El auténtico devenir de un pueblo que durante dos siglos rigió los destinos de Hispania, es contado de manera única y llega un poco más allá de lo que habitualmente se enseña en los colegios españoles.
Se trata del libro “Godos de Hispania” (Ed. Edaf, XI Premio Algaba), de León Arsenal, quien relata doscientos años de vida en la remota España con algo más que nombres y batallas, siguiendo la historia de estos reyes de los que tan poco se sabe.
Alarico, Atanagildo, Leovigildo, Recaredo I, Witerico, Gundemaro, Sisebuto, Recaredo II, Suintila, Sisenando, Chintila, Chindasvinto, Recesvinto, Wamba, Égica, Witiza, Rodrigo; tal es la lista de nombres de los Reyes de Godo, que habitualmente se enseña en España sin decir mucho más. León Arsenal, autor del libro, se propuso ir más allá: “aquella lista de los reyes godos más bien desinforma que informa. En primer lugar, porque es bastante falsa y comienza con Alarico I, que jamás pisó Hispania. En segundo lugar, porque debiéramos sustituir la simple enumeración de nombres propios, fechas y hechos por una comprensión más global de lo que los visigodos fueron, a través de las distintas etapas de su historia. Pero, sobre todo, lo que debiéramos conocer de los godos es que supusieron un puente entre lo que llamamos Edad Antigua y la verdadera Edad Media que, al menos en la Península, comienza con la batalla de Guadalete”.
“La sociedad hispana fue evolutiva. En un comienzo, podemos decir que había dos pueblos segregados: los hispanorromanos, que se consideraban a ellos mismos romanos, acuñaban moneda romana y se regían por las leyes romanas, con magistrados a la usanza romana y la gens gothorum, los godos. Estos últimos ocuparon las capas altas de la administración y se regían por leyes propias. Pero, con el paso del tiempo, sobre todo a partir de Recaredo y la unificación religiosa, se fue produciendo una lenta fusión entre ambos pueblos”, explica el autor.
En cuanto a la religión, Arsenal comenta que también era muy importante en esa época: “el Estado era de sustento teocrático. Fue la gran baza de Recaredo. Los obispos católicos sancionaban con su autoridad espiritual a la monarquía goda y ésta, a su vez, daba poder ejecutivo al poder espiritual de esos obispos. Era como un régimen de partido único donde los gobernantes y altos funcionarios se elegían dentro de esa élite”.
Finalmente, el historiador, cuenta que “los godos fueron los sostenedores de la romanidad frente a otros pueblos bárbaros, como los suevos, alanos o vándalos. Mantuvieron las estructuras romanas, aunque solo fuera porque las necesitaban para gobernar tanto territorio, pues ellos eran muy pocos. Mantuvieron las calzadas y los sistemas de distribución de alimentos y manufacturas. Se puede decir que su evolución llevó a la constitución de un Estado nuevo a partir de la romanidad. Y, aun destruidos como Estado, legaron a la posteridad elementos clave de la romanidad como el derecho romano”.