Las tensiones entre minorías étnicas y religiosas se están recrudeciendo, especialmente por el surgimiento de grupos yihadistas y el uso partidista de la religión por parte de algunos políticos.
La cadena de atentados en Sri Lanka que ha causado más de 250 muertos sorprendió a los analistas: el patrón del ataque no correspondía al conflicto del país por la crueldad y el tipo de víctima. Nunca antes se habían atacado iglesias, turistas y hoteles de lujo. Además, el yihadismo era inexistente en la isla. La guerra civil, que terminó en 2009 y se saldó con decenas de miles de víctimas, tenía un alto componente étnico, pero no religioso.
El atentado del pasado domingo fue reivindicado por el Estado Islámico y, según las autoridades, perpetrado por el National Thowheed Jamath, un grupo yihadista local. La paradoja es que un grupo terrorista poco conocido en el país haya cometido uno de los atentados más sangrientos que se recuerdan con la presunta ayuda del ISIS… el mismo año en que ha caído el último bastión del califato en Siria y líderes políticos como Donald Trump celebran su derrota total.
La aparición de grupos yihadistas no es nueva en el sur de Asia y se ha repetido en los últimos años. Los cristianos – y otras minorías afectadas y, por supuesto, los propios musulmanes- que viven en países como Filipinas, Pakistán o Bangladesh sufren en menor o mayor medida esta nueva tendencia. Otros como Indonesia o India están en camino de verse afectados también.
Los expertos indican que un ataque de las características del atentado en Sri Lanka no pudo ser improvisado: se produjo en seis sitios distintos, en tres ciudades diferentes y por siete suicidas prácticamente al mismo tiempo. Todo indica a que hubo un apoyo logístico o financiero. “La complejidad y la coordinación necesarias sugieren la implicación de una red terrorista internacional”, según explicó el analista Remy Mahzam, especialista de movimientos yihadistas en Asia al periódico francés ‘Le Monde’.
Muchos se preguntaban cómo era posible que un grupo yihadista local y poco conocido, cuyo mayor delito hasta la fecha había sido pintar estatuas budistas, haya organizado un ataque tan sangriento. Por eso, los lazos entre el National Thowheed Jamath y grupos yihadistas extranjeros parecen más evidentes, aunque todavía no está claro hasta qué punto intervino el ISIS y si tiene células activas en otras partes del continente.
El Estado Islámico no está muerto
Los servicios de Inteligencia extranjeros, el FBI y la Interpol consideran que el Estado Islámico sigue siendo un peligro potencial por todo el mundo, pese a la destrucción del califato este año en Siria, tal y como revelan investigaciones recientes del ‘Washington Post’ y el ‘New York Times’.
Por su parte, Mahzam piensa que este atentado ejemplifica cómo la influencia del Estado Islámico va a crecer en Asia. “Los grupos islamistas radicales aumentan poco a poco al este de Asia. Las organizaciones religiosas con interpretaciones muy extremistas del islam están ganando popularidad”. Por otro lado, a la radicalización hay que sumarle la vuelta de muchos retornados.
Anne Speckhard, directora del Centro Internacional para el estudio de la violencia extremista, considera que este tipo de ataques son “la nueva ola del futuro” porque “la coordinación entre un pequeño grupo de personas que ha sido envenenada por la propaganda de ISIS/Al Alqaeda no cuesta mucho dinero”, según explica por correo a El Confidencial. Y en ese sentido, la minoría cristiana es una de las primeras víctimas.
Contra el cristianismo
“Los cristianos son un blanco fácil porque [cuando atentan contra ellos] consiguen cobertura de la prensa internacional. Por eso muchas veces entre las víctimas se incluyen occidentales en Asia”, destaca Speckhard. “La ideología de ISIS/Al Qaeda está basada en odiar y eliminar a cualquiera que no esté de acuerdo ni se adhiera a su violenta ideología y apoye su objetivo de crear el califato del Estado Islámico”.
Speckhard insiste en que el Estado Islámico puede haber sido derrotado, pero su ideología permanece peligrosamente viva. Hace unos días, ella misma remarcaba en una entrevista en Foreign Affairs que en febrero, en una conferencia de la ONU en Colombo, un agente de inteligencia local expresó su preocupación por el aumento del extremismo yihadista en la isla. Por supuesto, al igual que los repetidos informes de inteligencia extranjeros, ninguna autoridad le hizo caso.
