La violencia en la niñez, repercute en la adultez

Según los estudios realizados en distintos lugares del planeta, la violencia durante la niñez termina siendo un condicionante que aumenta el riesgo de sufrir o ejercer violencia en etapas posteriores de la vida. En algunos países de América Latina, los índices son realmente altos.


El abuso violento durante la niñez aumenta el riesgo de sufrir o ejercer violencia en etapas posteriores de la vida. Esta conclusión se desprende de los resultados de nuevos estudios realizados en diversas regiones del mundo, incluyendo América Latina y el Caribe.
Para la doctora Mirta Roses Periago, Directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), estos hechos de abuso contra la mujer y contra los niños “están vinculados en múltiples formas”. Sin embargo, con pocas excepciones, “los programas, políticas e investigaciones en estas áreas han crecido en caminos separados y paralelos”, señaló. También indicó que los programas que proveen servicios a niños y niñas que sobrevivieron a la violencia, suelen fallar en examinar la posibilidad de que las mujeres en esos mismos hogares pueden sufrir violencia, y viceversa. “Ha llegado el tiempo de mirar estos asuntos como parte de un todo y de diseñar estrategias para prevenir y responder a estas diferentes manifestaciones de violencia de una manera integrada”, remarcó.
La violencia en la niñez puede traer consecuencias de largo alcance incluyendo una amplia gama de discapacidades como lesiones, retrasos en el desarrollo, trastornos de conducta, abuso de alcohol y drogas y otras conductas de riesgo. Se estima que entre el 25 y el 50% de los hombres y las mujeres reportaron haber sido abusados físicamente cuando niños, y el 20% de las mujeres y entre el 5 y el 10% de los hombres dijeron haber sido abusados sexualmente en su infancia.
Las agresiones del compañero íntimo de la madre durante el embarazo puede ser el primer paso que se asocia con una serie de resultados negativos tanto para la salud de la mujer como para la del niño. En algunos países, la prevalencia de los maltratos físicos en el período de gestación llega a un 32%, aunque en la mayoría de ellos, entre el 4 y el 9% de las mujeres que alguna vez esperaron un hijo, indica haber sufrido violencia de pareja en ese período.
“Hay una relación entre evolución, economía, cultura y género. No se los puede separar”, consideró el doctor Neil Boothby, asesor especial del Gobierno estadounidense y coordinador principal para el Administrador de la Agencia de los EEUU para el Desarrollo Internacional (USAID) en el tema de Niñez en Adversidad. Opinó que resulta “crítico” invertir en género y en el desarrollo de la niñez desde muy temprana edad.
Jacquelyn Campbell, de la Escuela de Enfermería de la Universidad Johns Hopkins, manifestó que “cuando la mujer sufre violencia, muchas veces sus hijos están con ella y esta impresión neuroquímica puede ser tóxica para su desarrollo”. Además, agregó que debe ser analizada la dinámica del poder, el racismo, el machismo y las sanciones que juegan un papel en la aceptación de la violencia: “necesitamos mayor sinergia intersectorial y lograr la participación de los hombres y los niños para cambiar sus actitudes en cuanto a violencia contra la mujer”, agregó.
En América Latina y el Caribe, datos de un nuevo análisis comparativo de encuestas de población de 12 países elaborado por la OPS y los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de los Estados Unidos, muestran que las mujeres casadas o en pareja que reportaron haber experimentado violencia física o sexual por parte de su pareja va del 17% en República Dominicana al 53% en Bolivia.
El sector de la salud puede jugar un rol vital a la hora de romper el ciclo de violencia contra los niños y las mujeres ayudando a identificar el abuso en forma temprana, ofreciendo a las víctimas el tratamiento adecuado y refiriendo a los sobrevivientes a cuidados apropiados e informados. Sin embargo, también debe trabajar para prevenir la violencia a través de la implementación de estrategias de salud durante el ciclo de vida, desde programas para padres y visitas a los hogares en la primera infancia hasta estrategias que alienten a las mujeres a ser económicamente independientes.