Los manifestantes vuelven a tomar las calles de Hong Kong cuando se cumplen seis meses de protestas

Dos semanas después de las elecciones que dieron el triunfo a los candidatos prodemocráticos, cientos de miles de personas han reactivado el movimiento popular en la ex colonia británica.

Tras una cristalera, cientos de figuras de plástico resumen lo que ha pasado en Hong Kong durante los últimos seis meses. Hay policías antidisturbios con sus escudos y manifestantes vestidos de negro ataviados con máscaras antigas. Incluso periodistas con su identificativo chaleco amarillo. Ninguno mide más que un dedo meñique. Son mini recreaciones perfectas que se venden a 15 euros en una de las jugueterías de Tai Yuen.

A dos kilómetros de allí, en el Parque Victoria, dentro del distrito comercial de Causeway Bay, suena el “Glory to Hong Kong”. Se escucha alto, en bucle. Es el himno de las protestas. La anciana Alma Chan (84 años), subida a una tarima, reparte carteles negros en los que se puede leer “La fiesta de la democracia”. Al verla, la joven Theresa (16 años), que porta una bandera de Estados Unidos, le abraza. “No dejaremos que nos venzan. Nunca nos rendiremos”, le susurra al oído.

Hace dos semanas Hong Kong pidió democracia en las urnas. La voz y voto de un pueblo cabreado apartó barricadas y apagó un fuego que parecía perenne. Respondieron con una bofetada democrática, sin violencia, flechas ni cócteles molotov. Y ganaron. Después avisaron de que iban a volver a tomar las calles, de forma pacífica. Y así han hecho durante la jornada de este domingo. La anciana Alma y la adolescente Theresa han salido. Julia y su hija Tou también, ambas con paraguas pese al sol, en homenaje a aquel movimiento que se inició hace cinco años y que hoy ha evolucionado en protestas masivas contra el autoritarismo de China.

Cientos de miles de personas -800.000, según los organizadores de la manifestación- se han echado a las calles durante más de cuatro horas en lo que han llamado una “marcha democrática” para conmemorar el Día Mundial de los Derechos Humanos, que se celebra el próximo martes. También para recordar que llevan justo seis meses echando un pulso a Pekín. Las autoridades de la ex colonia dieron luz verde al Frente Civil de Derechos Humanos, organizador de las primeras marchas en la ex colonia, para celebrar esta gran manifestación.

“Es increíble lo que está sucediendo aquí. Sólo pedimos que China nos escuche y atienda nuestras demandas. Queremos una democracia completa”, suelta el abogado Calvin Lo, que muestra una pancarta en la que también condena los abusos de China contra la minoría musulmana de los uigures y los tibetanos.

Al caer el sol, las linternas de los móviles han alumbrado a la multitud que seguía la marcha. Es entonces cuando han empezado enfrentamientos cerca del metro Central entre los antidisturbios replegados para controlar la manifestación y algunos activistas. Sobre todo, los chavales más jóvenes, que han destrozado algún local y formado barricadas. Aún así, en algunas zonas donde había altercados, se veían a más periodistas y cámaras que a manifestantes violentos.

SEIS MESES DE TENSIÓN

Aunque, por un momento, muchos echaron la vista semanas atrás, cuando Hong Kong llegó a convertirse en el Age of Empires. En un juego de estrategia medieval que se trasladó a la China moderna. A un lado, los hombres de negro y máscaras. Con ellos llegaron los arcos y las flechas. Después las catapultas que lanzaban bolas de fuego. Y, por último, los muros de piedra levantados a mano. Al otro lado, estaban los soldados con casco y pistola, enviados por el rey de reyes para recuperar el control territorial e ideológico perdido.

Dejando atrás los anacronismos, lo cierto es que en estos meses el fuego se ha adueñado de Hong Kong. Han ardido coches, trenes, universidades, restaurantes… hasta personas. Que se lo pregunten al hombre-antorcha de 57 años que reprochó la actitud violenta de unos manifestantes y estos acabaron rociándolo con un líquido inflamable y prendiéndole fuego.

El epicentro financiero de Asia entró en un bucle de violencia desde que China quisiera imponer más control sobre uno de sus hijos díscolos, que desde que dejó de ser colonia británica en 1997 vive con un régimen administrativo especial alejado de los tentáculos de Pekín.

Las protestas comenzaron en junio con un objetivo principal: que el gobierno retirara un proyecto de ley controvertido que hubiera permitido la extradición de fugitivos a China continental. Los críticos temían que Pekín pudiera usar el proyecto de ley para procesar a las personas por razones políticas. Justo hace seis meses uno de cada siete residentes de Hong Kong salió a la calle en una multitudinaria marcha pacífica. Días después, el 12 de junio, durante otra marcha, los antidisturbios respondieron con gases lacrimógenos y fuertes cargas.

Al final, se consiguió que la jefa del Ejecutivo, Carrie Lam, tumbara la ley. Pero no era suficiente porque los manifestantes ya habían abrazado otras cuatro demandas que no iban a soltar: retirar el calificativo “revuelta” a las protestas del 12 de junio, lo que conlleva penas de 10 años de prisión a los detenidos en las marchas de aquel día; investigar los abusos policiales durante las protestas, libertad para los y tener un completo sufragio universal para que el pueblo pueda elegir también el jefe Ejecutivo.

“UN MOVIMIENTO HORIZONTAL”

A medida que los enfrentamientos entre los manifestantes y la policía se hicieron más frecuentes, las protestas comenzaron a extenderse por toda la ciudad. Y en agosto hubo una huelga general, se bloqueó el aeropuerto y las carreteras. En septiembre continuaron los disturbios. Y en octubre llegó el primer tiroteo policial y la ley anti máscaras de Carrie Lam, resucitada de la era colonial británica para prohibir el uso de cualquier objeto que obstaculice la identificación del manifestante. También la fiesta de los 70 años del Partido Comunista y la batalla en nueve distritos.

“Nos organizamos sin jerarquías ni líderes. Comunicándonos por Telegram y debatiendo nuestras acciones consensuadamente en varios foros. El éxito ha sido que hemos creado un movimiento horizontal”, explica Max, uno de los manifestantes .

En noviembre todo fue a peor. Llegó el primer muerto, Alex Chow, un chaval de 22 años que cayó desde un tercer piso de un aparcamiento. Después vimos escenas de un policía disparando a bocajarro a un activista. Y cómo a un señor de 70 años que trabajaba en la limpieza recogiendo los escombros de la carretera le lanzaron un ladrillo a la cabeza. El hombre falleció, convirtiéndose en la segunda víctima mortal a consecuencia del caos.

El mes continuó con los enfrentamientos en la Universidad Politécnica. Los manifestantes más radicales abrazaron el campus universitario como su trinchera de batalla, su refugio para descansar, comer, armarse y entrenar. Aquí vimos las escenas de los arcos, flechas, catapultas…

Pero llegaron las elecciones a los consejos de distrito y todo se calmó. Por primera vez en mucho tiempo, la batalla en las barricadas dejó paso a las urnas. Y los candidatos prodemócratas lograron 387 asientos de los 452 en juego en unas elecciones con la participación récord del 71,2%. Lo que estaba en juego era plebiscito a las autoridades pro Pekín, una muestra con papeletas del apoyo real a las protestas. Y el apoyo fue apabullante. Por eso, ante todo, la victoria de los que abrazan la democracia fue moral. Y este domingo lo han demostrado con una masiva manifestación que será recordada