En su obra, Maines desarrolla la teoría de cómo los vibradores pasaron a ser usados como dispositivos para facilitar el tratamiento de la histeria orgásmica.
Y según lo que relata, el procedimiento era realizado por médicos dedicados a tratar el mayor número posible de pacientes. También escribió que los doctores usaban la masturbación para tratar la histeria en las mujeres desde el período romano.
El alivio para la histeria se daba al provocar “paroxismos” en las mujeres por medio de la masturbación. Pero debido al escaso conocimiento sobre la sexualidad femenina, los médicos no eran conscientes de que los paroxismos que experimentaban sus pacientes eran en realidad una respuesta sexual.
Sexualidad femenina
Es posible que la sexualidad femenina no haya recibido tanta atención -en términos históricos- como la sexualidad masculina, pero la idea de que los médicos de la era victoriana masturbaran a sus pacientes debido a una completa falta de conocimiento le parece poco probable a Lieberman.
“Ella presenta su teoría como si nadie supiera lo que es un orgasmo”, dice Lieberman. “Pero ya se conocía del clítoris y de la sexualidad de las mujeres en la época”.
Existe evidencia de que en los siglos XIX y XX, por ejemplo, médicos de Estados Unidos y del Reino Unido especularon sobre qué tipos de comportamiento sexual en las mujeres eran saludables y cuáles no. También había un entendimiento general sobre el orgasmo femenino.
Por otro lado, además, hay problemas con los ejemplos históricos citados en la obra de Maines. Al principio del libro se citan cinco fuentes para respaldar su afirmación de que los médicos solían usar vibradores “especialmente en el masaje ginecológico”. Pero varias de esas fuentes no confirman esta afirmación.
En una de las fuentes que se citan ni si quiera se mencionan los vibradores, la histeria ni el masaje ginecológico. De hecho, el pasaje que se menciona es sobre el tratamiento de dolores menstruales con corrientes eléctricas, en el que el autor resalta que para pacientes con dolores menstruales, “es extremadamente importante una completa ausencia de excitación sexual”.
Otra de las fuentes que se menciona en el libro tampoco hace referencia a la histeria, masajes ni vibradores. Y la tercera fuente citada también carece de menciones sobre masaje ginecológico, solo habla de masajes en general, y el término vibrador no aparece en ninguna parte del libro. A lo largo de la obra, Lieberman encontró de manera repetida estas inconsistencias en el libro de Maines.
Por su parte, Maines asegura que, aunque le da la bienvenida a las críticas de Lieberman, estas no cambian su perspectiva histórica. “Es totalmente apropiado que una joven académica desafíe el trabajo de académicos mayores”, dice.
“En ‘La tecnología del orgasmo’ lo que propongo es una hipótesis, ellos (Lieberman y su coautor) no encuentran mi hipótesis muy convincente. Ok, no vamos a estar de acuerdo en eso”, agregó la investigadora.
Buenas vibraciones
Lo que se sabe es que los vibradores fueron usados en el cuerpo como una panacea para casi todas las dolencias. Los folletos anunciaban su eficacia contra el insomnio, la parálisis, la neuralgia, epilepsia, ciática, lumbalgia, gota, sordera, vómitos, estreñimiento, hemorroides y dolores de garganta.
Era bueno para el hígado e incluso para problemas de salud en niños, según lo que se aseguraba.
Entre la lista de dolencias que se podían tratar con el vibrador también estaba la histeria. Pero es probable que para estas pacientes el vibrador fuera más para un masaje relajante en la espalda o en el cuello que para cualquier tipo de uso erótico, afirma Lieberman.
“Con respecto a masajear mujeres hasta el orgasmo, no hay evidencia de que esto haya ocurrido en el consultorio médico”, subraya.
Puede haber habido “médicos cuestionables”, añade, que prácticamente acosaban a sus pacientes. Más no hay evidencia de que se usaran los vibradores para usar la masturbación como un tratamiento médico aceptado.
El artículo de Lieberman no es el primero en desafiar la teoría de Maines. Otros investigadores, incluyendo Helen King, historiadora de la Open University de Londres, desafiaron las afirmaciones de Maines de que esta práctica se remonta a los períodos griego y romano.
“Maines quería una línea histórica que se remontara al período de Hipócrates, por lo que estaba decidida a encontrar médicos masajeando a sus pacientes hasta el orgasmo en las fuentes escritas más antiguas”, dice King.
Pero ni siquiera era una práctica común en las civilizaciones antiguas el permitir que los médicos se acercaran a las mujeres de la casa, explica ella. Otro problema fue que Maines no hizo distinción entre escritos satíricos de la época y la literatura médica genuina.
