos asesinatos selectivos, será candidato a las elecciones en Noida, distrito de Uttar Pradesh a las afueras de Delhi, porque “Rana demostró su compromiso después de servir 2,5 años en prisión por su respeto a gau mata [madre vaca]”, anunció el líder local del partido.
Puede tumbar al gobierno
La histeria religiosa para protección de vacas ha creado problema inesperados, más allá de la violencia, en zonas rurales del norte de India. En enero, granjeros de una localidad de Uttar Pradesh tuvieron que proteger sus cosechas encerrando a cientos de vacas en escuelas públicas y obligando a los escolares a recibir clases al aire libre. En India, el número de estos animales era de 5,2 millones según el censo de 2012 -elaborado cada diez años- pero se estima que se ha multiplicado con la política de protección del ganado bovino. Solo en 2015, se dieron 550 accidentes de tráfico con víctimas mortales ocasionados por las ‘vacas callejeras’.
El miedo a las turbas radicales ha hecho que los ganaderos que tienen licencia para la cría bovina dejen de comerciar con leche de vaca para hacerlo con la de búfalo, más cara. Muchos, con independencia de su orientación religiosa, se han vuelto contra el gobierno por los costes que está política gubernamental tiene para el sector. “No podemos ni siquiera poner cerco a nuestros huertos porque dicen que daña a las vacas. No podemos venderlas, ni tocarlas. Si lo intentamos, puede pasarnos cualquier cosa”, explica a este diario Viplove Kumar Singh, perteneciente a una casta alta hindú y alcalde de Maigalganj.
Según Singh, alrededor de 300 vacas callejeras han ocupado este pueblo a 130 kilómetros al norte de Lucknow, causando también accidentes en la autopista que une la capital de Uttar Pradesh con Nueva Delhi. “Si tratamos de varearlas para echarlas de nuestros campos, los que apoyan al BJP nos amenazan con denunciarnos. No importa si nosotros también somos hindúes, están muy influenciados y nosotros vivimos bajo presión”.
El descontento entre el sector ante la crisis agraria, ahora agravada por las ‘vacas callejeras’ que amenazan sus pastos, pone en peligro la reelección de Modi. En las generales de 2014, uno de sus avales ante los 262 millones de campesinos fue su promesa de doblar su salario para 2022. Pero estos se han visto damnificados por la política de protección de vacas, como también le ha ocurrido a otros sectores relacionados. La exportación de carne de bovino suponía 3,3 millones de euros en 2016-17, empleando a 25 millones de personas, la mayoría musulmanes. Mientras que la industria del cuero supone casi 2 millones de euros.
Entre tanto, el gobierno de Uttar Pradesh ha decidido solucionar el problema con la creación de más refugios para vacas, destinando más de 35,5 millones de euros del presupuesto regional -la mitad de lo destinado en educación especial para niñas- en la construcción de estos espacios. “Hay alrededor de 5.200 vacas en un refugio a las afueras de Lucnkow. Lo curioso es que sus supuestos protectores sacrifican a unas 10 cada día para vender su carne”, confiesa Mohammad Shoaib, abogado en el Tribunal Superior de Lucknow desde su casa en la capital de Uttar Pradesh.
Desde Delhi, su colega, la también jurista Vrinda Grover, alerta de la situación: “Si el gobierno central abandona la constitución y sigue el camino del hindutva [nacionalismo hindú] mientras reconfigura las relaciones sociales y las ecuaciones políticas de este país, todo el Sur de Asia se verá sumido en el caos”.