La grave situación que se vive en las amplias inundadas del sur de Inglaterra y en particular en los llamados Somerset Levels, en el sudoeste ha empeorado con la caída de las lluvias del pasado jueves. La indignación de los habitantes de las zonas afectadas, que están inundadas desde Navidad, ha hecho también que todas las miradas recaigan en los políticos.
Ya se sabe que los políticos poco pueden hacer visitando zonas catastróficas, pero su ausencia, como la de George W. Bush en Nueva Orleans tras las inundaciones del huracán Katrina en 2006 o su presencia, como la de Gerhard Schröder en las inundaciones en el Este de Alemania en vísperas de las elecciones generales de 2002, pueden tener enormes repercusiones políticas. Por ello, el primer ministro, David Cameron, está presidiendo las reuniones de Cobra, el organismo interministerial que coordina la acción del Gobierno en momentos de crisis como este y enviando a cargos oficiales a las zonas afectadas.
Aún esperan que él mismo se presente en las zonas afectadas “cuando sea el momento adecuado”, mientras tanto el primer ministro ha enviado a Dawlish al ministro de Transportes, Patrick McLoughlin, para evaluar los daños que han obligado a suspender durante semanas el único servicio ferroviario que une la región de Cornualles con el resto del país.
El responsable de la Agencia de Medio Ambiente, lord Smith, ha viajado a Somerset por primera vez desde que empezó la crisis. La situación parece una consecuencia de muchos años de dejadez combinados con las lluvias más persistentes en Inglaterra desde que hace casi 250 años empezaron los registros meteorológicos. De repente, el cambio climático, ausente de los medios desde que estalló la crisis financiera en 2008, vuelve a ser protagonista.
Los meteorólogos prevén más lluvias y fuertes vientos. Prácticamente todo el sur de Inglaterra, incluido Londres, corre el riesgo de sufrir inundaciones.