Por estas horas no son pocos los que, aún quedamente, muestran su convencimiento acerca de un final de ciclo que debe enfrentarse antes de que un estallido de la sociedad vuelva a mandarnos diez casilleros para atrás. Y eso se negocia entre las tres principales patas del peronismo, aunque por ahora el acuerdo no sea sencillo. La sombra de la cárcel.
No son buenos tiempos para el otrora poderoso kirchnerismo. Un cúmulo de errores inimaginables, unidos a la dilapidación de casi una década de crecimiento económico que no generó desarrollo alguno, se suma ahora a la imagen declinante de Cristina, absolutamente desentendida del gobierno y en actitudes tan incomprensibles como erráticas. Y también, a una sensación generalizada de barco a la deriva que, además, lleva en sus entrañas tesoros robados que pertenecen a los argentinos.
Todo parece salirle mal al oficialismo. Cuando acuerda groseramente con el Grupo Clarín una moderación evidente en los decibeles de sus viejas batallas, aparecen otros medios de prensa que sacan al sol hechos de corrupción verdaderamente escandalosos. Y eso impacta en una sociedad resuelta a creer cada denuncia que involucre a la gente del poder.
La revelación de que entre 2010 y 2011 el matrimonio Kirchner recibió más de $ 14,5 millones de Valle Mitre, la sociedad que gerencia sus hoteles y que controla Lázaro Báez, el gran beneficiario de la obra pública en la Patagonia, recondujo el foco de la atención pública sobre el enriquecimiento ilícito de la Presidente. El mensaje político que estos nuevos datos componen, es claro.
Para la Presidente y su entorno, no hay retirada segura del poder, porque el riesgo judicial es considerable. Massa le ofrecería un puente de plata a muchos dirigentes K para reciclarse políticamente. Pero, obviamente, semejante invitación debería necesariamente excluir al núcleo cristinista sospechado de corrupción.
Y esto, que para el lector puede ser una exageración, es, sin embargo, lo que se está discutiendo por estas horas en una mesa de seis personas que representan al oficialismo más duro, al recientemente triunfante Frente Renovador y al sciolismo como expresión institucional de la provincia.
¿De qué se habla en este cónclave? Muy sencillo: de la posibilidad de producir un recambio institucional no más allá de febrero. Se concretaría con la renuncia de Cristina por problemas de salud (seguidos de un largo tratamiento en el exterior), con la invitación a hacer lo mismo a Amado Boudou (con menos margen para decir que no que un cohete espacial en un departamento de un ambiente) y con otra insinuación no menos firme a la Sra. de Alperovich para que la línea sucesoria directa quede expedita.
¿Para quién? Para una asamblea legislativa que designaría a Daniel Scioli al frente de la Presidencia a fin de completar el mandato de la Sra. de Kirchner.
Todos coinciden en que es imposible seguir dos años más con una Cristina desconectada de la realidad y dando señales preocupantes a la sociedad.
La imagen del trágico baile en medio de los saqueos es, para todos los negociadores, un punto de inflexión del que no puede volverse.
Pero paralelamente se dispara la economía, crece la fuga de divisas y la conflictividad social está a la vuelta de la esquina.
“Con lo que tenemos podemos detener el estallido no más de seis meses”, dicen en las cercanías de la Presidente. “Pero intentar una solución de fondo es imposible frente al malhumor social, las peleas internas y la falta de una propuesta económica que no sea mero maquillaje y coyuntura”, sostienen.
Y todos coinciden. Pero el problema aparece cuando las dos espadas kirchneristas de la mesa reclaman impunidad para todas las causas por corrupción que, saben, se vendrán encima apenas el poder comience a alejarse.
Y, claro, nadie quiere asumir semejante responsabilidad. Aunque tratándose del peronismo, puede que tampoco haya alguno que ponga el grito en el cielo.
Los hombres de la Presidente proponen entregar a Boudou, para que el enojo público encuentre un chivo emisario. Pero los renovadores y los bonaerenses consideran que de ninguna manera la gente va a aceptar que el marplatense sea el único ladronzuelo de la película. Y en eso están trabadas las negociaciones.
Ayer por la noche, en la puerta de un coqueto chalet ubicado a apenas dos cuadras de Olivos, los “conjurados” se despidieron con un diálogo tenso y por momentos amenazante. “Si van a querer hacer circo con nosotros y meternos en cana, no solo no hay acuerdo sino que vamos a poner el pie en el acelerador”, dijo alguien con tonada santacruceña.
“¿Qué acelerador, b…? “, dijo con voz nasal el gran renovador, furioso como un tigre, “si a ustedes ya no les queda una gota de nafta en el tanque”. Para terminar, casi a los gritos, con un “no se hagan los tauras, que los únicos que podemos sacarles las papas del fuego somos nosotros”.
El bonaerense, siempre componedor, propuso juntarse este fin de semana en su conocido reducto de fútbol y descanso y “hacer una lista responsable de cuáles serían los casos y personas a investigar y cuáles las empresas entregadas a amigos del poder que deberían cambiar rápidamente de mano para evitar un poder económico inmenso operando en las sombras”.
Así son las cosas, sin agregar un punto o una coma. Y se definirán no más allá del martes próximo; siempre y cuando no aparezcan acontecimientos que aceleren las cosas.
¿La fecha? Alguien deslizó a la salida que allí por el 10 de febrero podrían darse las condiciones para el cambio, si es que se ponen de acuerdo.