Los “capsuleros” que son atendidos en Ezeiza

Según datos oficiales, en los últimos 17 meses recibieron en el hospital a 80 traficantes atrapados in fraganti en el Aeropuerto.

CápsulasEl fenómeno de los “ingestados” es uno de los más tristes y tremendos en el contexto del narcotráfico. ¿Cuán desesperado hay que estar para tragar una a una 80 cápsulas de cocaína, rezando para que el profiláctico que las recubre no se rasgue? ¿Qué historia tiene detrás alguien que, convertido en una bomba humana, resiste llegar a un aeropuerto, tomarse un avión y pasar horas y horas sabiendo que en sus intestinos se atascan decenas de cápsulas de 5 por 2 centímetros?
Aunque parezca un negocio demasiado riesgoso, los “capsuleros” parecen ser cada vez más (ver infografía). Así lo demuestran los registros del Hospital de Ezeiza, donde desde mediados de los ’90 funciona un equipo especializado en esta problemática. De acuerdo a un estudio difundido ayer, hoy se atiende allí un promedio de al menos un “capsulero” por semana. Solo entre enero y mayo de este año ya recibieron 20 casos.
Los números de los últimos 17 meses (todo 2012 y primeros cinco meses de 2013), hablan de 80 personas arrestadas in fraganti en el Aeropuerto de Ezeiza. En total, expulsaron 6.400 cápsulas; es decir, unos 64 kilos de cocaína. “Los primeros casos de este tipo de ‘mulas’ nos llegaron en 1994 y poco a poco, debido a la cercanía con el Aeropuerto, fuimos especializándonos”, explicó a Clarín la doctora Graciela Sorrentino, fundadora del equipo de especialistas y flamante directora del Hospital. “Hoy, este servicio especial cuenta con cuatro camas y baños químicos para la evacuación”, completó el ministro de Salud bonaerense, Alejandro Collia, quien ayer puso en funciones a Sorrentino.
En el último Congreso Paneuropeo de Toxicología, realizado en Estocolmo, Sorrentino presentó un trabajo que describe el perfil del “capsulero” atrapado aquí. El 97% son hombres, con una edad promedio de 32 años y una carga en sus cuerpos que ronda las 80 cápsulas (10 gramos cada una). El 62% viene de países americanos; la mitad de ellos son peruanos. Del resto, la mayoría son sudafricanos, posiblemente por el auge de este país en la triangulación de droga hacia Europa.
Las estadísticas no lo dicen, pero todos los “capsuleros” son personas necesitadas para quienes la promesa del dinero narco representa la ilusión de una nueva vida. Muchos caen presos y generalmente una simple radiografía los condena. Otros mueren intoxicados porque alguna cápsula les explota en los intestinos (se calcula que el 2%). Pero la situación se viene complicando por un nuevo fenómeno: el de la cocaína líquida, más peligrosa y más difícil de detectar (ver “Cómo…”).
“El primer caso de este tipo llegó a nuestro hospital en 2011. El paciente fue trasladado en coma desde el Aeropuerto de Ezeiza. Tenía todos los síntomas de una intoxicación por rotura de cápsulas en el estómago, pero al hacer la radiografía no aparecía nada. Le hicimos una tomografía y notamos algo raro, de manera que fue directo al quirófano”, recordó Sorrentino. Recién entonces, con las cápsulas en la mano, los médicos se dieron cuenta de que había nacido una nueva y más sofisticada camada de “capsuleros”.
Desde ese caso testigo hasta la fecha, la cocaína líquida apareció cada vez con mayor frecuencia en los quirófanos del Hospital de Ezeiza, al punto que hoy el 40% de los pacientes que llegan allí tragaron este tipo de cápsula. Pese al riesgo de una muerte horrible y de pasar años preso, los narcos siguen encontrando candidatos, siempre entre los más vulnerables.