Durante el régimen talibán quedó prohibido el cine, prohibida la música… y se vetó prácticamente toda libertad para las mujeres. Esto es lo que temen que vuelva a ocurrir en 2021.
“Nadie esperaba que todo cayera tan rápido”: el responsable de la unidad de emergencias de Médicos Sin Fronteras (MSF), el español José Más, estuvo en Afganistán hasta el pasado mes de junio preparando las instalaciones para la inminente crisis. Los expertos sabían que el Gobierno afgano caería, ante la presión de los talibanes, no en cuestión de meses, sino de semanas. La rápida ofensiva muyahidín en Afganistán ha culminado con la toma de Kabul, desde donde han declarado la victoria. “Los talibanes han ganado el juicio de la espada y las armas”, dijo el presidente, Ashraf Ghani, al anunciar su salida del país para, en sus palabras, “evitar un baño de sangre”.
Desde entonces —aunque ya en las últimas semanas—, miles de personas se agolpan en aeropuertos y zonas fronterizas para salir del país. Afganistán ya no es un sitio seguro para muchos. Mucho menos para las mujeres y las niñas. Mientras los milicianos aseguran que la situación en la capital es “normal”, que los muyahidines se están ocupando de “la seguridad”, y hacen un llamamiento a civiles, pero también al “personal de las embajadas, centros diplomáticos, instituciones y a todos los ciudadanos extranjeros” para que no abandonen el país —“no corren ningún peligro, las fuerzas del Emirato Islámico tienen la tarea de fortalecer la seguridad de Kabul y el resto de ciudades” del país—, cuatro periodistas españolas hacen una llamada de atención (y ayuda), para “abrir las puertas a Afganistán y las afganas”.
“Nosotras, mujeres de todo el mundo, conscientes de que nuestra reivindicación de igualdad es inseparable de la libertad y la dignidad de las personas que hoy están grave y brutalmente amenazadas en Afganistán, y conscientes, también, de que las amenazas dirigidas contras las afganas por el simple hecho de ser mujeres suman una crueldad intolerable y adicional a la que padecen los afganos de cualquier condición, hacemos un llamamiento urgente a la comunidad internacional”, firman Gabriela Cañas, Rosa Montero, Soledad Gallego-Díaz y Maruja Torres.
Con este llamamiento, piden que los talibanes mantengan abiertas las fronteras para que todo el que quiera abandonar el país lo haga, en condiciones de seguridad; pero también para que se preste “atención preferente a las mujeres en especial situación de riesgo, sea por haber desempeñado tareas profesionales prohibidas por los talibanes, asistido a escuelas y universidades, conducido su vida al margen de una moral fanática” u otros muchos motivos. No es de extrañar esta lista de peticiones: la historia se repite, y en 1996, cuando se declaró el Emirato Islámico de Afganistán, mujeres y niñas vieron cómo sus libertades quedaban profundamente mermadas.
Del Afganistán libre de los 70… a ahora
Esta imagen que lleva circulando años y que, en los últimos días, se ve por todo el mundo: una fotografía de tres mujeres en minifalda, sin ningún tipo de velo, caminando por la calle con absoluta normalidad. “Cuando era niña recuerdo a mi madre en minifalda llevándonos al cine. Mi tía estudió en la universidad en Kabul”, relata Horia Mosadiq. Horia era solo una niña cuando la URSS invadió Afganistán en 1979; ahora trabaja como investigadora en Amnistía Internacional. En el siglo XX el país experimentó un gran progreso y un constante desarrollo de los derechos de las mujeres: después de conseguir el derecho al voto en 1919, en 1950 se abolió el ‘purdah’ (la segregación por género), y en los 60 se aprobó la igualdad en muchas otras áreas de la vida, incluida la participación política.
No obstante, durante los golpes de Estado y la ocupación soviética, y los conflictos entre el Gobierno y los grupos muyahidines de los años 80 y 90, las mujeres vieron mermar sus derechos. Bajo el régimen talibán, las mujeres y niñas tenían prohibido estudiar, trabajar, salir de casa sin un ‘guardián’ masculino, recibir atención médica por parte de sanitarios hombres, participar en política, hablar en público… “Fueron encarceladas en sus hogares”, explica Amnistía. Las mujeres no podían ser vistas a través de ventanas ni balcones, y si salían de sus casas tenían que hacerlo con un burka completo, siempre acompañadas de un varón. Desobedecer la ‘sharia’ tenía duros castigos: podrían recibir azotes si mostraban los tobillos, eran golpeadas si querían estudiar, y lapidadas hasta la muerte si eran declaradas culpables de adulterio. Las agresiones y violaciones estaban a la orden del día: a una mujer de Kabul le llegaron a cortar la punta del dedo por llevar esmalte de uñas no hace tanto tiempo, en 1996. “Dispararon a mi padre en frente de mí. Eran las nueve de la noche. Llegaron a mi casa y le dijeron que tenían orden de matarlo, porque me dejaba ir al colegio. Los muyahidines ya me habían impedido ir a la escuela, pero eso no fue suficiente. No puedo describir lo que me hicieron después de matar a mi padre…”, explicaba en 1995 una niña de solo 15 años.