“Una sátira romana, sobre ‘elegidos’ en baños romanos, que masturbaban a una mujer hasta el orgasmo, es muy diferente que decir que los médicos realmente hicieron esto”, dice King. “Es una sátira, es para ser escandalosa.”
Además, los textos médicos antiguos que describían a los médicos masajeando la zona lumbar, las rodillas o la cabeza, fueron interpretados erróneamente por Maines como un tipo diferente de masaje, de acuerdo con King.
Maines le dio la vuelta a las evidencias al escoger de manera deliberada las frases y fuentes que corroboraban su hipótesis, como por ejemplo al “leer una descripción sobre lo que sucede cuando el útero es frotado durante el acto sexual e interpretarlo como un pasaje sobre la masturbación a manos de un médico”.
La realidad
Pero si no fueron los médicos, ¿quién inventó el vibrador como juguete sexual?
La respuesta se encuentra en algunos de los anuncios que Maines encontró, a pesar de que algunos académicos consideran que sus interpretaciones son engañosas.
Cuando los médicos empezaron a percibir, alrededor de principios del siglo XX, que los vibradores no eran el santo remedio que se pensaba, los fabricantes de estos aparatos se encontraron en un dilema.
Había toda una industria dedicada a fabricar esos dispositivos: existía la versión con manivela, que evolucionó hacia modelos movidos a vapor, que a su vez evolucionaron hacia un dispositivo accionado eléctricamente. Pero ahora había menos médicos dispuestos a comprarlos.
Una compañía tuvo la osadía, en 1903, de lanzar un anuncio sobre el electrodoméstico sexual Hygeia, para hombres y mujeres.
“Se veía como un cinturón con electricidad y vibración”, dice Lieberman.
Esta fue la primera fuente que ella descubrió en su investigación sobre un vibrador asociado al sexo. Pero vender abiertamente un vibrador como aparato sexual era raro y no solo porque era considerado obsceno.
En Estados Unidos y Reino Unido, entre otros lugares, las leyes de obscenidad por muchos años impidieron a las empresas anunciar dispositivos para el placer sexual.
Este cambio de estrategia de vender vibradores directamente a los consumidores se fortaleció en 1915, cuando la Asociación Médica de Estados Unidos hizo una declaración publica en la que establecía que los vibradores para uso médico eran “un delirio y un engaño”.
Cualquier efecto que tuvieran en los pacientes era psicológico y no médico. Al clasificar a los vibradores como un fraude, la asociación combatió su uso médico, cuenta Lieberman.
Y en lugar de acabar con la industria de los vibradores, los fabricantes simplemente movieron su enfoque de los médicos a los consumidores.
“Se publicaban anuncios en el New York Times, en el Chicago Tribune y en todo el Reino Unido”, dice Lieberman. “(Los vibradores) se veían como un aparato de ocio para las mujeres.”
Con el paso del tiempo, esos anuncios se fueron sexualizando de manera sutil. Se mostraban hombres sin camisa y mujeres con blusas escotadas enseñando alegremente los vibradores. Pero debido a la reserva en anunciar explícitamente a los vibradores como juguetes sexuales, es difícil definir desde cuándo se identificaron de manera general para fines sexuales
“El tipo de vibrador que conocemos hoy comenzó a aparecer en los años 50 y se volvió más común y abiertamente vendido en los años 60”, dice Lieberman. “Pero todavía era polémico”.
La controversia tardó mucho tiempo en disiparse. En algunos lugares, todavía existe polémica al respecto. En el Estado americano de Alabama, por ejemplo, las leyes de obscenidad todavía prohíben la publicidad y la venta de vibradores.
A pesar de que su historia ha sido ampliamente debatida, Maines sigue defendiendo su teoría. “Creo que mi hipótesis es correcta, muchos piensan de la misma forma”, dice.
Lieberman admite que su nueva teoría es menos atractiva que la hipótesis de que varias generaciones de médicos usaban el vibrador para calmar a las mujeres histéricas con masturbación.
“[Esa historia] atrae a la gente”, añade King. “Es como una escena de película porno en la que el médico ‘resuelve’ el problema”.
Fue el atractivo de esta versión lo que popularizó la teoría de la masturbación médica. Por casi 20 años, la enseñaron en universidades, tomándola como un hecho en la literatura académica y presentándola de la misma forma en los medios, popularizándola en los escenarios y en las pantallas. Pero como observa Lieberman, cuando la gente quiere que una historia sea verdadera, incluso los académicos, es raro que se molesten en comprobar los hechos.