El gobierno británico quiere evitar la independencia de Escocia y ha advertido sobre el riesgo que puede correr su sistema bancario en caso de que se concreta la emancipación.
Los gobiernos de Londres y Madrid tienen objetivos parecidos: evitar que Escocia y Cataluña se conviertan en naciones independientes. Por un lado, Madrid quiere impedir que los catalanes expresen su opinión en un referéndum y opta por la confrontación política. Londres, por su parte, intenta hacerle entender a los votantes escoceses que es mejor mantenerse en el Reino Unido, poniendo como ejemplo el peligro de que sus finanzas queden bajo el mandato de dos grandes entidades bancarias.
El referéndum escocés está previsto para el 18 de septiembre de 2014. Varios ministerios están trabajando sobre las consecuencias de la ruptura con el Reino Unido. Un primer análisis indicó que una Escocia independiente sería un Estado de nueva planta, mientras que el resto del país continuaría dentro del actual Reino Unido, por lo que Escocia se quedaría fuera de la UE y debería pedir el acceso de nuevo.
El informe publicado por el Tesoro sobre las consecuencias monetarias de la independencia, dice que “sería entrar en territorio desconocido” y que la “racionalidad económica” de la opción preferida por los independentistas de mantener la libra esterlina en lugar de adoptar por el euro “no está clara”. Esto significa que los escoceses tendrán que adoptar el euro en caso de que una Escocia independiente siguiera formando parte de la UE.
El tercer informe, elevado por el ministro británico para Escocia, el escocés y liberal-demócrata Michael Moore, se concentra en los servicios financieros y bancarios y advierte que los escoceses tendrían “dificultades significativas” para proteger a sus ahorradores.
De acuerdo con el informe del Tesoro británico, el sistema bancario escocés estaría dominado por el Bank of Scotland y el Royal Bank of Scotland (RBS). Mientras que Reino Unido puede afrontar una crisis financiera, “el sector financiero de tamaño excepcionalmente grande y altamente concentrado de una Escocia independiente, probablemente incrementaría los riesgos de los servicios financieros para los mercados, las empresas y los consumidores”.
Debido a ello, Escocia tiene dos caminos: dejar las cosas como están o permitir que las grandes firmas se diversifiquen o se reestructuren, de forma tal que sus sedes dejen de estar en Escocia. Aunque eso “podría socavar el actual estatus de Escocia como un importante centro financiero”.
En enero de 2012, el 39% de los encuestados estaban a favor de la independencia. Ese apoyo cayó al 30% en octubre, cuando el primer ministro británico David Cameron y el ministro principal escocés Alex Salmond acordaron que el referéndum sería vinculante y se celebraría en 2014. Pero en febrero, la opinión repuntó al 34%. Por otro lado, el voto independentista entre los jóvenes de 18 a 24 años se ha disparado desde el 27% en octubre último al 58% en febrero pasado.