Champa Patel, directora del programa Asia-Pacífico para el instituto de Relaciones Internacionales Chatam House, cree que hay que ser cuidadoso antes de sacar ninguna conclusión precipitada respecto al aumento de islamización de la zona: “Cualquier especulación necesita ser cuidadosamente investigada para no afectar negativamente a la comunidad musulmana en Sri Lanka”, apunta a este periódico.
Sin embargo, Patel recuerda que los ataques a la minoría cristiana se han ido recrudeciendo desde el fin de la guerra civil en 2009, pero por otras circunstancias y sin llegar a tal nivel de odio: “Había habido ataques esporádicos contra la comunidad cristiana en Sri Lanka, pero estos han sido instigados por grupos de extremistas budistas”.
Los conflictos en Sri Lanka estaban caracterizados, hasta ahora, por motivos principalmente étnicos. La rivalidad entre los tamiles y los cingaleses en Sri Lanka es un ejemplo. Esta dinámica podría estar cambiando con la radicalización de algunos grupos musulmanes.
Pero la fe de los cristianos no se encuentra asediada solo por extremistas, sino también por políticos en el Sur y Sureste de Asia. En la India, el acoso a minorías cristianas y musulmanes por parte del primer ministro nacionalista Narendra Modi aumenta. En el caso de los cristianos se produce por la asociación simbólica con el colonialismo británico.
En Bangladesh, el Awami League – un partido político secular- gobierna en coalición con clérigos musulmanes conservadores que llaman a perseguir minorías religiosas, incluyendo a los cristianos. En Myanmar, las minorías cristianas temen ser los próximos objetivos del gobierno budista, tras la limpieza étnica llevada a cabo por el ejército contra los rohinyas. En Malasia la mayoría musulmana es gobernada bajo la ley de la Sharia en algunos aspectos y a los musulmanes no se les permite cambiar de religión.
Otros países, como Pakistán, han pagado más caro esta radicalización. Allí el terrorismo es un problema de estado que afecta a grandes sectores de la población. Hace tres años, un terrorista suicida yihadista atacó un parque repleto de cristianos en la ciudad de Lahore, matando a más de 70 personas. También era en Semana Santa.
El islamismo en Indonesia
El caso más paradigmático quizá se encuentre en Indonesia, con más de 250 millones de habitantes. El año pasado varias iglesias cristianas sufrieron ataques continuados. Este país ejemplifica a la perfección cómo los políticos pueden aprovecharse de la frustración de la población por la desigualdad y la pobreza espoleando las políticas de la identidad. Fuentes diplomáticas consultadas por este diario temen que Indonesia el nuevo polvorín de la región, aunque las recientes elecciones han aliviado un poco a los inversores.
El presidente indonesio, Joko Widodo, está virando hacia posturas que amenazan la secularización del país a largo plazo. En 2014 el presidente era alabado por Obama como un líder musulmán tolerante, el ejemplo vivo de que el islam y la democracia eran conceptos compatibles. Y en parte lo sigue siendo, o al menos es un presidente más tolerante que el nacionalista Prabowo Subianto, aliado junto a grupos islamistas y que acaba de perder las elecciones contra Widowo.
La deriva del actual presidente es más sutil y empezó hace tres años. En 2017 el exgobernador de Yakarta, Basuki Purnama Tjahaja, conocido como Ahok, fue encarcelado por decir en un mitin que la gente no se dejara engañar por los líderes que dijeran que los musulmanes no podían votar a los candidatos no musulmanes según el Corán. Aunque la mención al libro sagrado era poco acertada, el resultado acabó siendo totalmente desproporcionado: una coalición de conservadores musulmanes le acusó de ridiculizar el texto. Una manifestación de 700.000 musulmanes en Yakarta pidió que se le encarcelara por blasfemia. Perdió las elecciones a gobernador de la región y fue encarcelado dos años. Salió en enero de este año.
Respecto a si este aumento de los ataques contra cristianos representa una tendencia en la región, Champa Matel matiza: “Surasia y el sudeste de Asia son lugares de gran diversidad religiosa. Desgraciadamente, hay países donde las mayorías religiosas discriminan otras minorías religiosas en muchos contextos. Por ejemplo, vemos ataques contra cristianos en Pakistán, la estigmatización de los musulmanes en India y Myanmar y [o el acoso] a los cristianos y musulmanes en Sri Lanka”.
El riesgo para la región es que mientras el ISIS y su influencia desaparezca en unos sitios del mundo emerja en otros distintos. Esto puede tener horribles consecuencias para países que aún no han suturado sus heridas étnicas.