Las prohibiciones para las mujeres
“Prefiero que mis hijas mueran de una manera digna antes de que caigan en manos de los talibanes”, señala Sara, desde Baimyán (Afganistán), en una serie de testimonios recogidos por ‘El Diario’. “La semana pasada yo era periodista de noticias y hoy no puedo usar mi propio nombre para escribir ni decir de dónde soy o dónde estoy. En cuestión de días mi vida ha sido aniquilada”, relataba al mismo medio una joven de 22 años, bajo condición de anonimato. “Estoy en peligro porque soy una mujer de 22 años y sé que los talibanes están obligando a las familias a entregar a sus hijas como esposas para sus combatientes. También estoy en riesgo porque soy periodista y sé que los talibanes vendrán a buscarme. A mí y a todos mis colegas”.
Ser periodista es un peligro, porque las mujeres no pueden trabajar bajo el régimen talibán. Pero también es un peligro ser, únicamente, mujer, ser niña, querer ser algo. La Organización Revolucionaria de Mujeres de Afganistán (Rawa) tiene una lista de “algunas” de las restricciones que impuso el régimen talibán durante sus años en el Gobierno (1996-2001), y que podrían volver a imponer, a pesar de que los talibanes, por boca de su portavoz, el ‘muyahidín’ Zabihulá, sostienen que defenderán los derechos de todos, especialmente los de las mujeres, aunque únicamente siguiendo los “valores islámicos”: podrán tener “acceso a la educación y al trabajo”, pero siempre “vistiendo el hiyab”. Estas son algunas de todas aquellas restricciones que podrían repetirse en 2021:
- Las mujeres no pueden trabajar; únicamente algunas, como doctoras o enfermeras, en algunos hospitales.
- Las mujeres no pueden hacer nada fuera de casa sin su ‘mahram’ o ‘guardián’ (padre, hermano o marido).
- Las mujeres no pueden comerciar.
- Las mujeres no pueden ser tratadas por médicos o enfermeros masculinos.
- Las mujeres no pueden estudiar en escuelas, universidades o instituciones educativas.
- Las mujeres deben llevar burka.
- Las mujeres podrán ser azotadas, golpeadas o insultadas si no visten según las reglas o si no van acompañadas de su ‘mahram’.
- Las mujeres podrán ser azotadas si enseñan sus tobillos.
- Las mujeres podrán ser lapidadas si son acusadas de tener relaciones extramatrimoniales.
- Las mujeres no pueden usar cosméticos.
- Las mujeres no pueden hablar o estrechar la mano a hombres que no sean ‘mahram’.
- Las mujeres no pueden reír en voz alta.
- Las mujeres no pueden llevar zapatos de tacón.
- Las mujeres no pueden subir a un taxi sin su ‘mahram’.
- Las mujeres no pueden participar en la radio, la televisión ni en reuniones públicas.
- Las mujeres no pueden practicar deportes o entrar a centros deportivos.
- Las mujeres no pueden montar en bicicleta o moto, ni siquiera con su ‘mahram’.
- Las mujeres no pueden llevar ropa de colores vistosos.
- Las mujeres no pueden reunirse con motivo de festividades, ni siquiera religiosas.
- Las mujeres no pueden lavar la ropa en ríos o plazas públicas.
- Las calles con nombres de mujeres cambiarán de nomenclatura.
- Las mujeres no pueden asomarse a ventanas o balcones, ni ser vistas (por lo que es obligatorio disponer de cortinas opacas).
- Las mujeres no pueden coser ropa femenina ni acudir a que le hagan ropa en sastrerías.
- Las mujeres no pueden entrar en los baños públicos.
- Las mujeres no pueden viajar en el mismo autobús que los hombres.
- Las mujeres no pueden llevar pantalones acampanados, ni siquiera debajo del burka.
- Las mujeres no pueden realizar fotografías (ni salir en ellas).
- Las mujeres no pueden salir en revistas, libros o carteles publicitarios.
Además de todas estas, durante el régimen talibán quedó prohibida la música, el cine, la celebración del Nowruz (el año nuevo persa), al tratarse de una festividad pagana, la celebración del Primero de Mayo o Día del Trabajador, al ser considerada una fiesta “comunista”; se obligó a todos los que tuvieran un nombre no islámico a que se lo modificaran, a los jóvenes a raparse el pelo y a los varones, a vestir indumentaria islámica y llevar barba larga; las cinco oraciones del día eran obligatorias y estaba prohibido el cuidado y adiestramiento de aves, amén del vuelo de cometas.